Lejos de considerar si el hecho de que el desarrollo precede o no al aprendizaje o viceversa, como consideramos anteriormente, vamos a tomar como referencia la verdad ineludible de que los docentes deben conocer cuáles son los patrones de desarrollo de los niños a estas edades, más siendo unas etapas en las que los cambios se suceden a gran velocidad.
Los procesos de crecimiento y desarrollo son fenómenos simultáneos pero independientes. Ambos mantienen cuadros universales para todos los individuos de la especie, pero la manifestación de los signos variará debido al carácter individual de cada persona, lo que se explica por la confluencia de los patrones físicos y ambientales. Los patrones ambientales, los estímulos y las pautas de crianza pueden condicionar el desarrollo de las personas, pero los patrones genéticos establecen de forma muy precisa la secuencia y los tiempos en los que determinadas adquisiciones deben ocurrir.
Prestar atención al desarrollo evolutivo de los niños en las etapas de la educación infantil y primaria resulta primordial si se pretenden elaborar con éxito una serie de metodologías lúdicas que llevar a cabo con los niños, ya que para ello se hace necesario ser conocedor del nivel de desarrollo en el que se encuentra cada alumno, sus capacidades y límites con respecto al desarrollo social, cognitivo e intelectual, psicomotor y afectivo y, además, para plantear actividades que sean apropiadas y coherentes con sus características individuales y propias.
La educación infantil constituye una etapa educativa con identidad propia que atiende a niños desde el nacimiento hasta los seis años de edad. Esta etapa tiene carácter voluntario y su finalidad es la de contribuir al desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los niños. Esta etapa queda ordenada en dos ciclos, el primero de 0 a 3 años y el segundo de 3 a 6.
En el período educativo que abarca esta etapa el desarrollo del niño se produce de manera continua ya que se define como una consecuencia ordenada de cambios. Dichos cambios son muy rápidos y significativos, y conviene estar pendientes de si se alcanzan o no determinados hitos evolutivos.
En la etapa de Infantil la intervención pedagógica ha de basarse en tres grandes premisas:
En esta etapa se producen importantes avances en el lenguaje oral y en la capacidad de inserción social, que se traducen en la capacidad de sentirse miembro de diversos grupos y de poder actuar de forma cada vez más autónoma en ellos. Durante la infancia el crecimiento físico y psíquico es realmente rápido y cualquier lentificación en el proceso de crecimiento del niño debe ser motivo de preocupación inmediata, pues las sensaciones, la percepción y la cognición dependen de un correcto desarrollo temprano.
Para intentar considerar el desarrollo evolutivo en todos los planos de la vida del niño, vamos a procurar atender a diferentes áreas del mismo:
El desarrollo físico y psicomotor supone que se abran a los niños ciertas posibilidades evolutivas, en lo que se refiere a nuevas adquisiciones y posibilidades motrices, pero, a su vez, impone ciertas limitaciones al cambio en todo momento, quedando supeditadas las acciones corporales al avance paulatino de la propia piscomotricidad. Así, el desarrollo madurativo puede decir que no es sólo una mera realidad biológica, sino que es algo que está abierto a la interacción con el entorno, a las relaciones con los demás y a la estimulación que cada niño tenga la suerte de recibir.
El área motriz se refiere al estudio de la aparición, formación y evolución de todos los desarrollos que tienen que ver con el movimiento corporal, la coordinación, el equilibrio, el control postura, etc. que forman parte del bagaje de un individuo, y de cuál es su implicación educativa.
En el momento del nacimiento, un bebé normal suele pesar unos 3,5 kg y medir alrededor de 50 cm. Hacia el cuarto mes habrá duplicado ese peso de nacimiento y al terminar el primer año lo habrá triplicado. Este crecimiento físico, aunque asombroso, es muy sensible a factores externos como la alimentación o las condiciones de vida, aunque, también, esta influencia viene algo limitada por la herencia genética que ha recibido el niño de sus progenitores.
Los bebés recién nacidos muestran conductas muy características basadas en reflejos, lo que nos indica un instinto innato de supervivencia y adaptación. Los reflejos son respuestas involuntarias a estímulos particulares que van desapareciendo con la maduración pero que son esenciales para el correcto desarrollo del bebé. Los bebés muestran varios reflejos en concreto: el reflejo de succión (el bebé chupa y absorbe todo lo que roza sus labios en respuesta al instinto de alimentación y a la succión que ha de producirse para mamar); el reflejo de temperatura corporal (el bebé, si siente calor, se quedará quieto, y si tiene frío acercará sus piernas al resto del cuerpo para aumentar su temperatura); el reflejo de respiración (el bebé comienza a respirar por sí mismo incluso antes de que se lew corte el cordón umbilical, que es la fuente de su oxígeno; mueve las piernas y brazos si le tapan la cara y puede mantenerse largo tiempo bajo el agua); el reflejo de marcha (el bebé, con muy pocos días de vida, es capaz de flexionar las piernas y simular que camina si se le sostiene en posición vertical sobre el suelo); el reflejo de presión (cuando algo toca la palma de su mano la cierra y lo agarra con firmeza); el reflejo de natación (si se le coloca horizontalmente sobre el agua agarrándolo del abdomen el bebé realizará brazadas simulando que nada); el reflejo de Babinski (si se le acarician las plantas de los pies abrirá sus dedos en forma de abanico); y el reflejo de moro (el bebé separa los brazos de su cuerpo y se los lleva al pecho haciendo como que se protege cuando se golpea o se mueve la superficie sobre la que permanece reposado).
El desarrollo va produciéndose a lo largo de un proceso de teleencefalización (desarrollo desde el centro hacia la periferia); a medida que se va produciendo este desarrollo en el terreno del comportamiento y las acciones, lo automático se va convirtiendo en voluntario y lo incontrolado en controlado.
Para comprender la secuencia de las habilidades motoras es de gran utilidad conocer dos términos latinos: proximal-distal y céfalo-caudal. El primer término significa “desde lo cercano hacia lo lejano” e indica que el desarrollo avanza desde el centro del cuerpo hacia las extremidades. Céfalo-caudal significa “desde la cabeza hacia la cola” y se utiliza para referirse a la dirección en que avanza el desarrollo. Así pues, se controlan antes las partes del cuerpo más próximas a la cabeza y las más cercanas al centro del eje corporal. Igualmente, existen otras dos leyes fundamentales en la organización de los movimientos: la ley del progresivo refinamiento y coordinación, por la que primero se controlan los movimientos de los grandes músculos del cuerpo, y la ley de desarrollo de flexores y exteriores, que indica que poseen primacía los músculos flexores (agarrar antes que soltar, por ejemplo). A consecuencia de todas estas leyes, el movimiento del niño se va integrando y va controlando voluntariamente un mayor número de grupos musculares, con lo que se va haciendo progresivamente más preciso en sus movimientos.
Algunos de los logros madurativos más relevantes en este período son:
A partir del segundo año de vida el crecimiento es algo más lento, pero aún así sigue siendo muy rápido. Con dos años los niños suelen pesar alrededor de 13 kg y medir ya entre los 80 y 90 cm. De uno a dos años comienza a perder más grasa debido a que ya sabe caminar y se está moviendo continuamente. A lo largo de este año las habilidades de los dedos mejoran y la motricidad fina se vuelve mucho más sofisticada; el acto de recoger objetos, que antes era muy continuado, empieza ahora a convertirse en un proceso muy selectivo y no tan compulsivo.
Se inicia ahora el proceso de desarrollo del esquema corporal y el desarrollo de la lateralidad y aparece el juego simbólico, lo que posibilitará a los niños relacionarse con el entorno de una forma totalmente diferente. Respecto al autocontrol corporal la ley próximo-distal permite que se vaya haciendo posible el manejo fino de los músculos de la muñeca y los dedos.
De 2 a 3 años habrá crecido 5 cm y ganado tres o cuatro kilos de peso. El aspecto de sus pies cambia y desaparece la almohadilla de grasa bajo el puente del pie, característica de los bebés. En este período comienza a caminar más erguido y su columna se endereza, y adquiere control en acciones más complicadas tales como dar patadas a una pelota. En referencia al control de las piernas los movimientos ganan en finura y precisión. Se produce un avance importante de la motricidad fina, entre los 4 y los 5 años se produce un avance significativo en el trazado de las letras, pasando de hacerlo de una manera rudimentaria a trazar letras y palabras con los rasgos típicos de la escritura convencional.
La lateralidad, que es el predominio de uno de los dos lados del cuerpo frente al otro, se produce, por lo general, entre postres y seis años, y a los seis se habrá terminado de forjar su esquema corporal (la representación que tenemos de nuestro cuerpo, los diferentes segmentos corporales, sus posibilidades de movimiento y acción, así como de sus limitaciones). Desde los 2 hasta los 5/6 años los niños aumentan la calidad y discriminación perceptiva respecto de a su propio cuerpo.
Con tres años, por lo general, ya posee el control de esfínteres, puede ir al baño y desvestirse sin ayuda, y muestra mucha curiosidad hacia su propio sexo.
Disfrutan mucho con el juego paralelo y el juego solitario. Uno de los juegos que más le gustan es correr y ser atrapado o atrapar a los demás.
El índice de masa corporal más bajo que presenta una persona en toda su vida se da a los 5 años de edad. En ese momento, comienza a desaparecer el vientre pronunciado, se estiliza la figura, las piernas constituyen casi el cincuenta por ciento del cuerpo, y el centro de gravedad pasa del esternón al ombligo, lo que le permite al niño de 5 años realizar un gran repertorio de volteretas, saltos y movimientos con gran destreza.
A los 6 años los niños miden al menos un metro y diez centímetros, pesan entre los 18 y 20 kilos y se ven delgados y estilizados.
El desarrollo cognitivo es el conjunto de transformaciones que se dan en el transcurso de la vida, a través del cual se aumentan los conocimientos y habilidades para percibir, pensar y comprender. La cognición entraña procesos de adquisición, transformación, organización, retención, recuperación y uso de la información, estando vinculado a la capacidad natural que tienen los seres humanos para adaptarse e integrarse a su ambiente.
A la hora de hablar del desarrollo intelectual seguiremos las concepciones de Jean Piaget, psicólogo suizo que elaboró una teoría conocida como Epistemología Genética. Para él, el ser humano es un ser fundamentalmente activo en la construcción de su propio aprendizaje, y determinó que conocer cómo piensan los niños es mucho más revelador de la capacidad mental que conocer qué saben. Afirmó que el desarrollo cognitivo se distinguía principalmente por los procesos de adaptación (asimilación y acomodación) constantes en el medio, a través de los cuales los seres humanos buscan su equilibrio cognitivo y se produce el avance del intelecto. Para estudiar el desarrollo de los niños diferenció en su evolución varios estadios o etapas, a través de los cuales intentó describir el desarrollo intelectual desde la infancia hasta la adultez.
Este estadio comprende desde el nacimiento, cuando el bebé solamente posee una conducta meramente refleja, hasta los 2 años, cuando aparece la capacidad simbólica. El bebé se relaciona con el mundo a través de los sentidos y la acción, establece relaciones objetos-actos, distingue medio-fines, desarrolla la intencionalidad, y dirige su comportamiento hacia metas cada vez menos inmediatas. A grandes rasgos, en este estadio se pasan de las reacciones circulares primarias, donde el bebé, de forma espontánea, realiza algo que le produce agrado y tiende, entonces, a repetirlo (como la ecolalia); pasando por las reacciones circulares secundarias, que siguen el mismo esquema que las primarias pero interviniendo ahora elementos ajenos al propio cuerpo, como agitar el sonajero por agrado; hasta llegar, finalmente, a las representaciones mentales, cuando el niño comienza a pensar.
Dentro de este estadio se encuentran los siguientes subestadios:
Subestadio 1 (0-1 mes). Se caracteriza por la predominancia de los reflejos innatos.
Subestadio 2 (1-4 meses). Se forman los primeros hábitos. Cuando una conducta realizada de forma no intencional por el bebé le resulta agradable, tiende a repetir la acción una y otra vez (reacción circular primaria).
Subestadio 3 (4-8 meses). Aparece la reacción circular secundaría: el esquema es ya de interacción con el medio y su estructura es independiente de la condición biológica; estas reacciones implican una actividad más deliberada, aunque las relaciones de causalidad todavía son entendidas de forma mágica.
Subestadio 4 (8-12 meses). Comienza la coordinación de esquemas secundarios. Aparece la intencionalidad y las primeras coordinaciones de tipo instrumental medios-fines.
Subestadio 5 (12-18 meses). Surgen las reacciones circulares terciarias: descubrimiento de nuevas relaciones como resultado de un proceso de experimentación. Cuando un esquema previo no resulta efectivo, el niño ensaya procedimientos aproximados hasta que el tanteo conduce a la respuesta correcta.
Subestadio 6 (18-24 meses). Al final del estadio el niño dispone de experiencia suficiente como para conocer las propiedades sensoriomotoras de los objetos sin necesidad de actuar sobre ellos (representación mental).
Este estadio abarca desde los 2 hasta los 7 años. El niño preoperacional sólo piensa lo que percibe y su razonamiento se torna transductivo, yendo de lo particular a lo particular sin establecer analogías inmediatas. Este pensamiento peculiar tiene una serie de características:
Entre los 4 y los 5 meses, los bebés continúan relacionándose y comunicándose con las personas de su entorno mediante el llanto y la risa, pero ahora comienzan a realizar diferentes sonidos con su cuerpo. Ríen y gritan, y repiten sonidos varias veces porque les produce satisfacción oírse a sí mismos, además de pretender la atención de los adultos. La sonrisa del bebé indica ahora agrado social ante las personas y se vuelve mucho más franca. Del mismo modo, le continúa llamando mucho la atención la voz de los humanos y se mantiene atento cuando escucha a la gente hablar. Suele hacer ruidos para reclamar la atención de la gente y, cuando lo llaman por su nombre dirige su mirada hacia el foco del sonido, quedando expectante y quieto.
Entre los 3 o 4 meses, el bebé comienza a distinguir y reconocer a las personas que cuidan de él, y sonríe y patalea mostrando su entusiasmo. Le gusta que jueguen con él al “cucú”: taparle la cara y tratar de destaparse, que su cuidador se esconda y esperar a ver qué pasa. Estos juegos lo estimulan mucho y le hacen estar atento.
Entre los 6 y 9 meses los bebés comienzan a repetir ciertas sílabas con fonemas sencillos (ma-ma-ma; ta-ta-ta) lo que se conoce como balbuceo.
Con 10 meses comienza un refinado sistema de comunicación: la señalización. El niño de diez meses ya es capaz de señalar aquello que quiere o le llama la atención, lo que supone empezar a comprender el punto de vista de los demás. Comienza a manifestar entonaciones en sus sonidos parecidas a las de los adultos, comprende palabras sencillas y órdenes simples si se las explican con gestos y vocaliza de una forma tan específica que es posible que las personas de su entorno lo entiendan. En torno a los 12 meses el niño dice sus primeras palabras reconocibles como parte de la lengua materna y reconoce el nombre de los demás.
Entre los 6 y 12 meses aparecen gestos culturalmente determinados como el de indicación, afirmación, negación o gestos idiosincráticos. Se produce también una gran diversificación de expresiones faciales (emociones, sentimientos y estados de ánimo). Estos gestos dan paso a las primeras palabras.
De los 12 a los 18 meses comienzan a aparecer las sobreextensiones y las holofrases. Las sobreextensiones son extensiones lógicas desde las palabras hasta los objetos. Los niños, al aprender una nueva palabra, la utilizan para nombrar otros objetos de la misma categoría, de tal forma que los dálmatas pueden ser considerados como vacas. Las holofrases son palabras que expresan un pensamiento completo y con significado, como la palabra “agua”, que normalmente puede significar “tengo sed, dame de beber”, a la vez que indicar que el niño reconoce el agua y la está identificando por su nombre. Esta etapa, entre los 12 y los 18 meses, se conoce como la etapa de eclosión del vocabulario: los niños comienzan a ampliar rápidamente su repertorio y adquieren unas tres palabras nuevas por día. No obstante, este momento puede ser muy variable, encontrando niños que con 18 meses aún no hablan, sin indicar por ello ningún tipo de problema o anomalía preocupante.
En torno a los 18 meses los niños atraviesan una etapa en la que aprenden muchas palabras nuevas y comienzan a nombrar todo aquello que ven y conocen. A los 21 meses aparecen las primeras frases de dos palabras, aunque algunos lo hacen a los 15 y otros se demoran hasta los 24. Con 24 meses ya manejan oraciones de más de dos palabras con sentido y en la mayoría de las ocasiones se basan en sustantivo más verbo.
Las experiencias de los niños se diversifican y los contextos sociales donde se desenvuelven también, produciéndose nuevas y mayores situaciones para la relación, aunque el escenario primordial de interacción comunicativa sigue siendo la familia. Hasta los 4 años algunas de las características más llamativas en relación al lenguaje son:
Hacia los 2 años aparecen las primeras combinaciones de 3-4 elementos y se produce un aumento significativo del vocabulario.El lenguaje de los niños de 2 años se compone de un vocabulario que oscila entre las 100 y las 2000 palabras. Sus oraciones pueden llegar a estar compuestas de hasta seis palabras y utiliza muchos verbos y sustantivos, pero también adjetivos y pronombres
Sobre los 3 años aparecen las dificultades para pronunciar diptongos pero a su vez un progreso en el dominio de todas las consonantes.
En torno a los 4 años el repertorio fonético es casi completo, el léxico crece a un ritmo importante, duplicándose prácticamente el vocabulario. Se empieza a usar el pronombre de tercera persona y se comprenden los posesivos.
Entre los 5 y 6 años comienzan a producir descripciones muy concretas que se refieren a funciones o apariencias, a la vez que aumenta el vocabulario y el significado de las palabras se enriquece. Se produce la distinción de género en los pronombres y se mejora el uso de tiempos y modos verbales.
La sintaxis se hace más compleja, primero aparecen las conjunciones, la adquisición de los primeros usos de las subordinadas, yuxtapuestas, coordinadas y finalmente estructuras de objeto directo, objeto indirecto y oraciones pasivas. En este periodo se aborda la adquisición de la lectoescritura.
El niño de 5 años comprende y habla de forma descontextualizada, cuenta historias inventadas, organiza hechos con su habla y gracias al lenguaje se puede coordinar con los demás. Así, entre los 6 y los 7 años es ya estable el dominio completo de todos los sonidos simples de la lengua y sus combinaciones.
Podemos hacer un breve resumen de los períodos de la evolución del lenguaje infantil, basado en la obra de Gessel (1945).
En los primeros momentos de vida de un bebé parece no existir más sensaciones que el placer o el dolor: lloran cuando tienen hambre o sueño o están enfermos y duermen plácidamente siendo felices cuando están bien alimentados y sanos. En torno a las seis semanas empieza a aparecer en el bebé la sonrisa social: sonríe cuando se le sonríe y hace que los demás sonrían porque muestra gestos agradables. En particular, es la persona que está al cargo y cuidado del bebé la que más emociones suscita en él, del mismo modo que es esa persona la que más facilidad tiene para identificar los deseos del bebé al moverse, chillar o mostrar signos de curiosidad.
A lo largo del cuarto y octavo mes aparece una nueva sensación: el enojo o enfado, que suele manifestarse cuando se le impide al niño moverse, desprenderse de los brazos del adulto o agarrar aquello que le ha llamado la atención. El enfado se relaciona, pues, con la frustración ante el logro de sus objetivos.
Con 13 o 14 meses el niño que ve a otro llorar acude a calmarlo, dándole abrazos o acariciándole, y con 18 meses pueden llegar a reaccionar concediendo un tipo de ayuda específica a aquellos niños a los que ven sufriendo, como darles un juguete o curarles una herida.
En torno al segundo año los niños comienzan a desarrollar su autoconciencia: se ven personas independientes de los demás y comienzan a darse cuenta de sus propias acciones para juzgarlas. Con el desarrollo de la autoconciencia el niño ya comienza a darse cuenta de los sentimientos de los demás y aparece la empatía. Además, puede razonar y pensar sobre sus propios sentimientos, dándose cuenta que nadie más sabe lo que siente o piensa, siendo entonces cuando desarrolla la habilidad de mentir.
Desde el segundo año y en adelante los sentimientos de enfado y temor suelen volverse más selectivos y menos impulsivos, siendo cada vez menos frecuentes y, al parecer, los manifiestan ante cosas verdaderamente irritantes o terroríficas.
En el período de tiempo que se produce hasta los 3 años, los conocimientos más importantes relativos al desarrollo afectivo y emocional son el reconocimiento de otras personas, el reconocimiento de sí mismo, la identidad y el rol sexual y el desarrollo moral.
El reconocimiento de las personas se inicia alrededor de los 3 o 4 meses; las conductas son diferentes según la persona con la que interactuen (lloro, sonrisa, contacto corporal, mirada, etc.) y discriminan claramente entre las personas prefiriendo a unas u otras. Hacia el octavo mes, muestra recelo o miedo frente a los desconocidos.
El reconocimiento de sí mismo es posterior al reconocimiento de las otras personas. Hasta el último trimestre del primer año de vida los niños no parecen empezar a reconocerse.
Más difícil resulta saber cuándo y cómo adquieren su Identidad. Parece que el conocimiento de las primeras diferencias entre el yo y los otros se adquiere debido a la interacción con los demás y en el reconocimiento y la discriminación entre las diferentes personas.
La adquisición del rol sexual. Parece ser que alrededor de los dos años, los niños muestran preferencias según su sexo hacia los tipos de vestidos, adornos, actividades, juguetes asignados (afortunadamente cada vez de manera menos sexista) a uno u otro sexo y poco a poco llegan a autoclasificarse en una de las dos categorías sexuales. A partir de los 3 años usan el conocimiento de la identidad sexual y de género para definir con claridad sus preferencias y valoraciones (“no me pongo esta ropa porque es de niña").
El desarrollo moral es primordial durante los primeros años de la vida del niño, los docentes debemos favorecer el sentido de la responsabilidad en los niños, así como hacerles ver lo que es bueno para ellos y para los demás, todo esto como base fomentar actitudes de respeto e integración hacia los demás.
A los 3 años aparece el complejo de Edipo o Electra y nuevas sensaciones como la vergüenza, la culpa, la pena y el orgullo. Hasta esta edad suele tener miedo de personajes adultos extraños que se comportan y visten de forma fuera de lo habitual, como Papá Noel- En estos instantes intenta seducir a los demás con sus gracias y destrezas, se siente orgulloso de sus logros y muestra con satisfacción sus creaciones artísticas.
Hasta los 6 años no termina el proceso de control de las emociones y hasta que ese momento llegue los sentimientos aparecen de forma espontánea, breve, intensa y, algunas veces, descontrolada.
A continuación, te proporcionamos una serie de recursos adicionales sobre el desarrollo infantil que pueden serte de utilidad:
Guía de Atención Temprana del Equipo de Atención Temprana de La Rioja: https://www.campuseducacion.com/blog/wp-content/uploads/2018/04/Guía-niño-0-a-3-años-La-Rioja.pdf
Guía de Desarrollo Infantil desde el nacimiento hasta los 6 años de la Federación Estatal de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana: https://www.campuseducacion.com/blog/wp-content/uploads/2017/10/14-guia-GUIA-DESARROLLO-INFANTIL-0-6-AN%CC%83OS.pdf
Programa Redes de Eduardo Punset, “El cerebro del bebé” https://www.youtube.com/watch?v=mx5c6YXKa9I
Manual para la Vigilancia del Desarrollo Infantil en el contexto de la Atención Integrada de las Enfermedades Prevalentes de la Infancia: https://www.campuseducacion.com/blog/wp-content/uploads/2018/04/manual-vigilancia-desarrollo-infantil-aiepi.pdf
La Educación Primaria es una etapa educativa que comprende seis cursos académicos, abarcando desde los seis hasta los doce años de edad. Su finalidad es la de facilitar a los alumnos los aprendizajes de la expresión y comprensión oral, la lectura, la escritura, el cálculo, la adquisición de nociones básicas de la cultura, y el hábito de convivencia, así como los de estudio y trabajo, el sentido artístico, la creatividad y la afectividad, con el fin de garantizar una formación integral que contribuya al pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos y de prepararlos para cursar con aprovechamiento la Educación Secundaria Obligatoria.
Asemejándonos a lo comentado en la etapa de Infantil, en esta analizaremos:
Además de ser un momento marcado por los cambios, pues los niños se enfrentan a un nuevo nivel educativo, este momento es un período de transición para los alumnos. En este tramo, el desarrollo corporal del niño pasa del estadio global y sincrético al de la diferenciación y análisis. Desde el plano motor, podemos observar cómo la globalización de movimientos ha dado paso a la segmentación y diferenciación de pequeños gestos. Poco a poco, los niños van a ir mostrándose más hábiles y diestros en sus acciones motoras.
Las características psicomotoras fundamentales de este período son:
A partir de los 8 años, el niño comienza a tener una conciencia creciente de sí mismo como persona, y va mostrando al mundo las señales de identidad de una futura personalidad.
Se muestra muy activo a la hora de realizar actividades físicas,y mantiene una actitud curiosa de exploración y descubrimiento. Comienza, también, a dar muestras de una independencia funcional de diversos segmentos corporales, y es capaz de sentirse muy seguro con respecto a su cuerpo y su capacidad de realizar todo tipo de acrobacias y ejercicios físicos.
Las características psicomotoras fundamentales de este período son:
Ahora ya son mucho más precisos a la hora de realizar movimientos y acciones corporales que requieren de cierta consideración previa, como saltar calculando ciertas distancias o alturas. Esta precisión quedará reflejada en otros aspectos, como en los juegos, que pasan a ser más competitivos, organizados y marcados por pautas y reglas.
Las características psicomotoras fundamentales de este período son:
Diferentes autores señalan que el período de los 6 a los 12 años es relativamente tranquilo y de grandes logros en la vida del niño. Adquiridos ya los primeros hábitos de la vida social (control de esfínteres, control de reacciones agresivas, interiorización de las normas fundamentales de convivencia) el niño llegará a:
Analizaremos el desarrollo afectivo y social de esta etapa de Educación primaria atendiendo a estos tres aspectos:
Durante esta etapa poco a poco va consolidando su propia identidad y tomando conciencia de sus capacidades y limitaciones, además de apreciar las diferencias entre las personas, ya sean físicas, psíquicas, culturales o de cualquier otro tipo, lo que constituye un aprendizaje básico para desarrollar el respeto y aceptación de los demás, tan necesarios para la convivencia.
Los niños y niñas de esta edad tienen gran capacidad de esfuerzo y entusiasmo. Es importante hacerles ver la relación entre su esfuerzo y lo conseguido.
A los 6 años comienza a querer a los demás de una manera más objetiva aunque recela de las situaciones nuevas y busca el afecto y protección de los demás, por lo que es muy sensible a las humillaciones y los desprecios.
A los 7 años aumenta enormemente la socialización, pone más atención en los demás y se produce un desarrollo de la capacidad para adoptar el punto de vista de los otros, es decir, la desaparición del pensamiento egocéntrico. Empieza a sentir emociones que antes no sentía, si éstas son positivas, ayudarán en la adquisición de seguridad y confianza en si mismos.
A partir de los 8 años ha superado totalmente la etapa del egocentrismo y se da cuenta de que él no es el centro de todo y empezará a buscar la compañía de los demás.
A partir de los 9 años es el momento de formar pandillas y de percibir a sus compañeros como los mejores y los más fieles, los grupos tienden a ser homogéneos sobre todo en cuanto a sexo y edad.
Aunque son muy influenciables por los adultos, respecto al las normas se produce un cambio desde la aceptación de las normas impuestas por dichos adultos a una cierta autonomía de pensamiento que va a hacer que consideran más válidas aquellas normas establecidas a partir de acuerdos. Las normas deben ser pocas y claras. Es el mejor momento para trabajar actividades de grupo, cooperativas pero también competitivas, basadas en el establecimiento de reglas.
Al final de la etapa se empieza a producir un cambio en el equilibrio alcanzado anteriormente, empezando la inestabilidad y la impulsividad, la preocupación por su imagen personal. El grupo de amigos se desestructura y se busca el apoyo de dos o tres amigos íntimos.
Sus relaciones con los adultos van a ser de dependencia ya que le siguen necesitando, le aprecian y le imitan. La autoestima va desarrollándose a través de una interacción entre la propia valoración de sus trabajos, de sus actividades y resultados, y la aprobación o refuerzo del adulto, debido a la lucha que mantienen entre autoconfianza e inseguridad.
Son muy sensibles a cualquier trato de favor o injusticia que los adultos manifiesten, siendo muy críticos con dichas actuaciones.
Es un momento en el se dan cuenta de que pertenecer a un grupo es mejor que estar solo y esto lleva a los niños y niñas a participar activamente en las propuestas que se generan en la escuela, siendo indudablemente éste un momento que como docentes debemos aprovechar, potenciando la capacidad de interacción social y el trabajo en grupo.
Esta es la edad de la integración progresiva en otros contextos sociales y no podemos olvidar que la familia sigue desempeñando un papel fundamental en la educación de los niños, por lo que conviene mantener las oportunas relaciones con las familias con el fin de conocer las características de los alumnos y el entorno donde se desenvuelven con el objeto de establecer pautas de intervención comunes entre la familia y la escuela.