Resumen: Las competencias clave han adquirido una gran relevancia en el mundo educativo a nivel internacional. En los últimos tiempos, la mayoría de los sistemas educativos en Europa y América han orientado la enseñanza hacia la adqusición de dichas competencias. Este artículo tiene como objetivo analizar las competencias clave y su repercusión en el marco de la educación del siglo XXI. Para facilitar su comprensión, se partirá del concepto de competencia para reflexionar acerca de su integración en el currículo escolar y su implicación en la práctica docente. Finalmente, se propone un modelo de aplicación del aprendizaje competencial en el aula para la materia de Geografía e Historia y una serie de conclusiones acerca del futuro de la educación.
Palabras clave: Competencias clave; Currículo escolar; Aprendizaje significativo; Aprendizaje permanente; Reforma educativa; Metodologías activas.
Abstract: Key competences have acquired great relevance in the world of education at an international level. In recent times, most education systems in Europe and America have oriented education towards the acquisition of these skills. This article aims to analyze the key competences and their impact on the framework of education in the XXI century. To facilitate its understanding, it will start from the concept of competence to reflect on its integration into the school curriculum and its involvement in teaching practice. Finally, it proposes a model of application of competency learning in the classroom for the subject of Geography and History and a series of conclusions about the future of educativon.
Keywords: Key competencies; School curriculum; Meaningful learning; Lifelong learning; Educational reform; Active methodologies
LAS COMPETENCIAS CLAVE COMO PARADIGMA PEDAGÓGICO
Desde hace décadas las competencias clave han adquirido una gran relevancia en el discurso educativo, estando cada vez más presentes en nuestro ámbito escolar y en el de muchos otros países, pero ¿sabemos qué son las competencias? ¿realmente son algo tan novedoso o existen precedentes históricos? ¿representan un reto o una oportunidad para la escuela del siglo XXI? ¿Cómo podemos aplicarlas?
Las Competencias Clave como paradigma Pedagógico #CedRevistaDigitalDocente Share on XEn este artículo explicaremos de qué manera se puede trabajar en un aula de secundaria para conseguir la adquisición de las competencias clave a través del aprendizaje basado en proyectos, una de las principales metodologías activas que ha revolucionado el mundo de la educación a nivel mundial, dado que, siguiendo a Hernando (2016), la metodología basada en la transmisión y memorización de contenidos ya no sirve para enseñar en el siglo XXI; si la sociedad cambia, nace la necesidad de innovar.
Índice de contenidos
- 1 Competencias Clave: aprendizaje a lo largo de toda la vida
- 2 La integración de las competencias clave en el currículo escolar
- 3 ¿Cómo incorporar las competencias en la práctica docente?
- 4 Las competencias clave a través de las metodologías activas. Un caso práctico en Geografía e Historia
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Competencias Clave: aprendizaje a lo largo de toda la vida
El concepto de competencia ha sido empleado por diversos autores desde que Chomsky (1972) acuñara el término de competencia lingüística para referirse a la capacidad de producir y comprender oraciones, como Vigotsky (1978), Skinner (1987) o Gardner (1993). A lo largo de su recorrido histórico, distintos organismos internacionales y leyes educativas han ido incorporando las competencias como algo más que un elemento curricular para garantizar un aprendizaje permanente.
Sin entrar en las discusiones ontológicas que se han producido en el ámbito académico, y aun sabiendo que el concepto no es unívoco, podríamos definir las competencias clave como un bloque multifuncional y transferible de conocimientos, destrezas y actitudes con el que cuenta una persona para resolver satisfactoriamente una situación-problema.
En este sentido, un aprendiz competente es aquel que conoce y regula sus procesos de construcción del conocimiento, tanto desde el punto de vista cognitivo como emocional, y puede hacer un uso estratégico de sus conocimientos, ajustándolos a las circunstancias específicas del problema al que se enfrenta (Bruer, 2003).
Fruto de este debate, algunos críticos han planteado la posibilidad de que se trate de una nueva moda pedagógica, sin embargo, las competencias clave se encuentran recogidas a través de la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación segundaria obligatoria y el bachillerato, y de la nueva LOMLOE, la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. Además, estas competencias responden a la Recomendación del Consejo de la Unión Europea de 2018, relativa a las competencias para el aprendizaje permanente, y emanan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
De esta manera, parece claro que el debate sobre el aprendizaje basado en competencias continúa abierto, pero, a pesar de esto, es indudable que el mundo ha experimentado cambios fundamentales en las formas de vivir, aprender y relacionarse. Con el fin de enfrentarse a todos estos retos, el mundo educativo ha ido asumiendo y extendiendo en su seno el término de competencias como un intento de lograr la igualdad de oportunidades a través de la educación para que la ciudadanía adquiera por igual las herramientas necesarias para su pleno desarrollo personal, social y profesional en un mundo globalizado.
La integración de las competencias clave en el currículo escolar
Las competencias clave representan una oportunidad para replantear y trabajar los contenidos propuestos en el currículo escolar de una forma totalmente diferente a la habitual. En este sentido, los distintos organismos y foros internacionales a nivel educativo insisten en la necesidad de avanzar hacia una educación basada en la adquisición de las competencias clave por parte de todo el alumnado.
Convertir esta renovación pedagógica que representan las competencias en una realidad es un proceso complejo. Para que sea posible es necesario un proyecto de centro que esté sustentado en las necesidades y características del entorno social y cultural en el que está enmarcado con el fin de garantizar un aprendizaje real y significativo. Además, es fundamental que este proyecto contemple la atención a la diversidad, la acción tutorial, el respeto y la inclusión como valores fundamentales.
Se trata de crear un ambiente en el que el alumnado no solo reciba información, sino que también la investigue, la contraste, la experimente y se sienta capaz de comunicar sus hallazgos y dificultades a los demás (Escamilla-González, 2015).
En este sentido, diversos especialistas, como Zabala y Arnau (2014), señalan que la integración de las competencias clave en el currículo escolar supone asumir dos retos: por una parte, la ampliación de los contenidos de aprendizaje relacionados con el saber hacer, el saber ser y el saber convivir; y, por otra, que los aprendizajes no se reduzcan a la memorización, sino que se puedan aplicar en situaciones o problemas cotidianos en la vida.
Por tanto, en base al trabajo de tantos autores, podemos señalar que las competencias representan una revolución en sí mismas, ya que proponen un aprendizaje funcional en el que es preciso estimular la trasferencia de lo aprendido en la escuela a la vida real, de forma que el alumnado pueda utilizarlo para solventar cualquier tipo de situación que se le presente, lo que significa un cambio de paradigma en el mundo educativo.
¿Cómo incorporar las competencias en la práctica docente?
Llegados a este punto, nos surge una pregunta: ¿de qué modo podemos abordar las competencias en el aula para asegurarnos de que, al final de su escolaridad, nuestros estudiantes sean realmente personas competentes?
Existen diversas maneras de trasladar las competencias del currículo a la programación de aula que nos permitan volver a conectar al alumnado con la escuela, entendida como un estímulo para su crecimiento y desarrollo, pero la más importante es convertir la escuela en un lugar donde el alumnado deje de ser un sujeto pasivo para convertirse en un componente activo de la sociedad. Para que este giro copernicano sea posible tenemos que olvidarnos de una enseñanza basada en la memorización de conceptos para apostar por una enseñanza de competencias, procesos y valores. Pero, ¿cómo educar a estudiantes del siglo XXI con docentes del siglo XX?
Ser profesor hoy en día requiere de unas capacidades y unas destrezas mucho más elaboradas y complejas de las necesarias hace tan sólo unas décadas, en base a las palabras del profesor Imbernón (2017). La función de la enseñanza se orienta a facilitar el aprendizaje de los alumnos, ayudándoles a adquirir y desarrollar las competencias clave, para que puedan integrarse en la sociedad del conocimiento y afrontar los continuos cambios que imponen en todos los órdenes de nuestra vida los rápidos avances científicos y la nueva economía global (Escamilla-González, 2009).
El aprendizaje de competencias se presenta como un aprendizaje significativo y funcional, pero para conseguir el mayor grado posible en el dominio de las distintas competencias resulta necesario que el alumnado aprenda a pensar, a comprender y resolver problemas, a aplicar sus conocimientos y las habilidades adquiridas, y a desarrollar su pensamiento crítico (Prieto, 2007).
Diversos expertos señalan que este cambio curricular únicamente es posible si somos capaces de convertir las aulas en una pequeña comunidad de aprendizaje constituida por diversos grupos cooperativos de trabajo, donde el alumnado se implique activamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje para convertirse en protagonista y no en espectador o incluso esclavo de su propio aprendizaje (Pujolàs, 2008). Esto supone el desarrollo de itinerarios didácticos que permitan implementar las competencias y la interdisciplinariedad, como principio necesario para trabajar en equipo, así como programar el currículo educativo a través de proyectos, haciendo que los aprendizajes sean verdaderamente significativos.
Esta cuestión ha sido discutida en todos los foros internacionales de educación, pero ¿cómo podemos transformar las escuelas? No existe todavía un consenso, pero la mayoría de especialistas, como Zabala y Arnau (2014) o Ken Robinson (2015) entre otros, consideran que es necesario la integración de metodologías activas que fomenten el aprendizaje cooperativo, donde cada alumno intervenga desde su nivel competencial o sus mayores destrezas para conseguir un objetivo común a través de la colaboración entre iguales.
Sólo así será posible incorporar las competencias clave en la práctica docente y transformar la educación para que el alumnado desarrolle sus conocimientos y habilidades y se sienta preparado para afrontar los retos que le depara el futuro de manera creativa.
Las competencias clave a través de las metodologías activas. Un caso práctico en Geografía e Historia
Tal y como se aludía anteriormente, para impulsar el desarrollo de las competencias clave resulta necesaria la aplicación de diferentes metodologías activas que nos permitan conseguir un aprendizaje con carácter vivencial y funcional. Con esto no nos referimos a un aprendizaje útil, en el sentido despreciativo de la palabra, sino a que las competencias puedan ser aplicadas en diversos contextos o situaciones para resolver problemas, llevar a cabo tareas complejas o lograr los objetivos que se propongan.
Esto sólo es posible a través de iniciativas didácticas que fomenten la indagación, la experimentación, el trabajo en equipo, la utilización de las nuevas herramientas digitales y la participación activa del alumnado durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Por este motivo, las áreas educativas que parecen no estar representadas por esta definición de competencias, especialmente la modalidad de Ciencias Sociales o Humanidades, se han visto sometidas a un permanente esfuerzo por justificar su importancia, conseguir el reconocimiento académico y sobrevivir, todo ello fruto del concepto inadecuado de utilidad que se ha transferido a la cultura educativa.
El área de conocimiento de Geografía, Historia e Historia del Arte no puede ser ajeno a este reto y debe integrarse en el marco de las competencias clave, especialmente si tenemos en cuenta su carácter integrador. La nueva Ley de Educación (LOMLOE) fija el marco para el desarrollo de un nuevo currículo basado en las competencias clave, que emanan directamente de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Por este motivo, plantearemos una propuesta práctica en base a una sesión de ejemplo que contribuya al desarrollo de las competencias clave en ciencias sociales.
Existen diversas maneras de incorporar las competencias y los ODS al currículo de Geografía e Historia, pero una de las más interesantes sería a través de proyectos que combinen diversas metodologías activas (ABP, Gamificación, APS…). Un marco excepcional para trabajar los ODS nos lo proporciona el Bloque 3 en 3º de ESO, ya que versa acerca del espacio humano y nos permite trabajar desde distintas materias o ámbitos como Biología y Geología.
Es posible desarrollar un proyecto en base a una metodología enfocada en el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) y en una experiencia de gamificación que presente una narrativa de salvar el mundo en consonancia con los ODS, persiguiendo el objetivo de que el alumnado se convierta en el protagonista durante un proceso de investigación que les permita encontrar soluciones a problemas del mundo real. Este proyecto estaría compuesto por diversas tareas o misiones en las que se desarrollarían los contenidos establecidos por el currículo de Geografía e Historia con respecto al bloque 3 de 3º de ESO e incorporaría las competencias clave establecidas por el currículo de la ESO.
En una sesión se podrían trabajar los problemas medioambientales y de sostenibilidad causados por la actividad humana (vertidos tóxicos, deforestación, contaminación…) en distintos espacios o paisajes naturales (mares, océanos, bosques…) para fomentar la concienciación sobre la protección del ecosistema. En esta sesión se podrían visionar algunos documentales con el objetivo de plantear un debate sobre lo que han visto y establecer una serie de ejemplos acerca de los problemas de los ecosistemas y la vida terrestre y submarina en la actualidad.
A continuación, los alumnos, por grupos, analizarían un ecosistema y todas sus características (respondiendo al factor biótico y abiótico) para crear un anuncio publicitario en el que denuncien su degradación y presenten una serie de propuestas para restaurarlo. Para la realización de este proyecto cada grupo podría escoger diversos métodos TIC de trabajo como vídeo (a imitación del documental), presentación informal grabada (screencast), infografías, folletos, póster… De esta manera, se trabajarán distintos objetivos, como el “ODS6 agua limpia y saneamiento”, “ODS 13 acción por el clima”, “ODS14 vida submarina” y “ODS15 vida de ecosistemas terrestres”.
Una vez que se hayan presentado todos los anuncios publicitarios se convocará la mesa redonda de la ONU, donde cada grupo escogerá un representante para debatir brevemente acerca del espacio natural que han seleccionado y redactar una carta conjunta donde se comprometan a actuar siempre en beneficio del planeta.
El docente, finalmente, podría realizar una evaluación grupal por competencias mediante la aplicación de una rúbrica gamificada, evaluando el compromiso y comportamiento en el aula, las competencias adquiridas y los logros alcanzados como grupo. El contenido teórico establecido en el currículo será evaluado mediante la adquisición de las competencias referidas a su propio estándar de aprendizaje, tal y como estará estipulado en la unidad didáctica en la que se inscribiera esta propuesta.
En definitiva, las competencias clave no representan un elemento nuevo ni aversivo para la comunidad educativa, pero sí un reto para la función docente. La integración de las competencias clave en el ámbito educativo se constituye, así, como una respuesta a las necesidades de la sociedad actual.
Hemos de ser conscientes de que nos encontramos ante un paradigma pedagógico que ofrece una oportunidad para que el alumnado adquiera las destrezas necesarias para desarrollarse en una nueva sociedad globalizada, virtual y multicultural. Pero no debemos equivocarnos, esto no significa desterrar los conocimientos teóricos, ya que no existen competencias sin contenidos, si no saber trasladar situaciones o problemas de la vida real al aula para que el alumnado intervenga de manera activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Este cambio supondría, sin lugar a dudas, la creación de una nueva escuela interactiva basada en el desarrollo integral del alumnado, en la que no existiría espacio para la apatía ni el conformismo, que daría respuesta a las nuevas necesidades que plantea el futuro.
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