Relación entre resiliencia e inteligencia emocional

Implicaciones en el desarrollo de competencias socioemocionales

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Relación entre resiliencia e inteligencia emocional.

La resiliencia y la inteligencia emocional son conceptos que se relacionan entre sí e igualmente importantes no sólo para el manejo de las emociones y el control del estrés, sino para el logro del bienestar subjetivo e, incluso, la felicidad. Además, ambos conceptos mantienen una particular relación en el desarrollo de las competencias socioemocionales, con lo que ambas capacidades, y las competencias asociadas a las mismas, podrían entrenarse, potenciarse y robustecerse si se pusieran operativas de manera conjunta en el terreno educativo.

Tanto los modelos de inteligencia emocional como los de resiliencia hacen referencia a un conjunto de habilidades de procedencia psíquica que influyen positivamente en la conducta, ya sea para afrontar una adversidad, en el caso de la resiliencia, como en el manejo y el control de las emociones, en de la inteligencia emocional.

En principio, asumimos que la inteligencia emocional es una capacidad que permite conocer y manejar las emociones propias y las de los demás, de sentir satisfacción y ser eficaces en la vida (Goleman, 1996). La resiliencia, por su parte, se vincula a nuevos parámetros de conductas que permiten superar los sucesos estresantes o traumáticos que pueden acontecer en el diario vivir (Brooks y Goldstein, 2010).

Ahora bien, ¿Cuál es el nivel de inteligencia emocional y el nivel de resiliencia que tiene cada persona? ¿Cuál es la relación existente entre ambos términos?

RESILIENCIA E INTELIGENCIA EMOCIONAL

Contextualización

Si en los comienzos del estudio de la inteligencia emocional el interés se focalizó principalmente en el esclarecimiento de la naturaleza del constructo y en su forma de operacionalización (Salovey y Mayer, 1990), más recientemente, los estudios se han orientado a constatar los efectos de una buena inteligencia emocional en el desempeño social y/o educativo de las personas. Tal como indican Blanes, Gisbert y Díaz García (2014), la línea de investigación actual toma en cuenta dos aspectos de crucial relevancia:

  • La necesidad de establecer la utilidad y el rol que cumple la inteligencia emocional en diversas áreas vitales de las personas.
  • La necesidad de evaluar la relación de la inteligencia emocional con otras variables importantes en el desarrollo y bienestar de los individuos, como es el caso de la resiliencia.

En esta línea de investigación, estudios realizados sobre la relación entre las emociones positivas y la construcción de la resiliencia, indican que la experiencia de este tipo de emociones se asocia con:

  • La implementación de estrategias de regulación de los eventos negativos o estresantes.
  • La presencia de recursos físicos, psicológicos y sociales para afrontar experiencias de adversidad.
  • El desarrollo de la capacidad de resiliencia.

En otros términos, los sujetos resilientes manejan y comprenden mejor sus emociones, lo que podría vincularse también a mayores niveles de inteligencia emocional. En consecuencia, es posible postular, si se concibe exclusivamente la resiliencia como la capacidad de fortalecerse ante situaciones de crisis o traumáticas, como una competencia fundamental para el desarrollo de la inteligencia emocional.

Concepto de Resiliencia

Este concepto surge y se desarrolla en un contexto social y académico influenciado por la posmodernidad. La resiliencia puede considerarse un mecanismo de autoprotección y/o conducta saludable inherente al ser humano, a través del cual se generan respuestas adaptativas que permiten al individuo resistir y manejarse de forma efectiva a pesar de acontecimientos desestabilizadores, condiciones de adversidad, riesgo o circunstancias estresantes, superarlas, sobreponerse, salir fortalecido, construir conductas vitales positivas, e incluso ser transformado por ellas.

El término resiliencia está asociado a una reacción defensiva y a la capacidad para preservar la integridad. Surge como una elaboración personal ante circunstancias desfavorables y depende de la capacidad del sujeto para re-significar los acontecimientos y reconstruir su propio mundo subjetivo (Cyrulnik, 2006).

Características de la resiliencia

Desde la perspectiva de la psicopatología evolutiva (Luthar, 2006) se han descrito características de la resiliencia relacionadas tanto con dimensiones de la personalidad como con el desarrollo competencial.

Estas características son:

  • Buena inteligencia.
  • Temperamento fácil.
  • Tener control sobre lo que ocurre en el entorno.
  • Alta autoestima y autoeficacia.
  • Búsqueda de apoyo social.
  • Humor y optimismo vital.
  • Afrontamiento adecuado de los problemas.
  • Buena gestión de la autonomía personal.
  • Capacidades de planificación efectiva.
  • Capacidad de entusiasmo.
  • Motivación e interés por las cosas y lo que acontece en el mundo.

Muchos autores coinciden en concebir a la resiliencia desde un modelo ecológico-transaccional, como un proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación recíproca que le permite a la persona adaptarse a circunstancias adversas. Chok, Chok, Mori, Shmigu y Tominaga (2000) advierten que la resiliencia reduce la intensidad del estrés y produce el decrecimiento de manifestaciones emocionales negativas, como la ansiedad, la depresión o la ira, al tiempo que aumenta la curiosidad y la salud emocional. En consecuencia, la resiliencia parece efectiva no solo para afrontar adversidades sino también para apuntalar la salud mental y emocional.

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Afrontamiento activo y resiliencia

Las dimensiones positivas de la personalidad, como la resiliencia, el sentido de la coherencia y los procesos auto-reguladores como la autoeficacia, son la base de estilos de afrontamiento activos y constructivos frente a las situaciones estresantes o adversas que la vida en general plantea a todas las personas (Bowlby, 1983). Sin embargo, el componente emocional no se circunscribe al estudio de las dimensiones mencionadas.

La competencia emocional incluye además las emociones positivas y recursos personales que producen estados de ánimo y pensamientos positivos, creativos y originales. Una adecuada percepción de nuestros sentimientos y emociones, así como las de los demás, contribuye a plantear razonamientos ajustados a la realidad, lo que permite una toma de decisiones más acertada.

Por ello, los elementos de competencia personal (como la conciencia de uno mismo, la autorregulación y la motivación) y de competencia social (como la empatía y las habilidades comunicativas) constituyen factores adaptativos de la personalidad (Goleman, 1996) que han de ser considerados desde el ámbito educativo.

Concepto de Inteligencia Emocional

La inteligencia emocional implica una serie de habilidades como la percepción, la asimilación, la comprensión y la regulación emocional. La capacidad de asimilar un estado emocional (por ejemplo, la alegría) al pensamiento, puede modificar la perspectiva hacia los problemas, adoptar una visión más optimista y modificar puntos de vista, mejorando o ampliando las formas de solucionar los contratiempos.

La inteligencia emocional es considerada como “La habilidad para percibir, valorar y expresar la emoción adecuadamente y adaptativamente; la habilidad para comprender la emoción y el conocimiento emocional; la habilidad para acceder y/o generar los sentimientos que faciliten las actividades cognitivas y la acción adaptativa y la habilidad para regular las emociones en uno mismo y en otros”.

Goleman (1996), por su parte, postula que la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás; de automotivarnos y conducir de manera positiva nuestras emociones, sobre todo las que tienen que ver con nuestras relaciones con los demás.

Es decir, aglutina en la inteligencia emocional la fluctuación de cinco competencias principales:

  • El conocimiento de las propias emociones.
  • La capacidad de controlar las emociones.
  • La capacidad de motivarse a uno mismo.
  • El reconocimiento de las emociones ajenas.
  • El control de las relaciones.

No todas las personas manifiestan el mismo grado de pericia en cada uno de estos dominios. Hay quienes son sumamente diestros en gobernar su propia ansiedad, por ejemplo, pero en cambio, son relativamente ineptos cuando se trata de apaciguar los trastornos emocionales ajenos. Si bien el sustrato de nuestra pericia al respecto tiene un origen neurológico, el cerebro es asombrosamente plástico y se halla sometido a un continuo proceso de aprendizaje. Las lagunas en la habilidad emocional pueden remediarse y, en términos generales, cada uno de estos dominios representa un conjunto de hábitos y de reacciones que, con el esfuerzo adecuado, pueden llegar a mejorarse (Goleman, 1996).

Relación entre Resiliencia e Inteligencia Emocional

Aunque hayamos ofrecido definiciones para la resiliencia y la inteligencia emocional, bien es cierto que tienen lugar polémicas relacionadas con la definición de ambos constructos, los modos de concebirse y, en efecto, sobre los métodos que permitan realizar mediciones y operar en la práctica real (Molero, Saiz y Esteban, 1998).

Aun así, la mayor parte de los autores hasta el momento plantean que la inteligencia emocional cumple un papel decisivo en el desarrollo de las destrezas emocionales y sociales, siendo este un factor crucial para el aprendizaje y la adaptación en la escuela (Mestre, Guil, Segovia, Gil-Olarte y Núñez Vázquez, 2007). Asimismo, sostienen que los programas de inteligencia emocional ejercen una influencia favorable en los logros académicos y en el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, tal como sucede con los programas de promoción de la resiliencia (Mestre, Guil, Segovia, Gil-Olarte y Núñez Vázquez, 2007).

Una de las claves de la relación entre inteligencia emocional y resiliencia radica en el hecho de que los eventos estresantes tienen inherentemente un elevado contenido emocional. Por este motivo, la capacidad de las personas para regular las emociones es un factor críticamente importante en la determinación de la resiliencia (Troy y Mauss, 2011). Las investigaciones que han tratado cuantitativamente los constructos de resiliencia e inteligencia emocional (abarcando distintos instrumentos de medición) reconocen que se relacionan significativa y positivamente. Estas relaciones significativas tienen lugar en distintos contextos territoriales y unidades de análisis y estas relaciones significativas entre ambos constructos se presentan de manera bidireccional y siempre acompañadas de otros procesos, según se representa en la siguiente figura.

Estudios relacionales

Los resultados de los estudios revisados indican que las personas con altos niveles de inteligencia emocional muestran mayores factores de protección personales, familiares y fuentes de resiliencia. En todas las investigaciones se registran asociaciones positivas entre las puntuaciones de inteligencia emocional, medida a través de autoinformes, y el grado de resiliencia de las personas (Brodkin y Coleman, 1996; Joseph, 1994; Tusaie y Dyer, 2004; Wang, Haertel y Walberg, 1997). Enfáticamente, se reconoce la existencia de asociaciones significativas y positivas entre inteligencia emocional y resiliencia, en tanto los individuos más inteligentes emocionalmente poseen la habilidad para convertir emociones negativas en desarrollo positivo ante hechos adversos.

En la totalidad de esos estudios se señala la importancia de desarrollar habilidades emocionales en el aula, integrando este aspecto junto a otras variables personales y sociales que han mostrado una asociación con el éxito en el ámbito educativo (motivación, habilidades cognitivas, expectativas, redes de apoyo, entre otras).

Los importantes hallazgos obtenidos en torno a la inteligencia emocional en el ámbito educativo enfatizan la necesidad de integrar en el currículum el desarrollo emocional de los estudiantes en los diferentes niveles de enseñanza.

El artículo Relación entre resiliencia e inteligencia emocional. Implicaciones en el desarrollo de competencias socioemocionales forma parte del Número 3 de Campus Educación Revista Digital Docente, un proyecto destinado a la divulgación de publicaciones de carácter educativo que permite la difusión del conocimiento y pretende el enriquecimiento de toda la comunidad educativa.

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Juan Manuel y Jon Mikel
Juan Manuel Núñez Lozano es Diplomado en Magisterio de Educación Especial, Licenciado en Psicopedagogía y tiene un Máster en Psicología, Educación y Desarrollo. En la actualidad es Asesor de Necesidades Educativas Especiales en el Centro de Innovación y Orientación Educativa del País Vasco. Jon Mikel Luzarraga Martín es Diplomado en Educación Social, Licenciado en Pedagogía y tiene un Máster de Multilingüismo en Educación. Actualmente es doctorando en Educación, Escuela, Lengua y Sociedad en el País Vasco.