RESUMEN: El presente artículo muestra la importancia de incorporar la metodología de educación para la paz como un modelo de gestión de los conflictos para dar respuesta ante los contextos de violencia. Así, es indispensable incorporar en la institución educativa modelos pedagógicos que permitan transformar los valores culturales violentos en aquellos de índole solidaria y cooperativa para forjar contextos pacíficos y democráticos. El pilar fundamental de este texto es resaltar un cambio posible en la construcción de mejores sociedades, con nuevos valores que dignifiquen las diferencias culturales y sociales, convirtiendo la empatía y el reconocimiento del otro en el aspecto central con el que lograr el cumplimiento de los derechos humanos en sociedades respetuosas e inclusivas.
PALABRAS CLAVE: Educación para la paz; Resolución de conflictos; Mediación educativa; Derechos humanos; Intervención pedagógica.
ABSTRACT: This article highlights the importance of incorporating the methodology of education for peace as a conflict management model to respond to contexts of violence. Thus, it is essential to incorporate pedagogical models in the educational institution that allow the transformation of violent cultural values into those of solidarity and cooperation, to forge peaceful and democratic contexts. The fundamental pillar of this text is to emphasize a possible change in the construction of better societies, with new values that dignify cultural and social differences, making empathy and recognition of the other the central aspect with which to achieve the fulfillment of human rights in respectful and inclusive societies.
KEYWORDS: Education for Peace; Conflict Resolution; Educational Mediation; Human Rights; Pedagogical Intervention.
EDUCACIÓN PARA LA PAZ Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS
La Educación para la paz es una corriente que está en boga en los últimos tiempos, la cual surge de las metodologías de Resolución Alternativa de Conflictos e implica la utilización de estrategias para formar docentes, estudiantes y actores estratégicos que permitan prevenir cualquier manifestación de violencia. La educación para la paz, de acuerdo con UNICEF (s.f.), forma parte de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, compromisos que han asumido una serie de países para contribuir a los derechos humanos y sociales de las diferentes poblaciones.
Educación para la Paz y Resolución de Conflictos #CedRevistaDigitalDocente Share on XEste artículo presenta el debate sobre la paz, aspecto que sobrepasa la violencia y las guerras entre naciones o a lo interno de ellas. Se postula como un principio que debe prevalecer en todas las relaciones humanas y ambientales. De este modo, se diferencia la violencia del conflicto, el conflicto se concibe como una condición natural de las relaciones sociales, pero la violencia no, por tanto, se parte de resoluciones alternativas, democráticas y consensuadas que supriman el poder. La escuela toma un carácter central, ya que es con la educación que se forman nuevos valores y formas de relacionamiento.
Índice de contenidos
¿Qué es la paz?
La paz es un enfoque que parte de un proceso para revertir la violencia y el conflicto, aspectos que están presentes en múltiples relaciones humanas, las cuales desencadenan guerras y disputas armadas, pero también discriminaciones. En esta línea, la paz no solo se trabaja sobre contextos de guerra y culturas violentas, también lo hace en espacios escolares, familiares y comunales. Ahora, el enfoque de paz parte de que la violencia no debe estar normalizada y se debe construir una cultura de paz para revertir estos procesos culturales y sociales.
Dentro de las teorías de la paz se encuentran dos enfoques, uno relacionado con la violencia y otro con la conflictividad natural de la vida (Álvarez y Pérez, 2019). Además, se habla de violencia estructural y de violencia cultural, la primera dada por las instituciones sociales y la segunda por las creencias y costumbres.
De acuerdo con Ruiz y Romero (2018) el hablar de paz no anula los conflictos, pero sí la violencia. Los conflictos interpersonales y sociales se mantendrán en toda cultura, sin embargo, el conflicto puede tomar un curso destructivo o constructivo. El conflicto no se elimina sino, mediante la metodología de educación para la paz, se asumen y se enfrenta el conflicto de maneras asertivas, para que todos los implicados salgan enriquecidos (Lazo, Gutiérrez y Martínez, 2018).
El conflicto se manifiesta en todos los ámbitos de la vida y en el proceso escolar, está dado por: el contexto social, los medios de comunicación, las familias, factores internos de la escuela, las relaciones interpersonales y los rasgos personales del alumnado (Lazo et al, 2018).
El conflicto siempre estará presente en las relaciones humanas, pero cuando se habla de paz se hace en el sentido de generar respeto y tolerancia hacia las ideas diferentes, es crear procesos de justicia y de solidaridad. Además, está relacionado con aspectos socioeconómicos que a la larga repercuten en una cultura de violencia, como lo es la repartición inequitativa de la riqueza, de los bienes sociales y naturales. En el sentido amplío la paz va más allá de la no-guerra, es el cumplimiento real de los derechos humanos.
La paz también se relaciona con el respeto por otras culturas y la libertad de creencias, pero, sobrepasa las interacciones humanas y sociales, ya que, se contempla el respeto por el ambiente natural, igualmente, como sujeto de derecho. Por tanto, la paz se enfoca en construir personas responsables en su conducta, a su vez, de una sociedad gobernada bajo criterios éticos. Así, construir una nueva ética, en la que los problemas del otro y de la comunidad sean nuestros problemas (Ruiz y Romero, 2018).
Educación para la paz, una propuesta de transformación
El enfoque de educación para la paz nace como una propuesta en el marco de la declaración de los Derechos Humanos y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La educación para la paz busca como objetivo último, establecer nuevos valores, una nueva realidad cultural que se plasmará en el ejercicio efectivo de la democracia. Por tanto, se habrán establecido nuevos acuerdos sociales que respeten las diferencias culturales y de pensamiento. De esta manera, la verdadera cultura de paz debe ir de la mano con una cultura de justicia, libre de todas las formas de desigualdad y opresión (Martínez y García, 2001).
La educación para la paz tiene como objetivo el desarrollo integral de las personas, con el fundamento de todo sistema educativo, que contribuya a generar procesos sociales basados en la confianza, la solidaridad y el respeto mutuo, facilite la solución pacífica de los conflictos y ayude a pensar de una forma nueva las relaciones humanas (Cerdas, 2013). Las personas, en este proceso adquieren un carácter de consciencia de la realidad social para la transformación de su entorno. Este es un proceso educativo de no violencia ni opresión contra los seres humanos ni el ambiente desarrollado bajo la lógica de consenso social.
Ahora bien, tomando en cuenta que la paz va más allá de la no-guerra, sucede igual cuando se habla de la educación para la paz. Este es un enfoque que cada día toma más fuerza en las discusiones pedagógicas, pues sobrepasa el aspecto político y se lleva a construir paz en todos los aspectos de la vida social y cultural. De este modo, se politiza la educación, pues adquiere un componente ideológico y un compromiso ético para con el mundo. Se construye paz desde las aulas. Así, este enfoque está relacionado con los Derechos Humanos y con la pedagogía de la liberación de Paulo Freire. De acuerdo con Palevi (2015), el carácter práctico de la Educación para la paz está relacionado con la educación internacional y los derechos humanos.
Entonces, desde este enfoque de Derechos Humanos, se concibe que todas las personas tienen derecho a una vida libre de cualquier tipo de violencia, incorpora el sentido de dignidad, la universalidad, el proceso de noción construida históricamente y la paz, democracia y desarrollo (Palevi 2015). En el aspecto pedagógico, esto significa que las poblaciones puedan acceder a herramientas que les permita construir entornos y espacios seguros y autogestionar colaborativa y solidariamente procesos sociales pacíficos (Cerdas, 2013).
Enfoque de Derechos Humanos
El enfoque de Derechos Humanos tiene estrecha relación con el de Desarrollo Humano propuesto por Naciones Unidas a nivel mundial. El primer aspecto que se toma en cuenta es la transformación de la convivencia, la cual, no es exclusiva de los países en conflicto, sino que debe ser una estrategia que genere un cambio duradero en las sociedades y culturas. En esta línea, la educación para la paz trasciende la violencia y la inseguridad, pues, aspectos como prácticas saludables y medioambientales están contenidas en este enfoque. Así, en todos los contextos se debería implementar este enfoque, pero, principalmente en aquellos vulnerables (UNICEF, s. f.).
Como ya se mencionó, la violencia está presente en múltiples relaciones humanas, aspecto que repercute en actitudes discriminatorias a nivel individual y cultural, por cuestiones de género, sexualidad, edad, geográfica, étnicas, de nacionalidad, entre otras, aspectos que irrumpen, deterioran y violentan los derechos humanos. El enfoque de Educación para la paz contribuye en este aspecto proporcionando a nivel de valores, los principios de respeto por la vida y la dignidad de todas las personas sin importar sus orígenes o al grupo de pertenencia social y cultural.
El enfoque de educación para la paz constituye un proceso de aprendizaje con agencialidad de transformación, centra en la persona el potencial y las capacidades para participar de forma autónoma y activa en el desarrollo humano e incidir en la sociedad para construir la paz. […] Así, se busca respetar y defender todas las formas de opresión y la construcción de formas de vida social solidarias (Cerdas 2015).
Este proceso de cumplimiento de los Derechos Humanos pasa, en primera instancia por la educación, esta será su finalidad, se debe capacitar a las poblaciones para la defensa y promoción de los derechos, tanto individuales como colectivos. El pilar fundamental, será la lucha por la justicia y la solidaridad para formar mejores personas y sociedades.
Conlleva desarrollar en los individuos la capacidad para una convivencia intercultural, la defensa del medio ambiente como bien común, la justa distribución de los bienes, el desarrollo moral como responsabilidad frente al otro y la solidaridad compasiva” (Ruiz y Romero, 2018).
Enfoque pedagógico
El enfoque pedagógico está alineado con el de Derechos Humanos, y Amar (2020) nos propone que la educación del siglo XXI debe incorporar el enfoque para la paz en tanto conocimientos y valores para transformar las relaciones humanas.
La pedagogía del oprimido se vuelve una metodología determinante para este enfoque, pues, las personas incorporan los nuevos conocimientos de manera practica y reflexiva. Además, utiliza un modelo de mediación necesario para incorporar a la comunidad educativa en este proceso de aprendizaje.
En cuanto a la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, la Educación para la paz adquiere un carácter liberador, además, busca crear un tipo de educación que incorpora un carácter político. Incluye la alfabetización y la educación popular basada en la consciencia colectiva para transformar la realidad (Álvarez y Pérez, 2019). Este enfoque de paz se asocia con la educación ya que esta tiene un componente ético, de responsabilidad hacia el otro y hacia la comunidad a la que se pertenece. (Ruiz y Romero, 2018). La educación para la paz basa sus metodologías en los postulados de Paulo Freire, en que es una educación consciente, donde las personas reconocen sus capacidades para la transformación de sus entornos sociales y culturales (Martínez y García, 2001).
La educación para la paz se entiende como un proceso basado en la no violencia que busca que el individuo alcance la armonía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza; de ahí que se puedan distinguir tres dimensiones, a saber: personal, sociopolítica y ambiental. El proceso educativo se da en términos de aprendizaje significativo, y se aprende a través del cooperativismo, el “aprender a aprender” y el desarrollo socioafectivo; es decir, que partiendo de las posibilidades de cada persona se busca fortalecer el proceso de crecimiento de sus habilidades, de acuerdo con el contexto en el que –a través del trabajo en equipo, la cooperación, el respeto, el dialogo, la no competencia y el consenso- se “aprenda a aprender” (Álvarez y Pérez, 2019).
La educación adquiere un rol transformador de los valores, basado en un aprendizaje significativo, es decir, la organización cooperativa del aprendizaje, lo que ya se mencionó del “aprender a aprender” y el desarrollo socioafectivo. Esta también, se convierte en una herramienta para transformar y comprender la realidad que atenta contra la dignidad y los derechos del ser humano.
Principios y valores orientadores de la educación para la paz
La educación para la paz debe sobrepasar los aspectos contextuales y coyunturales, así, adquirir un rol continuo y prolongado en el tiempo, forma en la que se compromete con la transformación social.
Acá, de acuerdo con Cerdas (2013) la Educación para la paz se basa en que el ser humano es el actor principal del conocimiento, por tanto, por tanto, es el protagonista en el proceso de aprendizaje. Aspectos que involucran como principios: la integración del ser humano, como sujeto cognoscente, capaz de impactar y cambiar su contexto; la capacidad que tiene el sujeto cognoscente para reflexionar y autocriticar; acercarse a la realidad local y global; acercarse al conocimiento de las informaciones; la responsabilidad que asume el ser humano frente al conocimiento para generar soluciones para el bien común.
Ante esto, se debe tomar en cuenta que el ser humano es complejo pues forma parte de un todo social y cultura, además, es multidimensional y forma parte de una realidad específica e histórica. Esto quiere decir que, en la realidad del ser humano, intervienen diversos actores y factores, principalmente, instituciones sociales. Así que, está permeado por el contexto, los sentidos y significados en este; por su relación con el todo y las partes y; por el factor de multidimensionalidad. De este modo, se debe dirigir el conocimiento al desarrollo de habilidades sociales, creatividad, curiosidad, cooperación, resolución de conflictos, asertividad, solidaridad y comprensión mutua (Cerdas, 2013).
En este sentido, el individuo se forma para que aplique en todas las áreas de su vida relaciones armoniosas, conscientes y en búsqueda de soluciones. En este enfoque es central, además, la formación pacifica para hacer valer los derechos. El diálogo y el consenso se vuelven pilares fundamentales en la educación para la paz (Lira, Vela y Vela, 2013).
Por último, Ruiz y Romero (2018) hablan de tres núcleos temáticos que orientan la Educación para la paz: la integración del diferente cultural; la justicia y la solidaridad; y el cuidado de la casa común. Tal como ya se ha mencionado es una visión de la educación como integradora que respeta las diferencias basadas en la cultura y en las prácticas heterogéneas. Por tanto, más bien se habla de acciones violentas el incorporar a todas las poblaciones en un mismo orden social. Los grupos poblacionales, además, tienen historias distintas, que deben ser tomadas en cuenta en la pedagogía. Se deben reestablecer los vínculos afectivos, la responsabilidad que se tiene frente al otro y la solidaridad. Por último, el equilibrio con el ambiente, ya que el problema ecológico afecta todas las actividades humanas, este es un problema ético moral, implica cambiar el estilo de vida de la civilización.
Modelo educativo para la paz
Existen diversos modelos para la paz y la resolución de conflictos, que van desde las posturas más tradicionales hasta los nuevos enfoques que surgen con la búsqueda por cumplir los Derechos Humanos y la aplicación de las pedagogías del oprimido. Donde encontramos como modelos centrales la educación para la paz, la integralidad y la mediación educativa. Estos tres aportan sustancialmente en una metodología de la praxis y donde toda la comunidad educativa interviene, en función de una transformación social y cultural, individual y colectiva para la paz.
Primero, según Martínez y García (2001) la educación para la paz como modelo se basa en la acción educativa de esta forma se relaciona con las metodologías de acción social. Se parte de que la educación esta permeada por los preceptos ideológicos de la sociedad y la cultura, por tanto, puede llegar a estar dentro de las dinámicas violentas. Como solución se plantea que la educación debe tomar una postura crítica, sujeta a un compromiso transformador y acorde con una perspectiva de convivencia y se convierta en un modelo capaz de romper con la cultura violenta. Siguiendo la línea teórica de Paulo Freire este es un proceso liberador, reflexivo y autodeterminador (Martínez y García, 2001), a su vez, cuando se educa para la paz, también se educa para el conflicto, pues, en este proceso se proporcionan herramientas para enfrentar pacíficamente el conflicto. En esta línea, de acuerdo con Amar (2020, 60) se utiliza una metodología ligada al conocimiento empático y de comprensión para romper con la forma tradicional unidireccional y bancaria.
En este sentido, Álvarez y Pérez (2019) establecen que en la educación para la liberación se ha partir de un proceso por el cual la sociedad facilita el crecimiento de las poblaciones y grupos, se busca contemplar una visión más amplia de la vida, así, el ser humano individual se autocomprende en sociedad, en este proceso, también se da el desarrollo de la autodeterminación del ser. De este modo, el ser humano se interrelaciona con la comunidad y la cultura.
La educación se concibe como un proceso que consiste en la transferencia, reproducción, producción, apropiación y resistencia de los significados culturales, expresados estos en términos de saberes, pautas de conducta, normas, valores (Zayas y Rodríguez, 2019).
La educación para la paz se basa en un modelo cognitivo, acentuando el conocimiento de las diversas culturas y el diálogo intercultural, la sociedad integrada y pacífica se construye en el reconocimiento de las singularidades y diversidades culturales. Pero, también, en la acogida de los grupos en toda su realidad cultural y sociohistórica (Ruiz y Romero, 2018). Este autor propone como líneas de actuación: educar en la responsabilidad; integrar el contexto como estrategia educativa; y pedagogía negativa. Esta última haciendo referencia a no pasar por alto los contextos sociales violentos, sino trabajar con base a ellos.
Ahora bien, además de la educación para la paz se encuentran otros modelos educativos, que a la actualidad no han sido superados a pesar de implementar una visión tradicional de la pedagogía, como el punitivo, que se basa en el castigo y en el cumplimiento de las normas. Ante esto, se han propuesto alternativas integrales que benefician el diálogo, la comunicación y la empatía, que benefician la interrelación e integralidad entre toda la comunidad educativa y la sociedad y cultura. Glatung (1998) nos presenta cuatro modelos utilizado en la resolución de conflictos de convivencia aplicado al campo de la educación y la paz, estos modelos se explican de acuerdo con tres facetas: reparación, reconciliación y resolución.
Por otro lado, la mediación educativa, a la hora de implementar un sistema de mediación escolar se debe tener en cuenta un carácter preventivo y uno educativo. El primero, se basa en la gestión de los conflictos por medio del diálogo, convirtiéndose en un modelo para la comunidad educativa. Dicho modelo se basa en la escucha, el respeto, los sentimientos de las personas e impulsa la toma de conciencia. El segundo, toma en cuenta el aprendizaje y la responsabilidad, el desarrollo de habilidades humanas y sociales. En ambos puntos, esta debe ser contextualizada, además, incorporar en los aprendizajes la escucha activa, empatía y asertividad. La mediación consta de tres herramientas de acuerdo con las teorías de Galtung, que serían: reparación, reconciliación y resolución de conflictos.
La mediación se define, entonces como un proceso de comunicación de dos o más partes en conflicto que pueden gestionar sus diferencias con la ayuda de un tercero imparcial, siendo, dichas partes, las únicas responsables de establecer aquellos acuerdos que satisfagan sus necesidades e intereses, que recomponga la comunicación y que les permita transformar su relación a partir de la gestión positiva del conflicto, siendo esta un modelo a tener en cuenta en los conflictos que en el futuro puedan plantearse (Lozano y Becerril, 2018).
Por tanto, la mediación educativa se convierte en una forma de gestión de la vida social que implica en sí misma transformación cultural. En este aspecto, es central la reflexión sobre los modos de resolver conflictos e incorporar herramientas que democraticen la toma de decisiones. Sumado a esto se definen como principios para la resolución de conflictos: voluntariedad, confidencialidad, imparcialidad, neutralidad, buena fe y flexibilidad (Lozano et al, 2018). Actualmente, en el sentido práctico, la mediación educativa está enfocada en la convivencia en los centros educativos, ya que resulta ser la principal preocupación del sistema. En la implementación se toma en cuenta los currículos académicos; los aspectos psicológicos y afectivos y la relación entre el alumnado y la comunidad educativa.
Este modelo de mediación educativa toma en cuenta el aprendizaje activo y experimental en función de una convivencia positiva. Según Irirarte e Ibarrola (2018) las poblaciones que han estado sujetas a las metodologías de resolución de conflictos son más anuentes a tener relaciones positivas y asertivas, se da una mejora en la moral del grupo y en la comprensión de las diferencias. Además, que resuelven sus conflictos de manera más constructiva y reducen la agresividad reactiva y proactiva. La mediación también conlleva resultados en el papel activo de los estudiantes para crear un mejor clima educativo. Con esta metodología se prepara a los estudiantes para ser ciudadanos empoderados, donde se facilita el compromiso democrático y desarrolla autonomía en estas poblaciones.
La comunidad educativa y la sociedad ya han ido haciendo cambios en la resolución de conflictos, pero no así, en el sistema educativo. De fondo, esta discusión lleva a replantearse el carácter que ha tenido la escuela tradicional y su vinculación con la resolución de conflictos y la paz.
Educación para la paz en el contexto costarricense
Para el contexto costarricense es pertinente incorporar la educación para la paz ya que nos encontramos en una región que se ha caracterizado por la violencia. Actualmente, Costa Rica se ubica en uno de los países más desiguales de América Latina.
Esta es una propuesta que surge en contraposición a las escuelas formalistas tradicionales, de este modo superar las violencias simbólicas que se dan al interior de estas. Aunque, la educación debe contener un enfoque político, ya que por sí misma no es capaz de transformar las sociedades y culturas.
En la Política Nacional para la Niñez y la Adolescencia se contempla a la familia como la institución social prioritaria para la protección y el desarrollo de la población menor de edad en coacción con las entidades estatales que deben favorecer a los núcleos más desfavorecidos (PANI-UNICEF, 2009), por tanto, en un enfoque de Educación para la paz y de mediación, se vuelve indispensable incorporar a este sector en las metodologías pedagógicas.
De acuerdo con la información de la PNNA, las familias más vulnerables económicamente vienen en descenso, así mismo, como padres y madres con bajos niveles educativos, aspectos de relevancia en cuanto a integralidad se refiere. Fuera de la institución educativa funciona el Sistema Nacional de Protección, que provee este carácter a nivel local y comunal, sin embargo, con limitantes o nula funcionalidad en la articulación con los centros educativos, sobre todo, si de las metodologías y modelos de Educación para la paz y mediación se refiere.
Para ello, se debe superar el enfoque económico y de empleabilidad que ha adquirido la educación en Costa Rica pues ha adquirido el objetivo de “lograr que las personas menores de edad tengan acceso a formación que les permita desplegar sus capacidades intelectuales y procurar una vida digna, aunque no garantice un empleo de calidad, pero existe una relación directa entre educación y pobreza”. Más bien orientar la educación a una visión integral y crítica de la realidad social y cultura (PANI-UNICEF, 2009).
Estos aportes pedagógicos son sustanciales a los debates de la educación en Costa Rica. Actualmente el país se ha basado en un modelo tradicional de la enseñanza, lo que significa limitantes para que la comunidad educativa pueda transformar la realidad social y cultural, a pesar de que políticamente Costa Rica sea proclamado como un país de paz y democracia. Tomando en cuenta la integralidad del desarrollo educacional de las personas menores de edad, se debe establecer dentro de la educación para la paz tanto los valores democráticos y sociales como metodologías relacionadas con el arte y la cultura para desarrollar entornos pacíficos y con capacidades sociales que permitan el ejercicio de la disciplina, la convivencia, la armonía, la solidaridad y demás cualidades que acerquen las relaciones humanas a entornos pacíficos y de resolución de conflictos.
Los modelos pedagógicos alternativos son una opción viable para fomentar procesos críticos que permiten revertir la violencia que enfrentan los diferentes grupos sociales. En este sentido, la educación tradicional debe superarse y encaminar la transición hacía modelos que permitan desarrollar solidaridad y relaciones cooperativas entre los diversos grupos sociales y culturales. Como sociedad, enfrentamos actualmente manifestaciones de violencia y discriminación, la falta de empatía hacia los grupos diversos ha sido una de las principales razones que desencadenan respuestas no pacíficas a los conflictos. Es por ello, que se convierte central el hablar de paz en los centros educativos e integrar a toda la comunidad e instituciones sociales en dicho proceso educativo.
Las posturas tradicionales de la educación perpetúan la violencia, ya que recurren a métodos de castigo y disciplinamiento contra todo aquello que se salga de la norma y la institucionalidad. Mientras que la educación para la paz es una alternativa pedagógica que, al fin de cuentas, busca institucionalizar las prácticas educativas en función de la no-guerra y la no-violencia, la forma en que se relacionan los seres humanos entre ellos y el medio ambiente se pone en cuestionamiento, para reflexionar críticamente sobre la realidad y el contexto social para su transformación. El sistema educativo, cumple un papel pilar de mediador entre los contextos sociales y la educación de sus miembros, tomando en cuenta que esta no es neutral, sino que es política.
La educación como sistema debe adquirir ese aspecto transformador, no solamente una herramienta para conocer sobre aspectos de la vida humana, sino para cambiar los contextos y las relaciones sociales injustas y violentas. Esta metodología es aliada al cumplimiento de los Derechos Humanos, ya que se encarga de educar y proveer las herramientas para que las poblaciones logren la defensa y el consenso mediante vías democráticas y pacíficas. Además, pone sobre la mesa el debate de las desigualdades e injusticias sociales que atentan contra el desarrollo de las personas.
La educación para la paz es transformadora siempre y cuando se asuma una postura política, por sí misma es solo formadora. Para ello, debe implementarse esta visión a todo el sistema educativo, no solo por la voluntad de unos pocos. Los valores democráticos, ciudadanos y de consenso social deben institucionalizarse como orientaciones pedagógicas que permitan relaciones sociales y culturales asertivas y eficaces sobre la paz. Además, incorporar, dentro del proceso cognitivo, la reflexibilidad y criticidad del contexto para así cambiarlo en colectivo. En este sentido, construir sociedades pacíficas es viable, pero se necesita la coordinación de toda la comunidad educativa para poder llevar a cabo un proyecto pedagógico que resuelva conflictos desde la solidaridad y no desde la violencia.
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