7 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 33 - MARZO 2024 menor y, por otro lado, la conducta consecuente a un sentimiento. Las emociones que ocurren en el sistema límbico tienen que ser legitimadas siempre, cualquier emoción y en cualquier intensidad, sea calma, euforia o asco. Ahora, los adultos significativos del alumno, deben valorar la conducta consecuente a dicha emoción y clasificarla en adecuada o no adecuada. Nos encontramos con determinados alumnos en nuestras aulas que pueden pasar buena parte de la jornada lectiva con emociones muy definidas y duraderas en el tiempo que no siempre traen consigo estabilidad y dinamismo. La mejor estrategia para afrontar estas situaciones dentro del aula es mantener una buena actitud y predisposición del docente mediante la legitimación de la emoción porque, al final, los seres humanos queremos ser aceptados, validados y sentirnos parte del grupo, pero a veces se dan una serie de acontecimientos que nos limitan indagar sobre en el motivo puntual de un enfado, una desilusión o un momento de ira de alguno de nuestros escolares. Debemos intervenir sobre las emociones, incluso aquellas que desconocemos su motivo a priori, permitiendo y normalizando esa emoción. El menor necesita una mirada incondicional, de aceptación y sin juzgarle como persona por experimentar una vivencia y el docente paulatinamente puede ir tomando las medidas y herramientas oportunas para obtener información y poder valorar la conducta consecuente según su tipología y cubrir las necesidades que el alumno presenta. Para que los efectos conductuales de las emociones experimentadas cada vez sean más controladas y positivas, alcanzando la madurez adecuada a la edad del alumno, las emociones deben ser reconocidas por ellos mismos mediante la educación y mentalización, poder llevar a cabo juegos y dinámicas de interpretación gestual en la comunicación no verbal de las emociones, para poder ir decodificando las respuestas emocionales. Al ser expresiones generalmente universales, lo aprendido en el aula se extrapola al resto de contextos vitales de los estudiantes. En este proceso de identificación necesitamos explicitar y otorgar recursos para dicha finalidad. Incluso los niños pueden presentar emociones contrapuestas y generarles cierta confusión, pero esto es natural en todo ser vivo: tenemos un cerebro emocional que constantemente expresa sensaciones muy diversas y variadas, debemos registrarlas en uno mismo y en los demás. La comunicación y regulación de las emociones en el aula Para una mayor adaptación, el ser humano aprende de su estado anímico y crece mediante el desarrollo de la inteligencia social y emocional. Los docentes tenemos un papel esencial en la gestión y control de emociones e impulsos de los niños porque les aportamos estrategias de comunicación verbal y no verbal, ayudando a potenciar estas destrezas de manera efectiva. En ocasiones aparece contradicción en lo que se expresa oralmente y se muestra en los gestos y expresiones faciales, pero el ser humano tiende a prestar mayor atención a la práctica y al modelo de referencia. Las emociones tienen que ver con otros muchos procesos psicológicos como con la percepción, con el aprendizaje y por supuesto con la memoria. Se ha experimentado que cuando vivimos una emoción en su estado puro como por ejemplo la alegría, tendemos a recordar acontecimientos asimilados en la memoria a largo plazo que van en congruencia con ese estado emocional. Cuando estamos contentos, optimistas e ilusionados tendemos a recoger de la memoria aspectos que tienen coherencia y conexión con esa emoción, conducta reflejada en el niño que traerá consecuencias si no se gestiona el afecto de una manera adecuada. Una cuestión muy recurrente en los tiempos que corren es cómo ha podido afectar el uso de la mascarilla en tiempos de coronavirus dentro del aula y los espacios de aprendizaje y ocio infantil a nuestros alumnos en su comunicación y regulación de sus emociones. Tenemos muchas dudas de qué consecuencias futuras tendremos en cuanto a la interpretación, decodificación y la gestión de las emociones principalmente en la etapa de la infancia y niñez. De una manera innata el ser humano tiende a captar la atención principalmente de la cara mediante la percepción visual, por ello los niños pueden saber qué esperar de su interacción entre un igual o con un adulto en función del rostro de esas personas o el estado anímico que presenten. En la situación de pandemia sociosanitaria, los escolares no han podido descifrar el gesto de la boca de las personas, pero el desarrollo cerebral tiene una gran capacidad de adaptación y plasticidad que les ha permitido adaptarse a ese nuevo escenario y los niños como principales reclamadores de esa información, han ido focalizando su atención en la mirada, el contacto visual y la expresión que aporta las cejas, compensando esas dificultades. Emoción del alumno ¿Debe ser legitimada? Conducta consecuente Valoración del docente Rabia Siempre permitida y validada en todos los casos Tira su estuche contra el suelo Conducta señalada y trabajada desde el aula mediante mindfulness Culpa Siempre permitida y validada en todos los casos Llora por creer que su equipo ha perdido por su culpa Reconducción a dinámicas de cohesión grupal y mejora de la autoestima
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