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ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016
AÑO V - Nº 18 - JUNIO 2020
4) La autoevaluación y reflexión,
casi permanente, sobre casi todos
los procederes (a modo de conti-
nuo cuestionamento de objetivos y
estrategias).
Esto, en principio y sobre el papel,
debería de ser siempre positivo.
Pero la realidad es que, con el tiem-
po, se convierte en una formalidad
simultánea a la ejecución de la tarea
que no hace sino restar (otra vez) re-
cursos de la actividad generadora de
valor. La necesaria reflexión sobre el
desempeño y los resultados del tra-
bajo efectuado, y mismo los objeti-
vos a los que aspirar, es necesaria
y paso previo para la aplicación de
medidas de mejora. Pero la reflexión
no puede tener una presencia y fre-
cuencia equivalente a la de la activi-
dad misma sobre la que reflexiona.
El momento de ambas cosas no
es, no puede ser, el mismo. Ya solo
porque ni siquiera existe suficiente
perspectiva para hacerlo.
La evaluación de la propia acción
tiene que ser sosegada, proporcio-
nada, eficaz, fuera (temporal y espa-
cialmente) de la acción que se eva-
lúa. No se puede autoevaluarse uno
cada cinco minutos. Ni puede (véase
el primero de los aspectos) sistema-
tizar mecánicamente un proceso de
reflexionar que es absolutamente ra-
cional y expansivo (llenando papeles
que duplican, triplican o cuadriplican
los del procedimiento evaluado).
Una reflexión guiada, continua, me-
canizada y repetitiva, anula la misma
capacidad de reflexión.
Si la autoevaluación de mi actividad
aportadora de valor se realiza conti-
nua y simultáneamente, sin posibili-
dad de tomar distancia (física y tem-
poral) sobre su misma ejecución,
la reflexión se convertirá (una vez
más) en la tramitación de documen-
tos vacíos de valor.
Estos cuatro aspectos,
formaliza-
dos en una larga cadena de docu-
mentos digitales y en formato papel,
son el objeto de las auditorías para
control del correcto funcionamien-
to del SGC
. Pero estas revisiones
carecen del componente reflexivo
y autoevaluativo que se encuentra
imbricado en el sistema que audi-
tan. Se limitan al control estadístico
y mecánico de los documentos que
evidencian la existencia de las cua-
tro referidas facetas: sistematiza-
ción, registro, medición y reflexión.
Así pues, tampoco en este hito de
recopilación y revisión de funcio-
namiento (las auditorías) existe un
análisis crítico que haga aflorar las
posibles ausencias, duplicidades o
errores de los procedimientos dise-
ñados. En la práctica viene a supo-
ner una serie de más acumulativas
exigencias alineadas o paralelas a
las existentes, que, supuestamente,
sirven para descubrir las desvia-
ciones del sistema. Fruto de esta
inspección suelen surgir exigencias
procedimentales o documentales
(como no) superpuestas a las exis-
tentes. Y todo solucionado, al precio
de engrosar más aún unos mórbi-
dos procesos y procedimientos.
El sistema que persigue conseguir la
calidad, a la postre, muda esta por
la cantidad y la apariencia. La or-
ganización y su gestión pueden no
funcionar por mucho que los proce-
sos de su SGC si lo estén haciendo,
y con ello, la ilusión de control de
la actividad juega en contra hacerlo
realmente. La certificación de ca-
lidad, en tal caso, aportará simple-
mente el halo de una vacua hidalguía
de la que hacer ostentación. El rey
va desnudo, pero loamos la belleza
de su vestido (o hacer que se hace).
Hacia dónde vamos
Como hemos visto, un SGC con-
templa siempre un espíritu de con-