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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016

AÑO III - Nº 12 - DICIEMBRE 2018

construcción de ésta. De todos los

problemas que existen en un centro

educativo, el maltrato o acoso ha

sido el que más ha influenciado en

el desarrollo de estos programas

de educación para la convivencia

escolar.

Pero esta importancia de la con-

vivencia viene ya señalada en el In-

forme de la Comisión Internacional

sobre la Educación para el Siglo XXI

dirigida a la UNESCO. El cual, fue

titulado “La educación encierra un

tesoro” (1996) y fue presidida por

Jacques Delors. Además, la con-

vivencia aparece como uno de los

cuatro pilares que fundamenta la

Educación: haciendo referencia a la

necesidad de “aprender a conocer”,

“aprender a vivir juntos”, “aprender

a hacer” y “a aprender a ser”.

Con respecto a España, la LOE ya

incluyó este objetivo, ya que entre

sus fines recoge que “la educación

en el ejercicio de la tolerancia y de

la libertad dentro de los principios

democráticos de convivencia, así

como la prevención de conflic-

tos y la resolución pacífica de los

mismos” (LOE, 2006, artículo 2c).

Además, también incluye de forma

obligatoria el Plan de Convivencia

dentro de los proyectos educativos

de los centros (LOE, 2006, artículo

121.2).

Por otro lado, pero en relación

a lo abordado, es esencial que la

educación de la convivencia debe

fundamentarse en la construcción

de la convivencia en la escuela. Los

alumnos deben aprender a convivir

de forma positiva y debe participar

para que se creen y establezcan

relaciones con las personas. Por

lo que los alumnos no deben ser

considerados pasivos antes esta

convivencia, sino todo lo contrario,

tienen que ser sujetos que partici-

pen en ella.

A través de la experiencia que

se tiene con las demás personas,

se aprende a ser tolerante, com-

prensivo, solitario, irrespetuoso,

dominante o violento, ya que esto

no se aprende en abstracto (Ortega

y Mora-Merchán, 2000). Y es aquí,

en la escuela, donde se les brinda

la oportunidad a los alumnos para

poner en práctica sus habilida-

des sociales a través de las expe-

riencias que tengan tanto con sus

compañeros como con los adultos.

Por lo que los procesos afectivos y

emocionales se van estructurando

con los hábitos, conductas, valores

y actitudes que forman la persona-

lidad. Y cuyo desarrollo adecuado,

facilita la construcción de persona-

lidades sanas, críticas y equilibra-

das moralmente.

Por ello, es esencial que se pueda

reflexionar, dialogar y seleccionar

aquellas actitudes o hábitos que se

necesitan desarrollar y mantener y,

a su vez, desechar las conductas

que no valgan tenerlas retenidas.

Para que un buen modelo educa-

tivo incite e invite a convivir requie-

re dos aspectos, principalmente:

• El primer aspecto es el diseño

de actividades concretas para

que los alumnos puedan tomar

consciencia de sí mismos, tanto

de sus defectos como de sus vir-

tudes. Y por supuesto, aprendan

a quererse como son, aprendan a

empatizar, a escuchar, respetar,

confiar, que sean consciente de

que sus comportamientos y ac-

ciones despiertan sentimientos y

emociones al resto de personas

que se encuentran a su alrededor,

etc. Es decir, que se lleven bien

con sus compañeros. Cualquier

momento y espacio es idóneo

para trabajar estas iniciativas.

• El segundo aspecto está más

centrado en las actividades ordi-

narias que se realizan en las au-

las. Éstas deben ofrecer la opor-

tunidad de que las estrategias y

habilidades sociales las puedan

poner en práctica a través de las

estructuras sociales de comuni-

cación y participación.

Es imprescindible para mejorar la

convivencia y prevenir la violencia

escolar incorporar en los centros

innovaciones educativas. Para ello,

nos detentamos por metodologías

con un enfoque socio-afectivo y

con un estilo cooperativo.

Según Garaigordobil (2011), la

interacción entre iguales y una di-

námica socio-afectivo en las cla-

ses puede desarrollar un papel

importante afectando no solo a

los procesos de socialización, sino

al desarrollo afectivo, cognitivo y

emocional. Además, el enfoque

socio-afectivo colabora a la adqui-

sición de competencias sociales, ya

que las interacciones entre iguales,

incrementa y facilita las habilidades

sociales de éstos.

Con respecto al estilo cooperati-

vo, según Díaz-Aguado (2006), las

últimas investigaciones realizadas

señalan que el aprendizaje coope-