Thinking Based Learning. #CEdRevistaDigitalDocente Share on XResumen: En la escuela del siglo XXI, enseñar a pensar es imprescindible. La sociedad del conocimiento ha cambiado el objetivo de la educación, la enseñanza de destrezas y, por tanto, la enseñanza del pensamiento. Se debe promover una cultura de pensamiento, fomentando tanto el uso, como la habilidad de pensar. En este ámbito destaca el modelo Thinking Based Learning (TBL) de R. Swartz.
Palabras Clave: Aprendizaje Basado en el Pensamiento; Inteligencia; Destrezas; Pensamiento crítico.
Abstract: In the 21st century school, teaching how to think is esential. The Knowledge Society has changed the aim of education; teaching skills, and, therefore, teaching thinking. It must be promoted a thinking-based culture, encouraging as much the use as the ability of thinking. In this field stands out the Thinking Based Learning (TBL) model of R. Swartz.
Keywords: Thinking Based Learning; Intelligence; Abilities; Critical Thinking.
ENSEÑAR A PENSAR – THINKING BASED LEARNING
¿Qué significa ser un buen pensador? Tradicionalmente, la respuesta a esta pregunta ha sido formulada en términos de habilidad o destreza cognitiva, entendiendo que ser un buen pensador conlleva habilidades de pensamiento críticas y creativas. Sin embargo, los buenos pensadores, junto con las habilidades de pensamiento, poseen motivaciones, actitudes, valores y hábitos mentales que determinan el buen uso de las habilidades de pensamiento (Del Pozo, 2005).
Perkins (1994) explica que el objetivo de enseñar a pensar es el de preparar a los alumnos para que, en un futuro, puedan resolver problemas con eficacia, tomar decisiones bien meditadas y disfrutar de toda una vida de aprendizaje.
Junto a este autor, Swartz es uno de los referentes en el fundamento del aprendizaje basado en el pensamiento, lo que ha dado lugar al Thinking Based Learning (TBL).
Índice de contenidos
Antecedentes
Hasta los años 60, el estudio de la inteligencia se había limitado al análisis del pensamiento convergente, es decir, al pensamiento orientado a la solución convencional de un problema. Guilford (1950) da el primer paso para la consideración del pensamiento divergente como entidad propia e independiente, fomentando el pensamiento que elabora criterios de originalidad, inventiva y flexibilidad. A través del pensamiento divergente, la creatividad puede plasmarse en la invención o descubrimiento de objetos y/o técnicas, en la capacidad para encontrar nuevas soluciones modificando los habituales planteamientos o puntos de vista, o en la posibilidad de renovar antiguos esquemas o pautas.
En 1970, un filósofo de la educación, Mathew Lipman, introducía en el mundo de la educación el conocido como Programa de Filosofía para Niños (FPN). Usando principalmente un proceso de búsqueda y convirtiendo la clase en una “comunidad investigadora”, lograba desarrollar en los niños la capacidad de pensar de manera crítica y creativa.
En 1990, un grupo de expertos identificó destrezas como interpretación, análisis, evaluación, inferencia, explicación, predicción y autorregulación como el centro del pensamiento crítico (Facione, 1990).
Swartz y Parks (1994) sugieren que el desarrollo del pensamiento crítico requiere que los estudiantes sepan realizar, con destreza, diferentes tipos de pensamiento; esto es, pensar con habilidad sobre cómo explicar causas, predecir, evaluar la fiabilidad de las fuentes de información, relacionar las partes que forman un todo, entre otros.
En este contexto, Swartz desarrolló el método Thinking Based Learning (2008).
Thinking Based Learning
El TBL es un método de enseñanza activo centrado en el alumno que contrasta con métodos de enseñanza tradicionales centrados en el profesor y en la necesidad de los alumnos únicamente de memorizar contenidos para aprobar exámenes. La cultura de pensamiento no hace referencia solo al uso, sino también a la habilidad de pensar, valorando el pensamiento a nivel individual y grupal. Por lo tanto, las nuevas actividades a aplicar son aquellas experiencias que promuevan el aprendizaje de pensamiento.
Perkins (1994) propone que en la escuela se desarrollen actitudes más positivas que lleven a los alumnos hacia el aprendizaje, así como también al pensamiento mediante la enseñanza del eje de “aprender a pensar”. Una gran parte de ser inteligente significa tener disposiciones de pensamiento sólidas.
La enseñanza de las destrezas de pensamiento puede realizarse según tres modelos:
- Programas específicos sin contenido curricular
- Uso de métodos que ayuden a la adquisición de los contenidos
- Infusión de pensamiento dentro de los contenidos (sería el modelo al que optaríamos en la cultura de pensamiento)
El resultado del Aprendizaje Basado en el Pensamiento es que los alumnos aprenden destrezas de pensamiento para toda la vida y logran entender el contenido de las materias que estudian en el currículo estándar de manera más enriquecedora y más profunda que en las aulas más tradicionales (Swartz, 2011).
De hecho, la educación se entiende como medio para promover interacciones humanas dirigidas a transformar las propias construcciones de quienes participan en el acto educativo, no sólo el profesorado y el alumnado, sino de la comunidad en su totalidad. Esto fundamenta que todos los agentes intervengan en cada una de las decisiones educativas desde la perspectiva comunicativa, es decir, mediante las relaciones que mantienen entre sí. Desde esta comprensión, educar significa, precisamente, la transformación de cada sujeto que enseña y aprende, resultado de sus múltiples interacciones solidarias con los demás, donde sus acciones y opciones son válidas y tienen cabida en la escuela, si son justificadas desde pretensiones de validez (Ferrada y Flecha, 2008).
Rutinas de pensamiento
El aprendizaje basado en el pensamiento requiere una enseñanza de procedimientos orientada a realizar hábilmente diferentes tipos de razonamiento de orden superior (tareas complejas de pensamiento como la toma decisiones y resolución de problemas), además de importantes rutinas de pensamiento (como escuchar con atención a los demás e indicar los motivos para aceptar o descartar ideas).
Las rutinas de pensamiento se entienden como instrumentos que se utilizan una y otra vez en las aulas y que contribuyen a generar unos movimientos concretos de pensamiento; estructuras en las que los alumnos, de una manera individual o colectiva, inician, discuten, exploran y gestionan su pensamiento, a la vez que descubren modelos de conducta que permiten utilizar la mente para generar pensamientos, razonar y reflexionar (Del Pozo, 2005).
Mediante las rutinas de pensamiento se pretenden trabajar diferentes tipos de pensamiento (Del Pozo, 2005):
- Generar ideas: posibilidades alternativas y crear metáforas.
- Clarificar ideas: analizar ideas y argumentos.
- Evaluar ideas: información e inferencias.
- Tareas complejas de pensamiento: toma de decisiones y resolución de problemas.
El profesor que pide a los alumnos que utilicen estas rutinas de pensamiento para reflexionar sobre los contenidos importantes que están aprendiendo contribuye a que se produzca una infusión de la enseñanza del pensamiento crítico y creativo en la instrucción del contenido, la piedra angular del Aprendizaje Basado en el Pensamiento, tal y como refleja Rita Hagevik (citado por Swartz, 2011).
Lección de Thinking Based Learning
Las lecciones dentro de los programas de infusión de pensamiento dentro de los contenidos de aprendizaje se estructuran en tres partes o momentos. En un primer lugar, se debe introducir la destreza de pensamiento, realizando preguntas concretas y partiendo de situaciones cercanas al alumnado. Posteriormente, ha de guiarse al alumnado a través de lo que se conoce como “mapas de pensamiento” y “organizadores gráficos”, para terminar con los procesos de transferencia a nuevas situaciones.
Organizadores gráficos
El alumno aprenderá a usar diferentes herramientas de pensamiento mientras participa del proceso en el TBL.
El organizador grafico ayuda a mejorar el pensamiento, sobre todo para los alumnos que aprenden mejor utilizando la inteligencia visual-espacial.
Un buen organizador gráfico, además, no solo muestra las relaciones importantes de cada proceso de pensamiento, sino que sirve de guía a los alumnos, posibilita recoger toda la información que de otra manera sería difícil retener en la memoria, y muestra con claridad la relación entre diversos fragmentos de información.
Estos organizadores gráficos variarán según la destreza a enseñar:
Destrezas de pensamiento
Las destrezas de pensamiento se pueden transferir y aplicar a nuevas situaciones, tanto curriculares como en la vida cotidiana, pues acaba formando parte de la manera habitual de pensar y organizar la información de quien las practica.
El docente debe favorecer que ese aprendizaje permanente que el alumnado necesita para desarrollar las capacidades necesarias con el fin de generar de manera continua posibles soluciones según las vaya necesitando. Por tanto, se destaca la importancia de enseñar estrategias cognitivas que permitan al alumnado hacer un mejor uso de lo que ya conoce y de lo que sabe hacer, con el objetivo de que se le capacite para buscar nuevas respuestas a nuevos conflictos.
En la medida en que el alumnado tome conciencia de la naturaleza y procesos de su propio pensamiento, tendrá una mayor capacidad de conocimiento y control, lo cual nos indica que parece deseable que los componentes de metacognición sean objeto implícito en la enseñanza.
Metacognición
Para que haya un marco de enseñanza apropiado para la comprensión es necesario un final metacognitivo de la sesión. La metacognición adquiere un papel muy importante ya que invita a los alumnos a reflexionar sobre su propio pensamiento y se les estimula para que la usen y construyan estrategias de pensamiento como respuesta a diversos desafíos intelectuales y de aprendizaje.
Así, por ejemplo, para aprobar los exámenes, los alumnos no se limitarán a intentar recordar lo que han aprendido, simplemente. Al contrario, recurrirán a conocimientos adquiridos anteriormente, reuniendo nueva información para aplicarla a su tarea de aprendizaje actual, de tal forma que se enriquezca y profundice su comprensión de lo que están aprendiendo.
Cuando se enseña a los alumnos a pensar, a usar procedimientos reflexivos que les permita pensar sobre su propio pensamiento, el uso de estas estrategias para un pensamiento crítico tiene un efecto duradero en sus hábitos intelectuales que les llevará a mejorar tanto su comprensión y habilidad para utilizar lo que aprenden como la calidad del resto de su aprendizaje permanente o a lo largo de toda la vida.
Cambio de paradigma
El enseñar a penar es uno de los quehaceres pendientes de las escuelas del siglo XXI. En la Sociedad del Conocimiento se generan, reproducen, distribuyen y aplican los resultados de procesos basados en nuevas tecnologías para incrementar los saberes y el conocimiento (Sevillano y Feliz, 2018), pero esto no es suficiente y la educación requiere un cambio claro de paradigma.
Con este cambio de paradigma, no es necesario tanto la adquisición de contenidos teóricos, sino las capacidades de búsqueda, investigación, gestión y síntesis de la información, al igual que la habilidad en la resolución de problemas.
En la sociedad actual más que la adquisición de contenidos se debe fomentar la adquisición de destrezas, en lo que el TBL tiene un papel fundamental, consiguiendo fomentar desde un inicio todas estas destrezas, toma de decisiones y predisposición hacia el aprendizaje.
Una cultura de pensamiento se crea en aquellos lugares en los que el pensamiento individual y de grupo es valorado y se hace visible, y se promueve de forma activa como parte de las experiencias cotidianas y habituales de los miembros del grupo (Richart, 2002).
En un aula en el que hay un lenguaje de pensamiento, existe una disponibilidad de tiempo y se forman patrones de conducta intelectual productivos creando en los alumnos una predisposición al pensamiento.
Las rutinas de pensamiento son estrategias breves y fáciles de aprender que orientan el pensamiento de los estudiantes y dan estructura a las discusiones de aula. En la sociedad del conocimiento, el alumnado está acostumbrado a recibir un constante bombardeo de información, siendo los procesos mentales ágiles y pasajeros. Así, estás rutinas sirven de estructura para que, una vez interiorizadas, se acaben convirtiendo en el modo natural de pensar y operar con los contenidos curriculares dentro del aula y en la vida misma.
Comprendiendo las rutinas de pensamiento como herramienta para trabajar la metacognición desde edades tempranas, así como la capacidad de análisis y gestión de como pensamos, podemos conseguir aprendizajes más significativos y una mejor gestión de los recursos y procesos cognitivos de nuestro alumnado (Granado, 2017).
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El artículo Thinking Based Learning. Enseñar a pensar forma parte del número 13 de Campus Educación Revista Digital Docente un proyecto destinado a la divulgación de publicaciones de carácter educativo que permite la difusión del conocimiento y pretende el enriquecimiento de toda la comunidad educativa.
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