34 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 29 - MARZO 2023 Desde el ámbito sociocultural se aprecia y reconoce que existe una violencia, en numerosos ámbitos, contra las mujeres en numerosos contextos. Esta lacra social se ha generalizado y perpetuado a través de las diferencias en ingresos, acceso y participación en cultura, funciones sociales y en el hogar… de modo que, desde la base en la construcción de una sociedad, que es la educación, las maestras y los maestros deben de aplicar medidas y pedagogías feministas y coeducativas, de calidad y efectivas, para promover principios, valores, derechos y libertades que generen igualdad de oportunidades independientemente del sexo y género de los niños y niñas. Antes de adentrarnos en este breve análisis sobre la contribución, positiva o negativa, de la escuela, vamos a analizar desde el marco de la igualdad la diferencia entre sexo y género porque puede ocasionar una mezcolanza que deriva en errores conceptuales. Mientras que el sexo abarca las características que están biológicamente determinadas (rasgos cromosómicos, genéticos, anatómicos, reproductivos y fisiológicos) (Ritz et al., 2014), el género hace referencia a la construcción social de mujeres y hombres, de feminidad a masculinidad, que varía en el tiempo, en el espacio y entre las culturas (Sieck, 2015). Destacamos, de aquí, el término “constructo social” descrito por Berger y Luckmann (2016) como la transformación del ser humano en sujetos tipificados a raíz de roles y reglas plasmadas en instituciones sociales fruto de la interacción en un sistema colectivo. La siguiente infografía ilustra las diferencias principales entre sexo y género. Solapando con la realidad cómo los constructos sociales (perpetuados, a veces inconscientemente, por la escuela) pueden asociar sexo y género, de forma incorrecta y contribuir a la desigualdad y brecha, ejemplificamos: Los ni os no lloran; El rosa es color de ni a; Las ni as no tienen que jugar a fútbol; Las mu ecas son juguetes para chicas; etc. Al fin y al cabo, somos los adultos (maestra, padre, abuela, hermano…) quienes vamos escribiendo esos libros en blanco, configurando la sociedad de mañana. Si llegados a este punto, el lector o lectora se plantea cómo la sociedad nos define a través de la crianza y la educación y cómo esto planta la semilla de la desigualdad y frustración en la propia identidad, podremos avanzar en esta temática con las mejores gafas posibles. Por su parte, Fernández (1990) afirma que desde los espacios educativos se identifican desigualdades. Para este autor hay que atender a un currículo oculto2 que está formado por una serie de creencias, actitudes y prácticas que se instalan de manera inconsciente en las estructuras del centro educativo y sus enseñanzas de género cuando lo que se da a conocer es fundamentalmente la historia masculina. Las practicas comunicativas y gestuales también juegan un rol fundamental porque están sesgadas por el género, esto deriva en la necesidad de cuidar tanto la comunicación verbal como no verbal porque el profesorado, con su Figura 2. Diferencia entre género y sexo 1 Esta declaración se desarrolla en la Resolución de la Asamblea General 48/104 del 20 de diciembre de 1993. A través de ella la Comisión contribuyó a que, por primera vez, el problema de la violencia contra las mujeres figurara en primer plano de los debates internacionales. 2 El currículo oculto hace referencia a lo aprendido de forma inesperada pues, como afirma Acaso (2012), todos los elementos constituyentes del contexto educan.
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