Lo lúdico en la asignatura de Religión

Sobre la ética del juego

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Resumen: El juego no debe estar ausente en ninguna etapa educativa ya que es un medio ideal para la transmisión tanto de contenidos como de valores. Además de las innumerables ventajas que nos proporciona la incorporación de lo lúdico en el terreno educativo, con el juego contribuimos a embellecer el entorno pues nos permite perpetuar la tradición y cuidar de las personas con las que compartimos esa actividad. También, al interactuar con y en él, lo cuidamos, y cuidamos de las personas con las que jugamos; es lo que se conoce como dimensión ética del juego. Concretamente, en el área de Religión, el juego y la estética están continuamente presentes: el juego nos permite ser como somos en realidad, lo cual nos engrandece, pues el hombre se muestra en su auténtica versión. Por ende, nuestra ética también se ve enriquecida porque el juego nos sirve de prueba para ejercer el respeto a los demás y al entorno.

Palabras clave: Religión; Juego; Ética; Educación en valores.

Abstract: Games should not be absent in any educational stage, as it is an ideal medium to convey both knowledge and values. Apart from the many advantages of game-based learning, we contribute with passing on traditions and care about the people whom we share those activities. The ethical dimension of games consist on this care about the game itself and the people who participate on it. On Religion as a formal teaching subject, game and aesthetics are always present: game allows us to be our truly self as also empowers our ethics, as games serve as a test to the respect we feel about other people and the environment.

Keywords: Religion, Game-based learning, Ethics, Values education

LO LÚDICO Y LA RELIGIÓN

Lo lúdico en la asignatura de Religión. #CEdRevistaDigitalDocente Share on X

Consideraciones pedagógicas del juego

Schiller (1999) ya nos recordaba que «el hombre sólo juega cuando es libre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es plenamente hombre cuando juega».

En efecto, sólo a través del juego puede el hombre comprenderse a sí mismo, pues sólo jugando el hombre es totalmente libre. Sólo por medio del juego el hombre se siente libre, pues lleva a cabo una actividad que está alejada de las imposiciones de la sociedad y la cultura y puede sentirse así plenamente satisfecho, volcando en dicho quehacer todo lo que lleva en su interior de forma espontánea, libre y natural. Este entregarse del hombre en su totalidad en algo o hacia algo no es posible en sus tareas cotidianas, en su mayoría obligatorias e impuestas, sino sólo en aquellas que se realizan por puro placer.

Las consideraciones pedagógicas del juego no son algo nuevo, ya que pensadores tales como Aristóteles o Platón reflexionaron ya, hace cientos de años, sobre su importancia, y muchos psicólogos y teóricos han divagado sobre su origen, características y repercusiones. Aunque lo lúdico es un tema que desde hace tiempo está presente en el terreno educativo, la diversidad de aplicaciones que esto tiene en la práctica real hace que se nos muestre imprescindible encontrar un criterio que las aúne, englobándolas en un todo, siendo el juego el recurso que se repita como elemento común. Lo lúdico no sólo forma parte de los tiempos libres de la jornada escolar, ni es algo reservado a determinadas materias o etapas educativas. Lo lúdico también contribuye al desarrollo de muchas materias, tales como Historia, Filosofía, Matemáticas o, incluso, Religión.

De sobra es conocido el antiguo sistema dialéctico con el que los docentes escolásticos impartían sus clases magistrales. Ya ese sistema quedó desfasado, pues sólo invita a estudiar de memoria una serie de contenidos, sin llegar a comprenderlos, además de que en la vida cotidiana el hombre no se encuentra en situaciones donde tiene que discutir dialécticamente sobre la esencia o existencia de la materia y la forma. Hoy, en la época de las tecnologías de la información y la comunicación, toda la información la podemos encontrar en la red, por muy rara que nos pueda parecer.

No sólo por el sentido común se deduce que el juego resulta una metodología adecuada, sino que esto se desprende de la normativa educativa actual. Así, en el currículo de la asignatura de Religión se recomienda que el docente debe hacer hincapié en los siguientes elementos:

  • observación de la realidad por parte del alumnado,
  • respeto por los ritmos y estilos de aprendizaje de los estudiantes,
  • adaptación al ámbito emocional y cognitivo,
  • consideración de la dimensión humanista,
  • respeto por la curiosidad e inquietudes de los alumnos,
  • utilización educativa de los recursos tecnológicos, etc.

Veamos, sin más dilación, cómo el juego contribuye, en la asignatura de Religión, a fomentar valores y asimilar contenidos, los cuales harán posible que el alumnado tenga un bagaje cultural que le llevará, si no a creer en Dios, al menos sí a valorar la bondad del ser humano, independientemente del sistema de creencias.

El juego y su fundamentación filosófica

En general, los programas de las diferentes asignaturas están muy alejados de los planteamientos lúdicos de la enseñanza. La mayor parte del profesorado se limita a cumplir con un programa didáctico que le imponen las instancias superiores, y los alumnos se limitan a repetir esquemas obsoletos que no se corresponden con la realidad de la sociedad en la que viven, siendo ésta una de las muchas razones por las cuales el alumnado desconecta de las explicaciones del docente.

Una vez los estudiantes terminan la Educación Secundaria Obligatoria, apenas realizarán ejercicios de tipo morfosintáctico o complicadas operaciones matemáticas. Los citados ejercicios son sólo actividades que se enseñan en las aulas, pero que no tienen ninguna función práctica en la realidad. El plan didáctico ideal en las enseñanzas medias debería tener como fin primordial comunicarse de manera efectiva en las diferentes situaciones de la vida, a comprender un texto, a cultivar el gusto por la lectura, a escribir con corrección y, en definitiva, a ser competente el día de mañana en un entorno laboral, social y familiar concreto.

Pero si lo que se enseña, además de ser realmente útil, se enseñara de forma lúdica, se convertiría en algo mucho más atractivo para los alumnos. No se trata tanto de divertirse sin fin alguno, sino de que los alumnos vean la asignatura como una diversión en sí misma, en la que el aprendizaje vaya de la mano del juego.

Dos filósofos en concreto nos hablan de la importancia y necesidad del juego en la educación del hombre: Rousseau y Kant.

Rosseau y el juego

La aportación de Rousseau va mucho más allá de la obra que le ha hecho célebre, El Contrato Social. En esta obra, Rousseau trata una nueva forma de aprehender la relación del soberano con los súbditos. Éstos renuncian a una parte de su libertad para entregársela a los gobernantes con el fin de adquirir una serie de beneficios. Su visión de la sociedad está muy lejos de entenderse como una relación de sumisión, pero se asemeja a lo propuesto en El Emilio. En el Emilio, Rousseau propone dejar al niño cierta libertad, a cambio de que sea el educador quien lo oriente en ese nuevo camino. En efecto, Rousseau formará parte de los anales de la historia de la educación gracias a que autores del calibre de Fröebel y Pestalozzi lo tuvieron como referente en su labor educativa. De hecho, el propio Rousseau siempre consideró que el Emilio es el mejor de sus escritos, y el más importante. Pero, ¿dónde radica la clave del éxito en esta obra y por qué ha tenido tanta influencia en el ámbito educativo?

Para Rousseau, el hombre debe ser hombre y su actitud debe adecuarse al proceso evolutivo por el que esté pasando. Si es niño, debe comportarse como niño; cuando es adolescente debe hacerlo con las características propias de los adolescentes. Cuando se es niño no se puede pretender exigir al niño más de lo que puede dar. Se debe dejar al niño a su libro albedrío, pero al mismo tiempo es necesario educar su libertad y su autonomía personal, y esta educación de la libertad debe llevarse a cabo en armonía con el entorno. Sólo de esa forma el educador tiene la posibilidad de formar al niño, acompañándolo en su encuentro con experiencias positivas y negativas. Durante su desarrollo, el niño debe centrarse en aquello que es propio de ese momento concreto de su vida. Si es niño, lo natural es que le guste explorar el mundo a través del juego, por lo de que debiera focalizar su atención hacia el juego. A este respecto se pronuncia Rousseau de la siguiente manera:

Hombres, sed humanos, que es vuestra obligación primera; sedlo con todos los estados, con todas las edades, con todo cuanto es propio del hombre. ¿Qué saber tendréis fuera de la humanidad? Amad la infancia; favoreced sus juegos; sus deleites, su amable instinto.

Podemos ver, por tanto, la forma en la que para Rousseau la importancia del juego en el desarrollo del niño va pareja a su verdadera naturaleza infantil.

Debesse (1969), a propósito de Rousseau, describe las notas esenciales de la infancia. En todas ellas se aprecia un elemento común:

  • La infancia es una realidad esencial y psicológica definida, con maneras características de razonar, sentir y actuar, formas que se expresan de modo evidente en el juego.
  • El niño no debe de ser sólo un aprendiz de adulto. La infancia es una etapa decisiva de la vida con peculiaridades propias, entre las que destaca el juego como forma de expresión y relación con la realidad, y por ello ha de ser, en este sentido, considerada, respetada y protegida.
  • La bondad define el estado infantil y la educación debe cultivarla mediante el juego y tratar de que no se marchite.
  • La infancia es una etapa de la vida que requiere un tratamiento educativo lúdico específico para desarrollar sus potencialidades y recursos.
  • Los educadores han de conocer estas características de la psicología de los niños en edad infantil, y defenderla, para realizar eficazmente su tarea.

En efecto, si hay algo por lo que se caracteriza la infancia, qué duda cabe que ese algo característico es lo lúdico. La madurez de la infancia sólo puede llevarse a cabo mediante el juego.

Kant y el juego

Por otra parte, y como adelantamos, el juego encontró también su hueco en la filosofía crítica kantiana. ¿Qué idea sobre el juego nos ofrece Kant en consonancia con su filosofía crítica?

Para Kant hay realidades que no pueden comprenderse ni por medio del entendimiento ni por medio del juicio moral. Estas realidades son bellas per se. El concepto “bello” puede aprehenderse por medio del entendimiento, así como realizar acciones bellas puede aprehenderse por medio del juicio moral. Sin embargo, la belleza de las cosas en sí no es algo que pueda aprehenderse por alguna de esas instancias. Efectivamente, es el juicio de gusto el que hace posible la aprehensión de la belleza de las cosas. El juicio de gusto es meramente contemplativo, o sea, es un juicio indiferente, independiente a la existencia de un objeto.

Kant señala que sólo el gusto de lo bello es un placer desinteresado y libre, mientras que el placer interesado se fundamenta en estímulos sensitivos o principios morales. Con esta idea Kant pretende defender la autonomía de lo estético respecto a los fines teóricos y fines prácticos. Dentro del sistema kantiano, el concepto de juego está vinculado al principio de autonomía. El juego libre de estas facultades es autónomo, pues no está limitado ni por conceptos ni por normas morales. Gracias a esa autonomía el juego y el arte forjan un mundo diferente y paralelo en nuestro mundo, un mundo con una realidad no sometida a instancias morales ni cognitivas, un mundo atemporal. El juego se erige, pues, como creador de realidades en las que el hombre se puede sentir más pleno, evadiendo realidades cotidianas que coartan su libertad. Por tanto, sólo mediante el juego el hombre es libre.

Así pues, por un lado tenemos, pues, a Rousseau, que fundamenta la importancia del juego en el periodo educativo de infantil; y por otro lado, tenemos a Kant, cuya fundamentación del juego puede extrapolarse a cualquier periodo de la vida académica del estudiante, incluida la adolescencia.

En cualquiera de los dos casos, se trata de impartir el conocimiento a través de algo que le resulte atractivo al alumno. Está demostrado que lo que se aprende sin interés se olvida, y todo aquello que se aprende jugando, con agrado, permanece.

Concepción estética del juego

El hombre actual vive acelerado, preocupado por cientos de cosas de la vida ordinaria. Vivimos en un mundo donde todo se mide por el utilitarismo, por los fines y beneficios que proporciona. Si alguien no proporciona beneficios de una u otra forma, no es útil y, por tanto, no merece la pena invertir tiempo en lo inútil. Ante esta dramática situación se hace imprescindible una educación que armonice las dos esferas del hombre, la sensible y la inteligible, y que estas esferas estén unidas de tal manera que no sea posible identificarlas ni escindirlas.

Ante esta pérdida de la sensibilidad, urge retomar una educación estética en el hombre, al modo como la concebía Schiller. Se trata de una educación orientada a cultivar los valores propios de la humanidad, una humanidad que, debido a los numerosos avances en todos los ámbitos, está aún más ausente.

Y la educación, en efecto, debe buscar como criterio último el poder reconciliar en el hombre sensibilidad e inteligibilidad, materialidad y espiritualidad, algo a lo que aspiraron, ya desde sus inicios, los filósofos de la antigua Grecia. La solución a esta escisión es la educación estética.

Se precisa una educación en la que el juego interprete un rol importante, se trata del juego como momento de esparcimiento, de ocio. Es bueno que el hombre “pierda el tiempo” de vez en cuando en algo que no le reporte beneficios materiales.

El juego no reporta tales beneficios, pero sí beneficios sensibles, espirituales. Es por ello que se recurra a él para hacer de la educación un medio eficaz con vistas a reconciliar lo sensible y lo espiritual.

El juego es el instrumento ideal para la educación estética, según Schiller, porque sólo a través del juego, el hombre se desembaraza de las obligaciones diarias, de lo que es útil a los ojos del hombre material, y entra en una realidad diferente, una realidad que le permite entrar dentro de sí, ensimismarse, dedicarse tiempo a sí mismo.

Hasta aquí, se ha podido apreciar no sólo cómo el juego es una necesidad en el hombre, sino que también forma parte del corpus filosófico y pedagógico de muchos sistemas y teorías. El juego, tanto en el niño como en el adolescente, es respaldado por filósofos como Schiller, Rousseau, Kant y pedagogos como Montessori, Giner de los Ríos, Pestalozzi, Fröebel, etc. pero, ¿cómo desarrollar una materia como la asignatura de Religión teniendo al juego como instrumento o recurso?

Ética y juego

La función estética que el juego detenta se muestra más clara aún si la observamos a la luz de la ética.

Gracias a la ética, la estética del juego se enriquece.

Por tanto, el juego será más estético en la medida que sea más ético. El juego es una acción ética en la medida en que el hombre deja de hacer lo que es útil, para hacer lo que es realmente valioso para su interior y se cultiva y desarrolla como persona, y no tanto como ser material.

La ética del juego consiste en divertirse sobre todo en compañía de otro u otros, más que de pensar en divertirnos pensando sólo en uno mismo. La estética del juego consiste más bien en embellecernos nosotros junto con aquello con lo que nos relacionamos. En esa actitud de embellecimiento se aprecia una actitud ética, pues en la medida en que embellecemos el entorno estamos cooperando a cuidar todo lo que nos rodea, al mismo tiempo que nos divertimos. Así, se observa una reciprocidad entre el entorno y el ser humano. Es decir, el entorno se embellece con nuestra acción respetuosa y el hombre se embellece jugando en un entorno bello y cuidado.

Propuesta lúdico-pedagógica en el aula de Religión

¿Cómo aplicar el juego como método en el aula de Religión? Y ante la falta de interés, ¿cómo plantear la enseñanza de la Religión desde una metodología cercana, atractiva y lúdica? ¿Es viable que podamos servirnos del juego en el aula de Religión?

Se ha de partir teniendo en cuenta varios aspectos clave, que condicionan el estado en que se encuentra la situación educativa en estos momentos, además del estado de la propia materia que nos compete:

  • La transmisión magistral de contenidos no conecta con los alumnos
  • Las diferentes ideologías que se van sucediendo van modificando las leyes a cada instante, dejando a la Religión, como asignatura, cada vez más relegada a un segundo plano
  • Los jóvenes suelen estar desconectados de la concepción axiológica de la realidad
  • Los docentes parecen fallar en lo que los estudiantes esperan de ellos
  • Existe una acusada carencia de contenidos educativos que se presenten acordes con lo que los alumnos desean, así como incentivos que les ayuden a desarrollarse plenamente, ayudándoles a encontrar la felicidad y sus vocaciones

Se propone como tarea lúdico-educativa un “Trivial de las Religiones”. Se trata de un juego elaborado en base a la estructura del conocido Trivial-Pursuit. Este juego se vale de un tablero similar, estructurado en colores, donde cada uno de ellos representa a una religión. De esta forma, el color violeta representa a las Sabidurías Orientales; el naranja a las religiones naturales y religiones antiguas; el amarillo, el cristianismo; el rojo, el judaísmo y el islam; el azul, el arte religioso en general, de cualquier religión; y el color verde, mitología antigua.

El objetivo fundamental de este juego es que los alumnos lo pasen bien aprendiendo o, lo que es lo mismo, que aprendan divirtiéndose. Los miembros de cada equipo se apoyan entre ellos y deben colaborar para encontrar la respuesta acertada a cada pregunta que se les plantea, bajo la premisa de no recurrir a la búsqueda en Internet.

Como ya dijimos, el currículo del área de religión busca ante todo respetar los ritmos de aprendizaje del alumnado, la adaptación a su ámbito emocional y cognitivo, y la consideración de la dimensión humanista. Todos estos aspectos se pueden trabajar y desarrollar con el juego, ya que éste es un medio ideal para adaptarse a las necesidades del alumnado, favorece la asimilación de los contenidos, y consigue la transmisión de conocimientos relacionados con el hombre y su historia.

Se ha podido comprobar que, gracias a la aplicación de este juego, los alumnos interactúan entre sí para buscar la solución correcta, estableciendo puentes de comunicación efectiva entre ellos y reforzando las relaciones interpersonales.

Así, el juego en el aula de Religión brinda un momento de paz y armonía con nosotros mismos, en el que desconectamos de los problemas y de las obligaciones de la vida diaria, de los exámenes, de las circunstancias familiares, centrándonos tan solo en divertirnos y procurar avanzar sobre el tablero a la par que aprendemos.

El juego ha sido objeto de reflexión por parte de numerosas disciplinas y todas ellas han llegado a la conclusión de que el juego es necesario para que se produzca aprendizaje. Desde mi experiencia, así se ha podido corroborar. Desde el juego, los alumnos se divierten y aprenden, además de adoptar una actitud ética consigo mismos y con los demás.

Ética, estética y juego van unidos de la mano. En el área de Religión la confluencia de estos tres elementos encuentra una perfecta unión, pues el alumno que juega con los demás, no sólo se enriquece a sí mismo, pues se desarrolla como persona, sino que también se embellece y, por ende, conoce lo que es el respeto a los valores de la creación, la naturaleza y la dignidad humanas, elementos que hay que respetar al estar puestos para disfrute del hombre.

En el área de Religión se debe tener especial respeto por el ritmo de aprendizaje, así como por el estado emocional de los jóvenes, ya que dicho estado influye sobremanera sobre el aprendizaje. Es por ello que se debe jugar con ellos a descubrir sus emociones, sus inquietudes, y a abrirles perspectivas para este mundo.

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Esteban Martín Cabezas
Esteban es Licenciado en Teología, Graduado en Filosofía y Máster en Filosofía Práctica. Trabaja como Profesor de Secundaria y Bachillerato en el Instituto Jandía de Fuerteventura, en Las Palmas de Gran Canaria.