14 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 30 - JUNIO 2023 Dudas, miedos e incertidumbre de los adultos ante las altas capacidades Los padres de un alumno con altas capacidades intelectuales son los grandes nominadores a la hora de saber que su hijo es diferente. Muchas veces desconocen el motivo por el cual sus hijos exteriorizan contrastes notorios en su manera de pensar, sentir y expresarse en comparación con otros niños de su mismo rango de edad. Esta situación puede hacer que la familia traslade esta preocupación hacia otros entornos, como la escuela o incluso el especialista sanitario. En general, la primera reacción de las familias tras conocer el diagnóstico de altas capacidades suele ser de miedo, inquietud, vértigo y preocupación por no saber cómo dominar una situación nueva que cambia la visión y la realidad del niño. Por ello, es relevante el apoyo y la visión tanto de los educadores y orientadores como de los sanitarios, para recibir información fiel, verídica y de calidad ante un escenario novedoso en el que los padres necesitarán una orientación, guía y pautas para normalizar la vida de su hijo. El papel del docente se torna elemental para empatizar con las familias y facilitar una intervención en la que todos los adultos próximos al alumno puedan participar y ser conscientes de las necesidades que el infante va requiriendo. En primer lugar, se debe recibir como una buena noticia porque no se está comunicando un diagnóstico psicopatológico, sino que se está notificando una condición que representa un desafío educativo y, por lo tanto, familiares y profesionales tienen en sus manos la oportunidad de reeducarse, formarse y reconfigurar un modelo educativo caduco que atienda realmente a cada persona según sus características y necesidades. Educar nunca es tarea simple y mucho menos si hay una diferencia incorporada a la complejidad de enseñar. Si a todo ello añadimos ingredientes como los prejuicios y estereotipos que están interiorizados en la sociedad acerca de la sobredotación o de las altas capacidades, el reto es, si cabe, más complejo. El alumnado, independientemente de sus peculiaridades, ha llegado para abolir el premio y el castigo, precisando la negociación con los adultos, requiriendo de explicaciones bien razonadas cada vez desde edades más tempranas, necesitando coherencia y congruencia en los actos para tomar ejemplo (Borges, Hernández y Rodríguez, 2009). Es importante ofrecerles retos y desafíos educativos reseteados, sin limitar a ningún escolar favoreciendo así el crecimiento académico y emocional que cada cual solicita. Tanto familias como docentes deben formarse e informarse en superdotación y altas capacidades cuando acontece un caso en el aula para poder aportar las herramientas suficientes en su proceso de enseñanza–aprendizaje, siempre de forma paralela y armónica sin generar confusión ni dudas entre el alumnado. Es importante dejar de lado consejos irreales y vaticinios catastrofistas acerca del futuro de un individuo con altas capacidades y vivirlo desde la naturalidad, estando atentos a las necesidades socioafectivas que van surgiendo en la vida del niño porque, en definitiva, familia y escuela son los principales responsables de cubrirlas y dotarle de óptimos instrumentos que le permitan normalizar su día a día. Desmontando prejuicios y falsas creencias En nuestra sociedad nos encontramos prejuicios y estereotipos muy profundos, cronificados y arraigados sobre las altas capacidades. Simplemente, si realizamos una búsqueda por Internet en cualquier navegador y buscamos por alumnado talentoso o con superdotación, las referencias son alumnos Einstein rodeados de bombillas, ideas y logaritmos matemáticos que transmiten una idea errónea, aunque culturalmente asociada a dicho alumnado. La genialidad de algunos artistas o científicos a lo largo de su historia que marcaron un hito en sus carreras, como expresa Pintado (2005), tiene que ver con el producto alcanzado, no con la condición. La mayoría de los niños con altas capacidades intelectuales son escolares que están “en proceso de”, es decir, solamente es potencial. Y, si ese potencial no se canaliza adecuadamente, muy probablemente se pierda. Los mitos más extendidos según el análisis de Fernández (2011) serían: • Son niños sobreestimulados por parte de los progenitores. Podríamos asegurar que esta creencia es completamente falsa porque la alta capacidad no se puede estimular, no se puede crear. Es una condición que viene predispuesta genéticamente y que es estimulada a nivel ambiental. • Para desarrollar su potencial necesita disfrutar de muchas experiencias extraescolares. Se trata de acompañar desde un lugar de observación y desde un lugar de mucha empatía. Dejarles experimentar, probar, satisfaciendo aquellas necesidades de estímulos que van reclamando, no presionarles a realizar actividades que no llaman su interés. • Hay más alumnos con altas capacidades en la clase social alta. Este mito nace de la idea errónea de pensar que en los colegios más elitistas hay disposición de mayor número de recursos y por ello tener más oportunidades de estimulación. Pero como se decía anteriormente, ni la clase social ni el entorno cultural determinan una sobredotación. • Son escolares solitarios y se aíslan del grupo. La realidad es que en muchos de los casos presentan problemas de afinidad con el grupo de iguales. Tienen afinidades que a veces distan de los intereses del resto de compañeros de la misma edad. De todos los estereotipos que se vinculan a las altas capacidades, el que más puede perjudicar al individuo y a
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