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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016
AÑO I - Nº 4 - ABRIL 2017
coherente y crítica, ante un sistema
económico de libremercado, com-
plejo y deshumanizado”.
Pero para incorporar realmente
contenidos económicos al resto de
contenidos curriculares, los docen-
tes deben ingeniar metodologías
que faciliten dicho acercamiento a
los alumnos, ya que se trata de un
conocimiento que, en algunas oca-
siones, puede parecerle algo ajeno
a los educandos. En este sentido,
es necesario considerar los dife-
rentes sistemas de representación
que poseen los alumnos a medida
que evolucionan en el plano cogni-
tivo para así poder ofrecer un acer-
camiento económico apto en cada
etapa (Brunner, 1988). No consis-
te en hablar de economía, sino en
hacer economía, pues el conoci-
miento verdadero es aquel que se
redescubre haciendo, y esta es la
única manera de trabajar realmente
una competencia, desde el “hacer
práctico”.
A la vez que se consideran las ca-
racterísticas de los alumnos y los
métodos que se van a emplear, hay
que detenerse, también, en la for-
mación económica del profesorado
y en si está realmente preparado
para impartir una materia de esta
naturaleza, teniendo en cuenta que
los contactos con dicha disciplina,
tanto en su formación como en su
práctica docente, han sido práctica-
mente inexistentes.
Siguiendo, de nuevo, a Brunner
(1960), cualquier materia puede
ser enseñada en alguna forma hon-
radamente intelectual a cualquier
niño en cualquier fase de su desa-
rrollo, pero es evidente que deter-
minados conceptos entrañan más
dificultad que otros, tal y como
evidencian determinados estudios
realizados en Estados Unidos so-
bre los problemas de introducir
el pensamiento económico en los
docentes (Travé, 1997). Autores
como Schug y Birkey (1985) en-
fatizan que el pensamiento econó-
mico se desarrolla con la edad, por
lo que, por ejemplo, el concepto de
escasez puede ser entendido por el
niño a los seis años, mientras que
el concepto de ganancia empieza a
ser entendido por el niño a la edad
de once años.
Es cierto que hoy día existen
grandes carencias a nivel mundial
entre los adolescentes e incluso
entre los mismos adultos para en-
tender la economía del día a día, así
como para actuar de forma racional
y correcta en y ante ella (Denegri,
Del Valle, Etchebarne, González y
Sepúlveda, 2011). El déficit en edu-
cación económica en la infancia se
mantiene hasta la adolescencia y
la adultez, no observándose que el
sistema educativo logre compen-
sarlos (Domper, 2004).
La sociedad del consumo
“Yo soy lo que tengo y lo que
consumo” es una célebre frase
(Fromm, 2000) que posiblemente
podríamos utilizar para resumir, a
grandes rasgos, el pensamiento
de la sociedad actual y, por consi-
guiente, justificar el comportamien-
to que siguen muchas personas en
el mundo globalizado de hoy día.
Sobre esto reflexiona Villasmil
(2014) cuando afirma que, aunque
los profesores y la familia sean los
primeros referentes y modelos de
conducta para los alumnos, ambas
figuras tienen que competir con la
televisión, Internet y el resto de me-
dios en la formación de valores.
De acuerdo con Oliver (2009),
puesto que el consumo está au-
mentando considerablemente en
los últimos tiempos, sobre todo
debido al apogeo de las compras
online y la facilidad que entraña la
adquisición de bienes con tal sólo
pulsar un botón, es necesario con-
templar la escuela como un lugar
en donde educar a unos buenos y
responsables consumidores para el
futuro. Para conseguirlo, es preci-
so que en los centros educativos se
atienda a la educación en términos
económico-financieros, haciendo
especial énfasis en tres aspectos:
el incremento de la autonomía del
alumno basada en la capacidad de
acceso y gestión de la información;
el desarrollo de una actitud crítica
y analítica con respecto al conoci-
miento al que puede acceder; y ad-
quisición de responsabilidad como
consumidor respecto al medio am-
biente. En estas tareas, familia y es-
cuela deben ir de la mano y colabo-
rar estrechamente (Pereira, 1998).
Metodología
Para la consecución de los obje-
tivos que se requieren en la forma-
ción del espíritu emprendedor hace
falta diseñar e implantar distintas
metodologías que sean capaces
de implicar novedad y motivacio-
nes en el educando, proyectando
el interés de los niños hacia los
contenidos de índole económico.
Podemos considerar los siguientes