L
a palabra “Escuela”, etimológicamente, significa descan-
so, ocio, tiempo libre, tranquilidad y paz. Y es que para los
griegos el término ocio (
scholé
) se relaciona con el cultivo
del espíritu, pues la escuela era un espacio en donde, libremen-
te y sin preocupaciones, se consagraba tiempo a la formación y
el estudio. Los clásicos consideraban el estudio como el camino
hacia el aprendizaje, y ese camino era algo placentero, liberador,
opuesto totalmente a la obligación y al deber sin sentido.
Cualquiera que, a día de hoy, reconsidere el término escuela
podrá ver que queda muy lejos de esta concepción que para
nuestros días es poco menos que filosófica, y es precisamente
este pensamiento casi automático el que se debe intentar cam-
biar, pues las escuelas deberían volver a ser entornos placen-
teros donde cultivar el espíritu como si fuera la mayor de las
aficiones.
Evidentemente, gran parte de la culpa la tenemos los adultos
que instruimos a los estudiantes, ya desde pequeños, en la cul-
tura del deber, la obligación, el esfuerzo y el estudio, todo ello
atesorado con tesón y claramente acertado, pero equivocado
en cuanto al hecho de su alejamiento a la verdadera pasión, a la
motivación y a la satisfacción por aprender.
Tal vez el primer paso estuviera en la formación de aquellos
que pueden determinar la diferencia entre acudir a diario a la
escuela con alegría e ir a ella como cumpliendo un castigo: los
docentes. Son los profesionales de la educación quienes ten-
drían que transmitir a sus alumnos el sentimiento de gozo ante
su propia formación, emulando el pensamiento clásico griego
que giraba sobre el hecho del aprendizaje, la lectura, la cultura y
el saber en los momentos de tiempo libre.
Ciertamente, las escuelas están repletas de grandes profe-
sionales que aman profundamente su trabajo y cuyo tesón hay
que alabar, pero quizá sea preciso que todo el colectivo docente
reflexionara sobre el sentido último de su quehacer educativo
para que pudiera autoevaluar su acción y dilucidar si, con sus
gestos y acciones diarias para con sus alumnos, está transmi-
tiendo si pasar tiempo en la escuela es visto como una pérdida
de tiempo o, por el contrario, una inversión.
El Equipo de
Campus Educación
Revista Digital Docente
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AÑO III - Nº 9 - ABRIL 2018
Editorial