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Creatividad en el desarrollo instrumental

Técnica, capacidad expresiva, compresión musical y personalidad artística

Resumen: Con este artículo proponemos acercarnos al conocimiento de dos aspectos que consideramos esenciales en la actividad musical: la creatividad en la interpretación y su importancia en la formación de los instrumentistas. Sabemos que, para llevar a cabo una interpretación, los intérpretes deben poseer una serie de habilidades y conocimientos, adquiridos durante su formación, que les permiten transformar en sonido el legado que los compositores dejaron por escrito. Pero en el proceso de realización de esta mutación no se debería considerar al intérprete un simple reproductor, sino elevarlo al nivel del artista creador, un ser libre para vivenciar, recrear y hacer significativas las manifestaciones gráficas, a menudo imprecisas, de otro individuo, en este caso el compositor.

Abstract: With this paper we aim to learn about two aspects that we consider essential in music: creativity in interpretation and its importance on the performer’s training. We already know that, in order to perform, players must master certain skills and knowledge, acquired during their training, that enables them to transform into sounds the legacy that composers left written. On this process, the performer must not be considered a simple player, but should be elevated to the level of a creator artist, a free being to life, recreate and make significative the graphic manifestations, often imprecise, of another individual, in this case the composer.

Palabras clave: Interpretación musical; Intérprete; Composición musical; Compositor; Estructura musical; Comprensión musical; Improvisación; Personalidad artística.

Keywords: Musical interpretation; Player; Musical composition; Composer; Musical form; Musical understanding; Improvisation; Artistic personality.

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LA CREATIVIDAD EN EL DESARROLLO INSTRUMENTAL
(artículo completo aquí)

Contextualización

No existe ninguna duda sobre la supremacía de la creatividad musical en disciplinas como la composición o la improvisación, pero poco se habla del proceso creativo en la interpretación musical en el marco de la tradición musical culta, en contraposición a otras tradiciones musicales en las que el hecho interpretativo y creativo caminan de la mano (Música Jazz, Flamenco, música popular, etc.).

El intérprete es un creador. Debe ser capaz, desde su interior, de procesar la creación de la interpretación. Eso no quiere decir que deba cambiar la obra del compositor, pero para poder transmitirla en su totalidad, tiene que procesarla en su interior: recrearla. (Frega y Vaughan, 1980, p. 50)

Resulta evidente la imprecisión que muestra la notación musical de una partitura en relación a la complejidad del  resultado que podemos apreciar tras cualquier interpretación que se origine a partir de ese texto. Y esta imprecisión afecta principalmente al elemento sonoro, representado tradicionalmente por la altura, timbre, duración e intensidad, sin olvidar las connotaciones propias de cada estilo compositivo y la particularidad que pueda presentar cada obra (Higueras, 2008). Si bien en épocas más recientes ha habido un interés por parte del compositor de fijar con sumo detalle aspectos de la interpretación, no ha ocurrido así siempre, sobre todo si  nos situamos en contextos anteriores al siglo XVIII, lo que pone de relevancia la libertad creativa que en determinados parámetros puede tener el intérprete y que condicionan la expresión y el fraseo de  una interpretación.

Sin embargo, la idea de la creatividad aplicada a la interpretación ha supuesto un discurso que ha generado discrepancias a lo largo de la historia de la música, pero sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Mientras que unos pedagogos han defendido la aportación de la individualidad del intérprete, otros han considerado que éste se ha de limitar a tocar lo que está escrito generando una interpretación escrupulosamente fiel.

Por nuestra parte, desde aquí, nos unimos a la importancia del desarrollo de la creatividad para dar vida a las interpretaciones, así como la necesidad de tomar conciencia de ello en las prácticas educativas. Como el lenguaje que es la música, el aprender a comunicar creativamente con ella se hace esencial en la formación del intérprete, pues su papel trasciende a la propia partitura.

El proceso interpetativo

La interpretación tiene como finalidad la expresión o comunicación de las emociones subyacentes a una obra musical pero procesadas por el propio intérprete, lo que generará versiones individuales de la misma. Este proceso interpretativo, al igual que la ordenación sobre la conducta creativa que describe Frega (2009),  se podría materializar en 4 estadíos:

  1. Precreativo: el intérprete adquiere la técnica necesaria a la vez que va desarrollando  la compresión del sentido musical.
  2. Combinatorio: el intérprete usa la técnica y conocimientos adquiridos en diferentes formas en función de la obra a interpretar.
  3. Desarrollo: a la interpretación se le añade el sentido intuitivo, la personalidad artística, para establecer ciertas relaciones y descubrir las posibilidades expresivas que devienen de cada forma de desplegar las ideas musicales.
  4. Sinergético: la creatividad del intérprete entra en verdadera sinergia con los requerimientos de la sociedad de cada época, criterios y principios estéticos, reforzándose unos a otros, creándose la verdadera acción expresiva y comunicativa.

Como final de este proceso, el resultado es sometido a una evaluación en lo referente tanto a la propia materialización de la música escrita como de la creatividad con la que la procesa el intérprete, lo cual establecerá su grado de genialidad.

Abordado desde la vivencia práctica del que se enfrenta al aprendizaje de una obra musical y de una manera casi anecdótica, López (2006) nos describe el proceso de la siguiente manera:

Al principio el intérprete lee despacio la partitura; estudia nota a nota la digitación debida; analiza las diversas frases y las ensambla. Mientras realiza esta labor de ojeo de la obra, su interpretación es tanteante y premiosa, carente de soltura y libertad interna. A fuerza de ensayos, las formas se perfilan a través de la fronda de las notas, cobran cuerpo, se articulan unas con otras. Al configurar de este modo la obra, el intérprete gana una creciente libertad. Ya no está preso en la partitura. Ésta va pasando a un segundo plano a medida que las formas se hacen presentes. El intérprete sigue poniendo en juego todos sus medios técnicos: conocimientos musicales, agilidad mental, fuerza muscular…, pero todos ellos se vuelven transparentes, se convierten en vías abiertas a la expresión musical. Con ello, el intérprete se halla inmediatamente presente a la obra, pero de forma indirecta, en el seno expresivo de unos medios que ahora ejercen una función mediacional, no mediatizadora. En este momento, el intérprete configura la obra en cuanto se deja configurar por ella. Es una experiencia reversible, de doble dirección. El intérprete se encuentra en su elemento, en su hogar espiritual, cuando convierte la obra en su impulso interior, se deja llevar por su ritmo y llenar de sus armonías. No pierde, con ello, su personalidad; la incrementa y afirma. Al deslizarse aladamente por las avenidas de la obra, siente que la obra se identifica prodigiosamente con él, es re-creada por él y le es, sin embargo, trascendente. Por eso admite interpretaciones diversas, que se contrastan y complementan.

Y es tras este proceso cuando la obra cobra una nueva posición, dimensionada por el sentimiento y la inteligencia.

El intérprete se mueve ya con absoluta libertad […] Podríamos decir que la domina. La domina porque se deja dominar por ella […] En este nivel de creatividad nadie domina a nadie. […] Cuando se vive creativamente, no interesa dominar y poseer, sino enriquecerse mutuamente (López, 2006).

Tanto desde la perspectiva teórica como práctica se puede advertir que el intérprete se mueve entre dos acciones: la reproductiva y la creativa.  No nos cabe duda de que el intérprete es el creador de una interpretación, a través de la que proyecta su individualidad y que le hace distinto a otros. Es la creatividad la que genera diversas versiones de una obra, no sólo entre intérpretes diferentes, sino incluso en la misma persona en diferentes momentos y escenarios. Además, en ocasiones, esas recreaciones instrumentales mejoran la percepción que pueda tener el propio compositor acerca de su obra. Valga como ejemplo de esto último la frase que exclamó el compositor Edward Grieg tras escuchar su propio Concierto para Piano y Orquesta en La Menor, en la interpretación de la pianista venezolana Teresa Carreño en 1889: “¡Caramba señora! No sabía que mi concierto era tan bonito…” (Correa, 2006).

La comprensión musical: estructura e interpretación

Las obras musicales son la materialización de la expresión de conocimientos, experiencias, estados de ánimo, ilusiones, evocaciones, recreaciones de modelos… impresiones de un compositor al que, probablemente, se mire con tanta lejanía o admiración que se pierda de vista que ha vivido, ha sufrido y ha querido como cualquier otro ser humano.

A pesar de que a lo largo de la tradición musical culta la interpretación del significado musical ha generado diferentes opiniones dependiendo del contexto social en el que se crea y su función en él, dar vida a ese código de signos inertes plasmados en la partitura, que representan el alma del creador, trasciende lo atemporal e implica entender su estructura y manifestarla usando la misma esencia individual que lo materializó, pero ahora desde la sensibilidad de otro ser similar: el intérprete. Y el proceso se vuelve a repetir. Este “médium” de la música, en base a sus conocimientos, experiencias, estados de ánimo, ilusiones…, generará un producto único e irrepetible, con la particularidad de ser variable en el espacio y el tiempo.

Según algunas investigaciones llevadas a cabo en el campo de la interpretación musical, todos los elementos que conforman la estructura de una obra generan un perfil expresivo en ella, de tal forma que los intérpretes llegan a coincidir en una expresividad común en lo referente a la forma general de la pieza. Sin embargo, muestran su individualidad creativa en los detalles más sutiles de esta estructura y su ejecución expresiva. A tal efecto, Rink (2006) manifiesta que, aunque la expresión pueda entenderse como la consecuencia inevitable e irrepetible de la comprensión de la estructura musical, también es un intento consciente y deliberado del intérprete por hacer que sus interpretaciones sean perceptibles.

En base a esto y otras evidencias llevadas a cabo en psicología de la música, la interpretación requiere una comprensión imaginativa de la estructura de la obra por parte del intérprete. Es tras este paso cuando se puede formular una estrategia de interpretación, siendo esteo un acto que implica el uso de su creatividad.

No obstante, no puede obviarse que, para llegar a este punto, se requiere que el intérprete domine intelectualmente el potencial de las ideas musicales y sus posibilidades de desarrollo. Intelecto y sensibilidad se imbrican necesariamente en la consecución de este producto interpretativo. Si bien el intelecto establece las opciones.

Es necesario el respaldo de un oído sensible para la toma de las decisiones artísticas que coloquen los elementos estructurales en su sitio con el énfasis más eficaz (Paynter, 1999).

Consecuentemente, la ampliación de conocimientos en cuanto a materiales y procedimientos organizativos permitirá mejorar la creatividad interpretativa en la persecución de un resultado global y coherente que haga significativo el discurso musical. Pero no descartemos que también puede provocar una pérdida de libertad. La información cada vez más profunda y sutil podría encorsetar al intérprete en estándares interpretativos o conducirlo a la actitud cómoda y certera de copiar interpretaciones que ya han sido valoradas y aplaudidas, garantizándose una valoración positiva de su producto. En este sentido, es recomendable conocer y analizar las soluciones que han dado otros intérpretes a sus interpretaciones pero, aún imitando,  debemos confiar en nuestra imaginación auditiva abriendo nuestra mente a otras posibles soluciones, siempre sobre la base de un sólido conocimiento, en busca de una interpretación personalizada.

Factores que influyen en una interpretación creativa

La formación de un instrumentista o cantante es un duro camino de superación técnica y psicológica en tal medida que le permita liberarse de cualquier problema material y mental para favorecer la expresión musical. Buscar el equilibrio entre la preparación técnica, psicológica y creativa ha de ser el principio que rija la formación de cualquier aspirante a intérprete desde sus primeros pasos en la educación musical.

Veamos pues, en primer lugar, los factores que influyen en el desarrollo de la creatividad en el intérprete desde el campo educativo.

La interpretación es un problema de fondo que concierne la formación completa del individuo, su nivel afectivo, intelectual, cultural, su imaginación creadora, su posibilidad de vibrar físicamente. No se trata de una cuestión de conocimiento como sola condición […] Tratar la interpretación en un marco pedagógico consistiría, pues, en procurar al músico una formación amplia y abierta que le permirtiese “jugar”, “bailar” la música con alegría comunicativa. El músico traduce mediante notas lo que en otros campos se dice con palabras y debe provocar la ilusión de ser la propia música que interpreta: todos los recursos dramáticos de la música pueden revelarse con la única premisa consistente en que el músico sienta emocionalmente y físicamente lo que está tocando, que le de vida por medio de gestos vivos que bailen flexiblemente sobre su instrumento. (Hoppenot, 2002)

Algunos autores manifiestan que una de las necesidades más urgentes de las enseñanzas musicales es dotar a los alumnos con las herramientas necesarias para enfrentar un campo profesional en constante cambio, de manera que se desarrolle en ellos un interés personal por innovar y explorar sus habilidades creativas en la interpretación musical y en su desempeño profesional en general.

En la tradición clásica se refuerza la perfección técnica y aunque existe un interés por desarrollar en el estudiante sus habilidades creativas en la interpretación musical, éste   no se logra hasta que existe un dominio técnico considerable y cierta independencia del estudiante. En la tradición jazzística, la expectativa para el desarrollo creativo del estudiante va de la mano con el conocimiento teórico y técnico. Este subsistema cultural define en gran medida las concepciones particulares de los profesores, así como sus estrategias didácticas. (González, 2013)

Con frecuencia, y sobre todo en la enseñanza de música reglada, hay que cumplir amplios programas curriculares en poco tiempo, lo que obliga al profesor de instrumento a reducir las actividades de creación o simplemente a desestimarlas. Del mismo modo, el querer mantener o aspirar a ciertos niveles hace que se focalice más en el contenido y en los exámenes que en el proceso de aprendizaje, generando intérpretes obedientes y con escasos criterios para realizar interpretaciones individuales (Paynter, 1999).

González-Moreno (2013) resalta también el papel del estudiante en este proceso, quien debe adquirir competencias y actitudes hacia la constante exploración e innovación:

Se debería   preparar al estudiante para “lanzarse al vacío”, esto incluso en ambientes más restrictivos para la interpretación musical; que el estudiante tenga la capacidad de imprimir su propio sello en cada interpretación. Incluso, debe haber la intención racional de romper o superar esquemas establecidos. (González-Moreno, 2013).

En la misma línea, Hopenott manifiesta que hay que transmitirle al alumno el amor por la música y fomentar el sentido de responsabilidad para, mediante el análisis de las obra, conocer su sentido y contenido emocional.

La motivación, entonces, está claro que es un factor clave en el desarrollo de la creatividad, por lo que es esencial que el aprendizaje musical esté ligado directamente a la práctica musical para que el interés del estudiante no decaiga al tiempo que va corrigiendo su técnica. La técnica y el conocimiento del lenguaje musical no es el fin sino el medio para conseguir llegar a la interpretación, y “para liberar las facultades superiores del ser humano y su poder creativo” (Deschaussées, 2009).

Ciertamente, la perfección en la técnica dará al intérprete la seguridad necesaria para dar vuelos a su sensibilidad. Pero demasiada centralización sobre ella alejará al estudiante del sentido musical. No hay más que echar la vista a otras tradiciones musicales populares donde las habilidades creativas se ven incentivadas al tiempo que se adquieren las habilidades técnicas y conocimientos teóricos.

Una interpretación creativa requiere de una escucha consciente por parte del intérprete que le permita reaccionar ante lo oído o prever lo que quiere oír. Esa escucha no necesita del entendimiento sino que es puramente afectiva. Cualquier mejora en la interpretación pasará por un aprendizaje de la escucha que, lejos de presuponérsele a cualquier músico de forma natural, supone un acto de actividad interna y concentración sobre el que hay que incidir y fomentar desde los inicios en la interpretación musical.

Siendo la vista el más poderoso de nuestros sentidos, el proceso de desarrollo de la escucha activa pasará por relegar al ojo al papel de rápido informador, sin dejarle la posibilidad de que se recree en la partitura y, por tanto, que se imponga a la escucha. La capacidad de realizar una rápida memorización de la partitura y de los gestos técnicos permitirá al intérprete abandonarse a la percepción sonora, no tanto para escuchar el sonido que ha pasado sino para el que está por venir, de tal forma que se pueda influenciar en su trayectoria antes de que salga (Hoppenot, 2002).

Junto a un desarrollo educativo que promueva la interpretación creativa, el atesoramiento de experiencias de vida hará del intérprete un ser rico y vibrante emocionalmente, capaz de dar vida a sus interpretaciones y más proclive a transmitir la música en todas sus dimensiones, ampliando su capacidad expresiva o comunicativa. De este modo, un intérprete evolucionará en su manera de comunicar un discurso musical a lo largo de su vida en proporción a sus vivencias, aunque esto siempre ha de estar avalado por un conocimiento profundo de las obras a interpretar.

Es evidente pensar que la personalidad del intérprete influye de una manera decisiva en su forma de abordar la interpretación, ya sea liberando todo su arsenal creativo o por el contrario coartándolo. Una personalidad temerosa, pasiva y con déficit de confianza tenderá a no prestar atención a los sentimientos propios, a autocensurarse y a necesitar siempre de modelos interpretativos a los que copiar o la aprobación de sus maestros para resolver cualquier situación. Y de nuevo es en el entorno educativo, ya desde los primeros tanteos musicales, cuando el docente puede generar el clima adecuado para fomentar la confianza en el potencial creativo y por ende, interpretativo. Es importante que se le propicie el camino para adoptar un pensamiento crítico, insistiendo en el binomio ensayo-error de tal manera que, de una forma dirigida, sea capaz de llegar a conclusiones que le permitan dar soluciones interpretativas desde su propio convencimiento. A tal efecto, resulta realmente necesario incorporar la improvisación a la pedagogía instrumental. Ya no se trata sólo de leer la partitura, sino de jugar con ella, desgranándola y volviendo a crear sobre sus elementos. Ello dará rienda suelta a la libertad de expresión, al tiempo que reforzará sus conocimientos teóricos, la memoria musical y su capacidad creativa, generando un afán de superación que pondrá en valor el deseo de explorar y mejorar en sus productos interpretativos.

El objetivo es generar intérpretes activos que puedan comunicarse con el   instrumento con la misma espontaneidad que usan en la comunicación verbal, de manera que entienda que aprender un instrumento es aprender a usarlo para hacer música ya sea para crearla como para recrearla.

La música, como un medio natural para expresar emociones, no sólo se nutre de la creatividad del compositor sino que se transmite al oyente modelada por las aportaciones recreativas del intérprete. Esta visión de la interpretación frente a la actividad meramente reproductiva se nutre no sólo de unas adecuadas  habilidades técnicas y de lectura sino de una comprensión profunda de la estructura musical, una escucha consciente y de un desarrollo de la creatividad en los procesos educacionales del intérprete. Se hace necesario, pues, fomentar en el educando una personalidad que le permita generar una elocuente acción comunicativa, buscando el profundo sentido emocional de cualquier obra,  venciendo  los obstáculos y miedos impuestos por las estructuras sociales y académicas e impulsando la motivación. Pero tan importante es propiciar las condiciones básicas para el proceso creativo, como asegurarse de que el intérprete está involucrado en él. El rendimiento creativo en la interpretación es el resultado de la acción conjunta de  aspectos de personalidad, variables cognitivas, y factores ambientales, sin olvidar las experiencias de vida del individuo que conforman su disco duro interno. Ser creativo en música, ya sea como compositor o como intérprete, es tener algo que decir y poseer los recursos necesarios para saber decirlo

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