RESUMEN: El principal objetivo del presente artículo es poner de manifiesto que es posible conseguir la transformación de las escuelas tradicionales en instituciones inclusivas gracias a un buen liderazgo inclusivo, contando especialmente con la adecuada participación de las familias en la vida escolar.
PALABRAS CLAVE: Liderazgo; Liderazgo inclusivo; Inclusión; Escuela inclusiva; Diversidad; Comunidad educativa; Participación familiar.
ABSTRACT: The main goal of this article is to show that it is possible to transform traditional schools into inclusive institutions through good inclusive leadership, particularly by involving families in school life.
KEYWORDS: Leadership; Inclusive Leadership; Inclusion; Inclusive School; Diversity; Educational Community; Family Involvement.
Los falsos prejuicios y estereotipos que han existido acerca del acceso a la educación ordinaria de los alumnos con especiales necesidades han dado lugar a que, a lo largo de los años, se hayan instaurado diversos tipos de escuelas (escuelas segregadas, escuelas integradoras y escuelas inclusivas) caracterizadas por dar, en mayor o menor medida, respuesta educativa en el mismo espacio común (aula ordinaria) a los estudiantes con y sin necesidades especiales.
Liderazgo inclusivo #CedRevistaDigitalDocente Share on XNo obstante, el paso progresivo de una escuela muy segregada a una escuela inclusiva no ha sido nada fácil, pues ha supuesto para los sistemas educativos tradicionales tener que llevar a cabo una serie de cambios trascendentales (en su cultura, en sus políticas y en sus prácticas) que han resultado idóneos para ofrecer un correcto tratamiento educativo a los discentes con especiales necesidades pero que no siempre se han podido ejecutar de la manera que se hubiera deseado.
Índice de contenidos
¿Qué es la escuela inclusiva?
Una escuela inclusiva hace alusión a una modalidad de escolarización que parte de la idea de que la escuela es para todos, al igual que lo es la educación, con independencia de las características y diferencias por razones de cultura, raza, religión, lengua, capacidad, etc. (Barrio, 2008).
Así pues, en una escuela para todos se debe garantizar el Derecho a la Educación (del Artículo 27 de la Constitución Española de 1978) de todos los estudiantes por igual, permitiendo el acceso a una educación igualitaria y de calidad, que se pueda adaptar a las características de cada alumno y asegure la igualdad de oportunidades y el desarrollo integral de todos.
Tomando lo dicho anteriormente, se puede decir que el principio fundamental de una escuela inclusiva es el de la inclusión educativa ya que el fin de esta, bajo cualquier circunstancia, es lograr que los alumnos con y sin necesidades especiales aprendan juntos en el aula ordinaria pudiendo alcanzar los objetivos de su respectiva etapa educativa en particular.
Sin embargo, una escuela para todos centra sus esfuerzos no solo en conseguir la total inclusión escolar sino en construir una comunidad que sea más inclusiva, principalmente, con las personas con especiales necesidades, involucrando a la sociedad y a las familias de los discentes en sus actividades o proyectos y teniendo presente, permanentemente, sus opiniones como punto de partida para un posible cambio y/o mejora del entorno social a favor de dicha meta en sí. En otras palabras, una entidad educativa inclusiva es aquella que busca que en la comunidad se valore a todos los individuos (a pesar de sus diferencias individuales) tal y como son: seres humanos.
La escuela inclusiva se entiende como el espacio formal que debe adaptar la oferta educativa a la diversidad del alumnado y aspirar a la plena escolarización, facilitando su aceptación y reconocimiento y promoviendo las oportunidades de participación, desde la valoración de sus capacidades para hacer efectivo un aprendizaje desde la infancia que sirva de soporte y estructura para la inclusión posterior en una sociedad más equitativa, en la que la diferencia no se interpreta como elemento de segregación sino como identidad y riqueza capaz de transformar el entorno integrando la diversidad. (Valcarce, 2011,).
Características de una escuela inclusiva
Cabe señalar que, en ocasiones, nos podemos encontrar con escuelas inclusivas muy distintas entre sí ya que aunque éstas tengan la meta de educar a todos los estudiantes (con necesidades específicas o sin ellas) en aulas ordinarias, se han creado partiendo de los diferentes puntos de vista que tienen sus miembros sobre la diversidad y, por tanto, difieren en su forma de organizarse y trabajar para conseguir los retos que se plantean. O bien, puede que se hayan instituido acomodándose al entorno social en el que se sitúan y, por lo tanto, cubriendo las necesidades escolares de éstos, entre otros fundamentos.
Por todas estas razones, no existe un modelo único e ideal de institución educativa inclusiva sino que hay varios prototipos que se consideran convenientes cuando reúnen las características de una “organización escolar inclusiva” (todos ellos han de ofrecer una educación inclusiva que avale el desarrollo de las competencias académicas básicas del alumnado con y sin especiales necesidades).
A continuación, se exponen las peculiaridades que ha de poseer un centro escolar para que pueda ser percibido como “inclusivo”:
- Un sistema educativo que permite la entrada de todos los educandos; tengan o no especiales necesidades (rige su actividad en la inclusión educativa).
- Una escuela que ofrece una metodología de enseñanza apropiada a cada estudiante, adaptándose a sus características personales y a sus necesidades educativas individuales (por ejemplo, capacidades o ritmo de aprendizaje) y proporcionándole recursos materiales o humanos, en caso de necesidad, para lograr tan fin concreto.
- Un centro educativo que acepta y respeta a todos los niños por igual; a pesar de ser diferentes entre sí (no excluye a ningún educando).
- Una entidad educativa en la que el líder escolar ejercita un buen liderazgo escolar inclusivo con el propósito de lograr que esta sea incluyente (muchas veces distribuido).
- Una institución escolar que tiene en cuenta los juicios que sobre la inclusión educativa tienen los diversos miembros de la comunidad escolar (profesores, padres, alumnos, etc.) para lograr que esta sea completa en la misma.
- Un colegio que reconoce que todos los estudiantes tienen derecho a recibir una educación igualitaria y de calidad en ambientes educativos ordinarios, tanto si son alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo como si no.
- Una organización escolar dónde la diversidad es contemplada más como un elemento positivo para el aprendizaje de todo el alumnado que como un problema para este: los docentes aprovechan la diversidad que está presente en los centros educativos para trabajar con los discentes valores humanos como el respeto, la tolerancia, la responsabilidad, la empatía, la honestidad… que les son elementales tanto para sí mismos como para su vida en familia o en comunidad (durante la práctica educativa, el docente debe dar ejemplo de buenos valores a los escolares y promover el ejercicio de estos entre los mismos).
- Una escuela que evalúa a todos los estudiantes, con y sin necesidades especiales, de la misma manera y que, por tanto, posibilita tanto a los unos como a los otros el que puedan alcanzar los mismos resultados de aprendizaje (no delimita, de forma anticipada, a la evaluación el rendimiento escolar de los educandos con especiales necesidades).
- Un sistema educativo que parte de un currículo escolar abierto y flexible, el cual destaca por establecer las mismas metas para los discentes con y sin necesidades especiales y por dar distintas oportunidades a estos para que puedan acceder y conseguir estas adecuadamente (como, por ejemplo, la realización de Adaptaciones Curriculares [AC] a niños/as con necesidades especiales que las precisen para poder alcanzar bien objetivos generales de su correspondiente nivel escolar).
- Una institución escolar que forma, a lo largo del curso académico, al personal docente sobre diferentes aspectos vinculados al tratamiento educativo a la diversidad con la intención de que este pueda actualizar sus conocimientos previos sobre el mismo y dar una educación oportuna a los aprendices con tales peculiaridades en particular (esta característica es importante para que el profesorado pueda dar una educación inclusiva que sea correcta y para que este pueda cooperar con su desempeño profesional a la creación de una escuela íntegramente inclusiva).
El liderazgo escolar e inclusión educativa
En un centro educativo, un líder escolar puede ejercitar a la vez distintas clases de liderazgo: transaccional, moral, docente… según las finalidades que desea alcanzar para que la institución mejore su funcionamiento y, por tanto, pueda dar una educación de mayor calidad al alumnado en general, sin necesidades especiales o con ellas. En este sentido, se puede afirmar que no en todos los centros escolares un líder pedagógico debe ejercer los mismos tipos de liderazgo escolar y que en cada uno de estos la puesta en marcha de unos u otros tipos depende, fundamentalmente, de las modificaciones que se estimen que hay que hacer sobre los mismos.
Así pues, si se pretende que una escuela se convierta en un lugar verdaderamente inclusivo, una de las primeras decisiones será adoptar un liderazgo igualmente inclusivo.
Se ha de entender por liderazgo escolar inclusivo aquel proceso de influencia que sucede entre el líder y sus seguidores, a través del cual tanto éste como aquéllos establecen una cultura inclusiva, buscan la mejor manera para dar una adecuada respuesta educativa a la diversidad, y llevan a cabo prácticas encaminadas a la inclusión.
Con todo lo dicho, se puede asentir que una entidad escolar íntegramente inclusiva no se puede concebir sin la práctica apropiada, por parte del líder escolar, de un liderazgo escolar inclusivo.
Por otro lado, se ha de tener en cuenta que no siempre con el ejercicio correcto de un liderazgo escolar inclusivo se logra la total inclusión educativa de los educandos con y sin necesidades especiales en una escuela ordinaria puesto que para conseguir dicho propósito es preciso que los miembros de la comunidad escolar se posicionen a favor del cambio y todos colaboren en la misma dirección: la construcción de una organización educativa inclusiva. Una de las formas de lograr esto es que todos los profesionales educativos participaran del propio liderazgo, acompañando al líder escolar y proponiéndole ideas para que, con la conveniente ejecución, la plena inclusión educativa de los discentes se produzca, de manera real, en su respectivo centro escolar.
También, puede ser interesante que durante la práctica del liderazgo escolar inclusivo el líder educativo y sus seguidores se cuestionen el modo en que están llevando a cabo su trabajo y si este favorece o no el que la escuela pueda ser inclusiva para que, de esta manera, puedan reconducir sus tareas a tiempo sin perder de vista el objetivo que anhelan alcanzar.
Finalmente, no podemos concluir este punto sin comentar que, ciertamente, el camino hacia la plena inclusión por medio de un liderazgo eficaz se ve muchas veces entorpecido debido a los impedimentos derivados de las políticas educativas de los centros ordinarios, las cuales son, en muchas ocasiones, incapaces de desarrollar un verdadero tratamiento educativo a la diversidad.
Los motivos suelen ser varios, pero generalmente se refieren a políticas obsoletas, sentimiento de incapacidad ante el cambio o inseguridad de los miembros de trabajar con nuevos mecanismos diferentes a los tradicionales. Se ha de tener presente, en consecuencia, que muchos de estos centros se convierten, a veces, en verdaderos desafíos para el líder educativo el cual, sin los medios oportunos, puede creer que no será capaz de hacer frente a semejantes conflictos.
La figura del líder escolar
A grandes rasgos, se considera al líder escolar a aquella persona que con sus acciones procura influir a los diversos miembros que forman parte de la comunidad educativa para mejorar o cambiar entre todos, en mayor o menor medida, diferentes aspectos de la institución educativa; siempre teniendo en cuenta que dentro de ésta la educación ha de ser de calidad y equitativa para todos los educandos integrados en ella.
El líder educativo es aquella persona (o equipo de personas) capaz de provocar la liberación, desde dentro, de la energía interior de otros seres humanos, para que éstos voluntariamente se esfuercen por alcanzar, del modo más eficaz, eficiente y confortable posible, las metas que dichos seres humanos se han propuesto lograr para su propia dignificación y de la aquellos con quienes conviven. (Gento, 2011)
Los líderes educativos deben ser profesionales que ejerzan su trabajo desde la vocación, con conocimientos y experiencias previos que le ayuden a desempeñar correctamente sus funciones, que conozca muy bien la organización escolar en la que trabaja para que los cambios que ejecute dentro de ella puedan resultar exitosos y que, sobre todo, tenga una serie de competencias (como la capacidad de comunicación y persuasión, actitud positiva, segura de sí misma, innovadora, motivadora, capacidad de escucha activa, empatía, paciencia, responsabilidad, perspectivas de futuro, deseo de mejorar en su desarrollo profesional docente, etc.) que le permitan ser un líder ejemplar.
Por lo tanto, no todos los sujetos que constituyen la comunidad escolar pueden ser líderes pedagógicos sino únicamente aquellos que tengan el perfil laboral más apropiado, aunque no se sitúen en la posición jerárquica más alta de la organización escolar. Esto quiere decir que no necesariamente el líder educativo del centro ha de ser el director por la simple razón de ser quien mayor estatus posee dentro de la escuela. Sin embargo, este hecho no lo exime de participar en las actuaciones que el líder escolar plantea para el mejoramiento o el cambio de ciertos aspectos de la escuela como, por ejemplo, la cultura de la misma.
Otro aspecto importante para tener presente es que no en todos los colegios existe la figura del líder pedagógico en la dirección escolar y que cuando esto es así, las tareas que deben ser llevadas a cabo por este líder tienen que ser ejecutadas, en parte o en su totalidad, por otro miembro de la comunidad, como por ejemplo el jefe de estudios, lo que provoca, por desgracia, que los resultados de dichas tareas no sean tan satisfactorios como se desearía principalmente por la falta de capacitación como líder educativo que pueda tener la persona que se preste a sustituirlo (muchas veces se enfrentan a ejercitar estas funciones personas que ni siquiera cuentan con el perfil profesional adecuado ni poseen la mínima percepción sobre cómo es el trabajo que ha de desarrollar un buen líder escolar).
Por último, el éxito de los actos de un líder educativo dependen, en algunas ocasiones, más del resto de los miembros de la comunidad escolar que de él mismo, puesto que en una institución educativa cada una de las partes que la componen son igual de relevantes e imprescindibles para asegurar entre todos una correcta respuesta educativa y, en especial, lograr la adaptación continua de la entidad escolar a los cambios que la sociedad va experimentando, siendo siempre ésta un fiel reflejo de la comunidad sobre la que se asienta.
La familia y su influencia para la creación de una escuela inclusiva
Desde tiempos pasados hasta el actual la participación de las familias para el adecuado funcionamiento de los sistemas educativos ha estado muy cuestionada, sobre todo, por desconocerse a ciencia cierta hasta qué punto ésta se debe considerar y si es o no esencial para la mejora de la respuesta educativa a ofrecer a todo el alumnado.
Ante esto, las instituciones escolares no siempre han impulsado la participación familiar en la organización, gestión o toma de decisiones importantes referentes a los procesos educativos llevados a cabo en las mismas, lo que ha hecho que los resultados no sean tan satisfactorios como debieran ser o, incluso, que los centros educativos no progresen tal y como debieran hacerlo (la implicación de las familias en la educación ha pasado de ser nula o escasa a ser completamente activa).
Las normativas legislativas educativas (como, por ejemplo, la Constitución Española de 1978) han propiciado que los colegios empiecen a tener en cuenta la participación de los padres en conjunto con la del profesorado, la del alumnado y la de la comunidad, como un derecho fundamental que deben tener estos en la educación de sus hijos para que los centros educativos puedan proporcionar una formación de calidad, mejorar el rendimiento académico de los educandos y llegar a constituirse como una institución educativa inclusiva, entre otras ventajas.
De otro lado, es conveniente indicar que la colaboración de los padres en la entidad educativa, también, produce efectos positivos en los docentes y en ellos mismos como puede ser el hecho de que el profesorado conozca mejor las dificultades que sus alumnos tienen en su respectivo aprendizaje y cómo pueden enfrentarse a ellas, permitiendo a su vez a los padres saber bien cómo funciona la organización escolar. Paralelamente, esto incrementará la motivación y la satisfacción de los docentes a consecuencia de ver los progresos en su acción didáctica y en la mejora del rendimiento de sus estudiantes.
En relación a la cooperación de los padres en el contexto educativo se ha de aclarar que ésta puede ser llevada a cabo de forma individual o colectiva, asistiendo a reuniones, a través de los órganos colegiados como el Consejo Escolar o las Asociaciones de Madres y Padres, y de manera formal e informal, puntualmente, mediante las entrevistas o los encuentros en la entrada y salida del centro educativo. En todos los casos, las familias no han de estar ajenas a lo que ocurre en el colegio y deben sentir que forman parte de él invitándolas, también, desde la implicación en el ejercicio del liderazgo escolar.
La participación de la familia y de la comunidad es crucial para que la escuela pueda evolucionar y transformarse hasta llegar a convertirse en la institución educativa que realmente la sociedad en sí necesita tener: una entidad escolar eficaz. Sin embargo, no siempre las familias participan para alcanzar este fin, aunque el colegio las anime a ello, debido por ejemplo a su falta de tiempo, por circunstancias personales o laborales.
Será vital, por tanto, que la escuela contemple y tenga presente la colaboración de las familias y de la comunidad durante su propio funcionamiento y que sea capaz de autoevaluarse con el propósito de mejorar constantemente y dar lo mejor de sí misma a las familias y a los discentes que la componen.
Tal y como hemos visto a lo largo del desarrollo del presente artículo el crear una escuela inclusiva no es siempre una tarea sencilla, sino que, por el contrario, puede resultar un cometido bastante complejo e, incluso, imposible de conseguir en algunos centros educativos a raíz de los múltiples impedimentos que nos podemos encontrar para lograr dicho fin.
A pesar de los diversos obstáculos que pueda haber para que una institución educativa sea inclusiva, ésta ha de hacer todo lo posible para constituirse de dicha forma ya que tiene que ser el reflejo de su sociedad. Por consiguiente, todos los agentes educativos (familia-profesorado-comunidad) han de trabajar, guiados por el líder escolar, en la misma línea para lograr la plena inclusión, comprendiendo bien el verdadero significado que la implantación de una organización escolar inclusiva tiene en la educación de todos los individuos, con y sin especiales necesidades.
Junto a la colaboración familia-escuela, por la cual desde aquí abogamos, queda resaltar de nuevo uno de los aspectos importantes que facilitarán la creación de una escuela inclusiva: el liderazgo, tema sobre el cual ha girado este trabajo. Con respecto al liderazgo, es preciso señalar que no siempre un único tipo de liderazgo y el hecho de ser ejercitado por el líder educativo permite hacer realidad el cambio a un colegio inclusivo, ya que lo recomendable para conseguir esto es un liderazgo distribuido que sea ejercido por la comunidad educativa en su totalidad.
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