52 ISSNe 2445-365X | Depósito Legal AB 199-2016 Nº 28 - DICIEMBRE 2022 afectivo-sexual y social, y la igualdad efectiva de derechos y oportunidades de mujeres y hombres. Del mismo modo que el avance tecnológico y digital de nuestros días es algo que de forma obvia ha mejorado multitud de dimensiones, pero, que desde la cordura ha de ser tenido en cuenta como una ayuda y un soporte, nunca como un modo propio de vivir (al contrario, justamente, de lo que se viene haciendo), las pretensiones educativas del gobierno de nuestro país y del resto de Estados europeos, si bien son acertadas en la medida en que priorizan el saber, el saber ser y el saber hacer, no son suficientes para coger las riendas sobre el problema que planteábamos al principio: lo desligado que está el individuo de sí mismo y las repercusiones que ello conlleva. Si no se educa en una visión plena de uno mismo, aportando las herramientas necesarias de autoconocimiento con las que poder domeñar nuestro pensar, en los mismos términos de ser, saber, sentir y ser, jamás podremos adaptarnos en colectividad, ni ser competentes, ni librarnos de dificultades emocionales de cualquier tipo. La conquista de uno mismo tiene que ser el abanderamiento de un mundo mejor, y está claro que ese estandarte tan sólo puede alzarse desde el terreno educativo. Lo verdaderamente inquietante es cuestionarse el porqué de no considerar estas premisas como punto de partida fundamental a otros tantos disturbios a los que parece ya nos hemos acostumbrado. Por qué la ciencia de la pedagogía no se pone al servicio de los grandes problemas que manifiestan, no los individuos de una determinada sociedad, sino las personas en su individualidad, para procurar el florecer de la espiritualidad personal e irradiarlo a los demás. La propuesta de una educación para la utopía a través de la intuición es, sin lugar a dudas, una de las vías de acción que pueden atajarse para comprometer al individuo consigo mismo y, por ende, con los demás, con su tiempo y con su época. Por tanto, hacer del alumno un ser consciente de sí mismo que entienda las características de la sociedad en la que está imbuido y sepa gestionar el influjo que sobre él tienen las emanaciones negativas propias de su tiempo. La utopía ha de concebirse como aquello que no tiene lugar y, por lo tanto, está fuera del tiempo y del espacio para significar con seguridad un asunto imposible de realizar en este universo y relacionado con otro mundo, o sea, con una región más allá de estas dimensiones, un ámbito celeste y perfecto donde las cosas fueran en verdad y no signadas por las imperfecciones humanas (González, 2016). Es así que esta utopía se entiende como algo sustancialmente interior, un espacio propio del alma humana, de modo que se piensa más allá que simplemente algo idílico o inalcanzable, ya que no es un posible, sino que es un hecho. Con la utopía no se identifican una serie de postulados que pueden ser aplicables si de otros modos se contase con mecanismos que los hicieran realidad; en verdad, puede ser empleada, desde el punto de vista educativo, como un medio de conocimiento interior. Con la utopía se simbolizarían los estados superiores del alma en donde habitan las energías vivas del Universo, siendo un mundo que puede ser perfectamente conocido a través del despertar de la intuición (Valls, 2002). Y es, precisamente, esta intuición, como un mecanismo intelectual, la que desde la educación se debe cultivar, fomentar y ejercitar, como medio indispensable de acercamiento a la realidad de uno mismo, junto a las verdades superiores, y alejar así a la persona de este tiempo del nihilismo imperante que de nada sirve y nada aporta. Maticemos que esta intuición no es, en absoluto, esa facultad puramente sensitiva y vital que todo sujeto puede experimentar de manera espontánea y casi primitiva. Es, en efecto, una intuición intelectual y suprarracional de la cual los modernos parecen haber perdido hasta la simple noción, configurando esencialmente el conocimiento del corazón. Tal conocimiento es en sí mismo incomunicable, y es preciso haberlo realizado, por lo menos en cierta medida, para saber qué es verdaderamente (Guénon, 2014). Innegable es que la intuición sea un arma poderosísima de acercamiento a conocimientos infinitamente más profundos. Culturalmente, y con más profusión desde las ciencias de la educación, se ha puesto un empeño superlativo en el despliegue de la Figura 3. Tabla Esmeralda, de Hermes Trisgemisto (extraído de Wikipedia)
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