RDD-N33-Marzo-2024

43 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 33 - MARZO 2024 2016). Dicho de otro modo, se trataría de situar la frontera entre un proceso de introspección llevado a cabo por el propio alumno, en el cual sus propias equivocaciones son analizadas de manera racional y un enjuiciamiento el que el alumno critica de manera excesivamente negativa todos y cada uno de sus errores. Signos reveladores En relación con los indicios más ordinarios y ostensibles en referencia al SI que serán brevemente detallados a continuación, conviene recalcar que, a diferencia de otros patrones de conducta en los que los sujetos perjudicados no tienen por qué manifestar todos los signos típicos, sino solo un porcentaje determinado de estos, la sintomatología que caracteriza al SI difiere en este sentido y, por ello, las susodichos “impostores” exhibirán virtualmente todos y cada una de estas señales. En parte, esto es debido al hecho de que todas estas evidencias constituyen un verdadero ciclo, es decir, un signo dependerá del anterior y así sucesivamente. En verdad, los expertos suelen hacer alusión a un “círculo vicioso del impostor” para calificar estas manifestaciones en su conjunto. Accesoriamente, cabe advertir que más indicios podrían, naturalmente, ser incluidos, pero es preferible establecer un listado conciso con las manifestaciones más convencionales y distinguibles. • “Factor suerte”. Los llamados “impostores” no atribuirán sus buenos resultados a sus aptitudes, sino a la suerte (Rao, 2019) o a factores externos como el hecho de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, en vez de achacarlo a factores internos como su inteligencia, su consistente ética de trabajo o sus capacidades organizativas (Sims, 2017). • Rechazo de elogios. No se sienten cómodos a la hora de recibir halagos, puesto que no creen merecerlos. En realidad, tienden, en el mejor de los casos, a considerar que esas felicitaciones son formuladas para reconfortarles por su flagrante y penosa ineficacia. En el peor de los casos, pueden llegar al extremo de interpretar esos cumplidos como una muestra de completo desprecio expresada por su entorno con el único propósito de humillarles. • Autodenigración. No solo no aceptan sus errores, sino que cuando sus equivocaciones son conocidas por su entorno, un sentimiento de vergüenza y humillación les invaden. Independientemente del hecho de que los susodichos “impostores” sean individuos brillantes, asombrosamente trabajadores, además de ser amados y respetados, en términos generales, por todos, van a recordar y centrarse por desgracia, en ese 1% de error presente en su trabajo y, por ese motivo, se olvidarán del 99% restante, el cual constituye un trabajo de una calidad excelente. Consecuentemente, después de haber cometido algún error ínfimo, su baja autoestima les empujará a la autoflagelación durante días, semanas, incluso años, mientras que una persona con unos niveles óptimos de autoestima no tendría en cuenta dicho error (Clance, 1985). • Miedo al fracaso. Según Kevin Chassangre, doctor en psicología y gran experto en la cuestión, una derrota es, sin duda, la mayor de preocupaciones para los supuestos “impostores” (Chassangre, 2020). De hecho, la manifestación del miedo al fracaso en las personas afectadas por el SI es tan palpable que se encuentra, de alguna manera, al origen de la expresión “síndrome del impostor”, en la medida que establece una autentica metáfora. El presunto “impostor” es el actor con una máscara que cree que no está a la altura del papel. Consiguientemente, es un actor que alberga sistemáticamente en él un miedo irracional a ser desenmascarado y juzgado como un fraude intelectual (Rao, 2019) y, por ello, cree que tiene que seguir interpretando. Desde un punto de vista racional, aparte de práctico, el fracaso debe ser contemplado como una fuente de aprendizaje y desarrollo personal. Pese a esto, para los llamados “impostores”, es la prueba más inequívoca de su impresión de fingimiento, en otras palabras, la derrota representa el hecho que expone su palpable ineptitud a la luz pública. • Búsqueda de validación. Por añadidura, aspiran constantemente a lograr la aprobación de las personas de su entorno, en el caso de alumnos, se trataría de profesores, compañeros y padres, pese a que, luego, irónicamente, no sean capaces de aceptar los elogios, tal y como ha sido explicado anteriormente. • Sobreesfuerzo. Con el propósito de triunfar, se exigen una capacidad de trabajo escasamente realista. De ahí que su ritmo de trabajo es frenético y termina generando inexorablemente unos elevados índices de ansiedad. De hecho, se les suele designar erróneamente con el término “perfeccionistas”. Una vez alcanzado el éxito, asocian dicho éxito a la ansiedad que han padecido para lograrlo, llegando a desarrollar una serie de supersticiones (Weir, 2013) dentro de su rutina de trabajo. A decir verdad, el ritmo de trabajo excesivo es el primero de los tres mecanismos que suelen aplicar para hacer frente a la ansiedad provocada por una nueva tarea o actividad que debe ser ejecutada. Los otros dos son: la procrastinación y el autosabotaje. Dependiendo del grado de percepción de engaño de los supuestos “impostores” frente a la tarea o actividad en cuestión, estos escogerán uno de los tres mecanismos, pudiendo también combinarlos. • Procrastinación. En referencia a la procrastinación, puede darse el caso que la tarea a la cual el presunto “impostor” debe enfrentarse sea de tal envergadura que se vea abrumado y de ahí que decida posponerla, y así, consigue olvidarse de la ansiedad causada por dicha tarea durante un breve periodo de tiempo.

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