Los #Castigos en la #Educacion. #CEdRevistaDigitalDocente Share on XResumen: El castigo es uno de los primeros recursos que se nos viene a la cabeza cuando queremos corregir una conducta indeseada en el alumnado. La falta de conocimiento y los efectos que puede ocasionar hace plantearnos si verdaderamente estamos actuando de la manera correcta. Por eso, este articulo pretende aclarar las dudas y cuestionar la funcionabilidad que tiene como medida correctora de conductas, analizando los tipos de aprendizajes que se dan en el comportamiento y algunas alternativas que podemos utilizar.
Palabras clave: Castigo; Comportamiento; Medidas correctoras; Refuerzo; Conducta; Condicionamiento.
Abstract: Punishment is one of the first resources that comes to mind when we want to correct an unwanted behaviour on the student. The lack of knowledge on the effects it may cause makes us wonder if is appropriate. The aim of this paper is to clear up any doubts about the matter and to question the effectiveness of punishment as a corrective measure of behaviour, analysing some alternatives that could be used.
Keywords: Punishment; Behaviour; Corrective measures; Enforcement; Conditioning.
LOS CASTIGOS EN LA EDUCACIÓN
Índice de contenidos
A menudo nos encontramos ante un mal comportamiento de un niño y no sabemos si debemos aplicar como medida correctora el castigo dado al poco conocimiento que tenemos sobre si nuestras medidas van a ser las correctas o no. Por eso, en las siguientes líneas trataremos de arrojar algo de luz sobre este asunto.
En primer lugar, debemos alejarnos del tema tabú que ha ido siempre acompañado al tema “castigo” y aclarar la duda de si deberíamos utilizarlo como medida correctora o bien tendríamos que optar por otros métodos más ortodoxos. Los docentes, en este sentido, tienen gran responsabilidad, y es preciso realizar una labor de reflexión en torno a las prácticas que utilizan para analizar los puntos negativos y positivos de las mismas.
Tenemos que partir de la idea de que desde que nacemos, como seres sociales que somos, tenemos la necesidad de relacionarnos con los demás pero, dado al gran número de personas con las que convivimos, se hace preciso establecer una serie de normas que posibiliten la convivencia entre todos nosotros. Y son precisamente esas normas las que hay que intentar transmitir y que entiendan los niños.
Este proceso de transmisión se sucede en la familia y en la escuela, intentando educar en la importancia del uso y respeto de las normas. No obstante, algunos jóvenes, por la razón que sea, no terminan de cumplirlas, lo cual produce el efecto de imponerles un castigo con la intención de que no vuelva a ocurrir, pero, ¿es realmente necesario ese castigo? ¿O se podría actuar de otra manera? ¿Verdaderamente sirven de algo los castigos?
El castigo
Según la Real Academia de la Lengua Española, el castigo es una pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta. En esta definición llama la atención la palabra “delito”, dando la sensación de tratarse de un concepto mucho más profundo y grave de lo que en realidad es.
A su vez hay que admitir que el castigo está estrechamente relacionado con las normas, pues las causas de la aplicación de castigos radican en el incumplimiento de éstas.
Cada vez que se traspasan ciertos límites o no se cumplen con las normas establecidas es nuestro deber tomar ciertas decisiones, siendo la estrategia más utilizada para ello los castigos, medida que suele aplicarse en los niveles escolares inferiores y en las familias con niños pequeños. Y es que la sociedad ha tenido que inventar ciertos mecanismos para limitar ciertos modos de actuación, siendo lo más habitual el uso del castigo (Mejía, 2015). A estas aplicaciones, se entiende que el castigo es la intención del medio de provocar la reducción o desaparición de una conducta considerada inadecuada (Wernicke, 2000).
El castigo es un objeto ambiental no atractivo que tiene lugar después de un comportamiento poco adecuado y reduce la probabilidad de que dicho comportamiento se vuelva a dar en el futuro (Maquilón, 2011).
Cuando los padres observan comportamientos que consideran adecuados suelen preguntarse por qué sus hijos son tan desobedientes, o a quién se parecerán pata actuar de esa manera, asumiendo así de cierta forma que el mal comportamiento es debido a la herencia o a factores externos ajenos a sus funciones como padres (Larroyk y Puentek, 2011).
Tipos de castigo
Existen diferentes categorizaciones sobre el castigo, y cada autor opta por clasificarlos de una determinada manera en función de varios criterios. Desde aquí, nos centraremos en la catalogación propuesta por Martín y Pear (2008), en la que encontramos cuatro tipos de castigo.
- Castigos que duelen: son aquellos castigos que hacen daño y que, usualmente, van acompañados de alguna reprimenda física, como los tirones de orejas, las palmadas en el trasero o las voces. Este tipo de estímulos también reciben el nombre de “castigos incondicionados”. No son nada agradables, pero son los que más se suelen usar, sobre todo por los padres y madres de niños pequeños.
- Broncas: las broncas suelen ser aquellos sermones que pretenden hacer ver, a quien ha cometido el acto incorrecto, que sus actos tendrán consecuencias, y suelen basarse en palabras de corte negativo, subidas de tono, bajo una actitud corporal de mandato y desafiante, con miradas directas y enfadadas.
- Tiempo de fuera: es una técnica que se aplica a quien ha cometido el mal comportamiento que consiste en llevarle a un lugar más tranquilo para que se relaje y piense sobre su manera de actuar.
- Valor de la respuesta: cada vez que ese da una actitud negativa debe quitarse algo “valioso” a quien ha actuado mal.
Condicionamiento clásico
El aprendizaje, además de ser la forma en la que se adquieren los conocimientos, es el mecanismo usado por la sociedad para transmitir costumbres, valores y saberes mediante las experiencias compartidas. Gracias a esas experiencias, los individuos aprenden unas determinadas formas de comportamiento que, a su vez, van reconfigurándose y adaptándose para amoldarse a diversas situaciones sociales.
Una de estas formas de aprender es el condicionamiento clásico, del que no se puede hablar sin mencionar, primero, a Iván Pávlov quien, gracias a sus experimentos sobre las funciones de las glándulas digestivas con perros, demostró que la aparición reiterada de un evento originalmente neutro, conocido como estímulo condicionado (un sonido), precediendo a otro biológicamente importante, que sería el estímulo incondicionado (comida), desencadena automáticamente una reacción refleja, denominada respuesta incondicionada (secreción de saliva), (Díez, 1998).
En base a estos hallazgos, el condicionamiento clásico se basa en que una persona aprende a responder ante un estímulo teniendo en cuenta que anteriormente no respondía a ese estímulo de la manera en que lo hace tras exponerse al mismo.
El condicionamiento operante
Cuando hablamos del condicionamiento operante nos basamos en la relación que existe entre las acciones que realizamos y las consecuencias que estas traen. En otras palabras, el acto “opera” en el medio ambiente de donde vienen los estímulos.
En este contexto, nos encontramos con dos situaciones: Por un lado, encontramos que un comportamiento es más probable que se repita si las consecuencias que le siguen son positivas (refuerzo positivo) y, por otro lado, encontramos que un comportamiento es menos probable que se repita si las consecuencias son negativas (refuerzo negativo o castigo).
De todas formas, tenemos que tener en cuenta que no siempre las consecuencias positivas actúan como refuerzo, ni todas las negativas como castigo. Es decir, si una acción positiva no aumenta la probabilidad de que se vuelva a suceder la conducta deseada, no se trataría de un refuerzo y viceversa, si una acción negativa no desmulle la probabilidad, no está actuando como castigo. A continuación, analizaremos las diferentes categorías (Ribes, 1983):
- Refuerzo positivo: Se trata de ofrecer algo del agrado del niño para que la situación se vuelva a dar (una alabanza de la profesora cuando han contestado correctamente).
- Refuerzo negativo: Se trata en quitar algo que no le gusta para conseguir aumentar la probabilidad de que vuelva a ocurrir algo deseable (si Leo se ha portado bien, hoy no tiene que recoger el aula).
- Castigo positivo: Se trata en dar algo que no gusta al niño para que la conducta no vuelva a ocurrir (una pegatina roja a los niños que se han portado mal).
- Castigo negativo: Se trata de quitar algo positivo para disminuir la probabilidad de que una conducta ocurra (si te portas mal, no verás los dibujos).
Aspectos positivos del castigo
Correctamente utilizado, el castigo puede ser una buena técnica de modificación de conducta, pero hay que ser muy cautos en su aplicación.
Sin entrar en lo correcto o incorrecto que puede llegar a ser, es cierto que el castigo es una medida rápida para corregir una determinada actitud. Es una medida que se adopta en el momento en que aparece una conducta deseada y no se necesitan demasiadas herramientas para llevarlo a cabo. Además, la actitud inadecuada se suele terminar al momento, sin dar pie a nada más.
El castigo puede tener ventajas: El castigo es un método rápido, lo que es fundamental con conductas que pueden producir un daño físico grave. Sus efectos son más rápidos que los de otros procedimientos de reducción y permite la eliminación de conductas indeseables que interfieren con la emisión, la instigación o la enseñanza de conductas alternativas (Bado y García-Grau, 2011).
Aspectos negativos del castigo
Uno de los principales aspectos negativos del castigo es, según afirman muchos autores, que es un recurso que genera sentimientos negativos a la persona que está siendo castigada. Además, bajo el miedo a ser castigado, se genera la mentira, para intentar escapar de una situación que se sabe será molesta o indeseable. Por eso, siempre que sea posible, tenemos que estar atentos para que los jóvenes no utilicen argumentos basados en la mentira.
Por otro lado, cabe comentar que el castigo suele tener un efecto temporal y transitorio en la manera de actuar del niño. Es muy difícil, por no decir imposible, lograr erradicar de manera duradera la conducta negativa. Simplemente el castigo nos servirá para “tapar” un poco la conducta que lo más probable sea que vuelva a aparecer.
También, es importante tener mucho cuidado para no hacer un uso excesivo de los castigos ya que como, al principio de aplicar esta medida correctora parece funcionar al instante, se suele abusar de ella.
Por último, el castigo puede generar que la persona castigada, en este caso el niño, sienta inseguridad hacia la persona que impone los castigos, cambiando su percepción de ella.
Alternativas al castigo
También existen otras posibilidades que pueden ponerse en práctica para modificar conductas sin tener que recurrir al tradicional castigo.
A continuación, mostramos algunos recursos que pueden ser de gran utilidad, pero, aun así, tenemos que tener en cuenta que no son remedios mágicos en los que vamos a encontrar la solución al instante. Las verdaderas alternativas son las que ayudan al joven a aprender, a darse cuenta de los errores cometidos y los que le ayudan a seguir avanzando.
- El diálogo
Tal y como nos muestra Terenzani (2017) dialogar es condición inherente a los seres humanos. No siempre, pero en la resolución de las diferencias, en la confrontación de las ideas, en el intercambio de los saberes, el diálogo ha sido clave. Es fundamental hablar con el niño para que comprenda qué es lo que ha hecho mal, sienta que le prestan atención, que es escuchado, y así pueda recapacitar sobre sus acciones.
- La escucha
Aunque a veces parezca que no hay otro modo, tenemos que tener paciencia para tener las cosas más claras y escuchar a nuestros alumnos para tener una visión más objetiva. Puede que sus acciones hayan estado potenciadas por otro alumno, o que exista otra persona implicada o, simplemente, que haya que averiguar la razón última que ha llevado a ese alumno a comportarse indebidamente.
- Hablar en positivo
En educación, estamos acostumbrados a utilizar la forma negativa inconscientemente, pero debemos de darnos cuenta que es mucho más eficaz utilizar la forma positiva. Por ejemplo, en vez de decir “por los pasillos no se corre” conviene decir “por los pasillos debemos ir despacio”.
- Empatía
Debemos de reconocer que un castigo no es algo agradable, y de la misma manera que a nosotros nos molestaba cuando nos castigaban, a los niños también les molesta. Por eso, debemos de ponernos en su lugar para poder entenderles y analizar cómo nos hubiera gustado que nos tratasen si estuviéramos en su lugar o, al menos, para intentar aportar otra solución.
- Situación general
Cuando, por la razón que sea, los alumnos se sientan agobiados, estresados o nerviosos, y estén comportándose inadecuadamente, en lugar de recurrir a las broncas o los castigos podemos poner en práctica actividades como el Mindfulness u otras técnicas de relajación para procurar calmar el ambiente de clase.
- Dar elecciones y tiempo
Podemos dejar elegir a los alumnos entre algunas opciones que consideremos oportunas y así mostrarles que ellos tienen la posibilidad de elegir su propio futuro. Junto con esto, debemos darles tiempo para que escojan su camino con frases como “tomate tu tiempo, yo estaré esperándote para cuando estés listo”.
El castigo es una medida correctora que cada vez suele usarse menos en las aulas pero, aun así, está bastante presente, sobre todo con los alumnos de menor edad.
No existe una única respuesta a la pregunta de si debemos utilizar los castigos o no. Como hemos podido observar, las desventajas son mayores que las ventajas, y existen diferentes alternativas para no basar nuestra enseñanza únicamente en el castigo. Por ello, cada profesional debería de reconducir su práctica docente de la manera que vea más conveniente pero, sin lugar a dudas, sin basarnos únicamente en el castigo.
Es cierto que los docentes, muy a menudo, no tienen los recursos necesarios ni el tiempo suficiente como para aplicar otras medidas tal vez más acertadas, y muchas veces optan por escoger el camino más fácil. De ahí la importancia de reflexionar sobre la idoneidad del uso del castigo, como tradicionalmente lo conocemos, y analizar más la situación para poder optar por otras medidas correctivas.
En este artículo hemos mostrado algunas maneras de actuar para dar respuesta a esas conductas indeseadas y que, si bien no pretenden funcionar como una fórmula mágica, sí son correctas para adaptarlas, configurarlas según las necesidades particulares del docente, el alumno y la situación y poder utilizarlas.
Nuestro principal objetivo está centrado en los alumnos, y tenemos que hacer todo lo posible para que crezcan en un ambiente sano y cómodo, y un castigo no ayudará a que eso se produzca.
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Artículo completo
El artículo Los castigos. ¿El mejor recurso en contra de las conductas indeseadas? forma parte del número 12 de Campus Educación Revista Digital Docente un proyecto destinado a la divulgación de publicaciones de carácter educativo que permite la difusión del conocimiento y pretende el enriquecimiento de toda la comunidad educativa.
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