Resumen: Uno de los grandes afectados por la pandemia del covid19han sido los niños. Para poder actuar de forma adecuada y ayudarles a superar esta nueva situación, lo primero que debemos hacer es investigar cómo la patología y la situación derivada de ella ha afectado a las diferentes dimensiones de los más pequeños: física, psicológica, emocional, social y lingüística.

 

Palabras clave: Covid-19; Pandemia; Desarrollo físico; Desarrollo psicológico; Desarrollo social; Desarrollo emocional; Desarrollo lingüístico.

 

Abstract: One of the most affected by the COVID-19 pandemic has been children. To be able to act appropriately and help them overcome this new situation, the first thing we should do is investigate how this pathology and the situation derived from it has affected the youngest among us: physically, psychologically, emotionally, socially and in the linguistically.

 

Key words: COVID-19; Pandemic; Physical development; Psychological development;
Social development; Emotional development; Linguistic development.

COVID19 EN NIÑOS

La pandemia del covid19 ha sido un duro golpe para todos, la falta de libertad, el miedo al contagio, la inseguridad que genera el desconocimiento profundo de esta enfermedad, supone para muchas personas algo difícil de superar. Esto es algo que no queda ajeno a los niños, aunque ellos sean los que menos han padecido la enfermedad como tal, a nivel emocional y psicológico la han sufrido como los adultos o mucho peor. Ya que los adultos disponemos de más recursos y medios para expresarnos, en la mayoría de los casos, somos capaces de gestionar nuestras emociones y encontrar un equilibrio entre ellas, pero los niños, especialmente de la etapa de Educación Infantil (3-6 años) no tienen aún, por lo general, un control de sus emociones, no saben en muchas ocasiones expresar lo que están sintiendo y no disponen de las herramientas suficientes para gestionarlas. Si bien es cierto que su alta capacidad de adaptación les hace afrontar los cambios con más naturalidad que los adultos, es necesario ayudarles a entender la situación y a gestionar lo que sienten y piensan.

COVID19 en niños #CedRevistaDigitalDocente Share on X

Pero no sólo les ha afectado el tiempo aislados en casa, la vuelta a la escuela tan atípica que han tenido que vivir, el no poder manifestar sus sentimientos corporalmente, que recordemos es su principal fuente de expresión, y el tener que aprender a pronunciar, a entender con un cambio radical de las reglas, viendo más allá de una mascarilla que les impide ver cómo se mueve la boca o cómo se cambian los gestos faciales en las distintas emociones, es algo que para ellos ha sido, y está siendo muy difícil. Es un escenario en el que las reglas han cambiado de forma radical en poco tiempo, donde ellos aprenden por imitación en casi la totalidad de los aprendizajes y ahora hay que buscar nuevos métodos, nuevas estrategias y nuevas maneras de aprender y, cómo no, de enseñar.

Afectación del COVID en niños hasta los 9 años

La enfermedad como tal, como ya comentábamos, a los niños prácticamente no les ha afectado, los que se han contagiado lo han pasado como un resfriado común o de forma totalmente asintomática.

En cuanto a los datos, el último informe epidemiológico del Instituto Carlos III de Salud recoge que desde el principio de la epidemia se han registrado en España 393.394 casos de Covid19 en niños hasta nueve años, de un total de 5.273.256 casos totales en toda España. Eso supone el 7,46 % del total de los casos, sin embargo el porcentaje de hospitalizaciones es diez veces menor en proporción y supone el 0,78% del total de personas que han necesitado ser ingresadas.

Por tanto, aunque a nivel de salud física apenas les haya afectado, en otras dimensiones sí que ha repercutido. A continuación, veremos cómo esta pandemia ha afectado a las distintas dimensiones de los niños: física, psicológica, social, emocional y lingüística. 

Dimensión física

Durante el confinamiento, los niños pasaban mucho más tiempo frente a las pantallas, su hábitos y rutinas cambiaron drásticamente, el sedentarismo se volvió más constante de lo habitual y su alimentación en general empeoró. Lo que ha provocado una mayor tasa de obesidad en los niños españoles y problemas a nivel digestivo como el estreñimiento, debido a la fata de movimiento, que es el motor de nuestro sistema digestivo. El movimiento corporal favorece en el intestino los movimientos peristálticos, necesarios para una correcta digestión.

Gilberto Pérez, coordinador del Grupo de Trabajo de Obesidad Infantil de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), explica que:

la percepción en consultas es que está habiendo un empeoramiento de la ganancia ponderal de niños y adolescentes y que se está produciendo un aumento de los casos de obesidad grave

Dimensión psicológica y emocional

Durante el confinamiento, los niños no podían asistir a la escuela, no podían salir a la calle a pasear, a jugar, los parques estaban precintados… Su movilidad estaba limitada, y apenas podían interaccionar con otras personas más que las de su propio núcleo familiar. La videollamada, Skype o las redes sociales era lo único que les permitía entrar en contacto con sus familiares, sus amigos, sus compañeros. Esto supuso un duro revés para todos, pero especialmente para ellos, ya que en la infancia la interacción entre iguales es algo fundamental para su pleno desarrollo, a través de la interacción con sus iguales aprenden a tomar conciencia de sus propias limitaciones y posibilidades, aprenden a gestionar sus emociones y su comportamiento, desarrollan la capacidad de la empatía, regulan su propia conducta en general e interiorizan las normas que rigen la convivencia social. El estar sin estos contactos durante meses ha afectado en gran medida a su salud mental y emocional.

Los efectos psicológicos derivados del afrontamiento de situaciones desconocidas, como la reducción de la actividad social y el confinamiento domiciliario, y de las vivencias de separación de padres y familiares debido al aislamiento por contagio, los duelos sin despedida por fallecimiento por civid19, la incertidumbre y el miedo a la enfermedad y al contagio, han aumentado la incidencia de sintomatología ansiosa y depresiva en la población infanto-juvenil.

 

Algunos especialistas en psiquiatría infantil afirman que el aumento de consultas por ansiedad, depresión y autolesiones es algo que preocupa en gran medida a los pediatras españoles, y han sido situaciones que a raíz de la pandemia han crecido notablemente. Muchos de estos síntomas son consecuencias de la incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social y familiar, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y un patrón de alimentación menos saludable.

Además de todo esto, hubo unos meses al inicio de la pandemia en el que los niños eran considerados supercontagiadores, ya que era muy difícil detectar los casos de la enfermedad en niños y se creía que, aunque desarrollaban en menor medida la al enfermedad, eran más capaces de contagiarla. Esta información errónea fue transmitida por los medios de comunicación, sin contrastar la información y sin datos relevantes que apuntarán la veracidad de los datos, por lo que hubo gran rechazo hacia los niños. Cuando paso el confinamiento y ya podíamos salir a la calle a pasear con los niños, la gente se apartaba y en muchos lugares, pedían incluso que no entraran. Este rechazo social hacia los niños, supuso para ellos un trauma, ya que veían como las personas se alejaban de ellos y no les permitían en muchas ocasiones participar en la vida social.

Un estudio realizado en la Universidad Miguel Hernández (España) y la Università degli Studi di Perugia (Italia) sobre las alteraciones producidas en el comportamiento infantil durante la cuarentena, determinó que de entre las 1.143 familias entrevistadas de niños y adolescentes de 3 a 18 años, el 86% de las familias observó algún cambio en el estado emocional y el comportamiento de sus hijos e hijas durante la cuarentena. Los resultados indicaron un incremento o aparición de reacciones emocionales negativas en el 69.6% de los participantes, lo que sugiere que la situación de confinamiento en el hogar ha afectado al bienestar de los niños. Las reacciones emocionales más prevalentes fueron: dejar tareas sin terminar (28.6%), mostrar irritabilidad (28.6%), dificultad para concentrarse (24.1%), mostrar desinterés (24%) y mostrarse desanimados (23.2%).

Según algunos datos arrogados de la fundación ANAR (2020) tras la cuarentena las consultas realizadas sobre problemas psicológicos en niños y adolescentes alcanzaron un 23,5% de las consultas totales, además observaron que las ideas suicidas de los niños aumentaron de un 1.9% en el año 2019 a un 8,3% en 2020.

El impacto de la pandemia

Pero, ¿afecta el confinamiento a todos los niños por igual? Evidentemente no. El impacto en la salud mental de los menores va a depender de varios factores: nivel económico y social, nivel de estudios de los padres, mayor vulnerabilidad social al pertenecer a grupos de mayor riesgo de exclusión (niños migrantes no acompañados, situaciones de violencia intrafamiliar acrecentada por el incremento de consumo de drogas y alcohol, la interrupción temporal de los sistemas de protección, menores con necesidades especiales y diversidad funcional….), siendo uno de ellos la edad del niño.

Las preocupaciones son diferentes en niños de dos años, que pueden echar de menos a sus cuidadores habituales (abuelos), que en niños en edad escolar, que suelen estar preocupados por su situación, la de sus cuidadores y por su propio futuro (la vuelta al colegio, reanudar sus relaciones interpersonales con sus amigos y familiares). Este impacto será mayor en niños y niñas que han sufrido la pérdida de algún familiar cercano o han estado separados de ellos, bien sea por la hospitalización de los mismos o por la suya propia (Pérez, 2020).

Paricio del Castillo y Pando (2020) nos ofrecen algunas recomendaciones que la Sociedad de Psiquiatría Infantil ha emitido, entre la que destacamos la comunicación positiva.

Es necesario que los padres establezcan una buena comunicación que permita a los menores expresar sentimientos tales como el miedo, el agobio o el aburrimiento. La ausencia de conversaciones focalizadas en las emociones genera ansiedad en los niños respecto al estado emocional de los adultos que les rodean, lo que puede fomentar en ellos un estilo de afrontamiento evitativo y dificultades para reconocer y expresar sus sentimientos. No clarificar dudas o negarse a hablar abiertamente de la pandemia y sus repercusiones con ellos favorece la sensación de miedo y amenaza.

Es recomendable que los adultos al cargo de menores se esfuercen en dar ejemplo y expresar también sus propias emociones, no limitando la comunicación a los aspectos prácticos de la enfermedad, y que soliciten ayuda psicológica en caso de necesitarla.

Dimensión social

Esta dimensión va estrechamente ligada a la anterior, “dimensión psicológica y emocional”, ya que la ausencia o reducción de relaciones sociales afecta a nivel psicológico y emocional al niño y a su vez la presencia de alteraciones psicológicas afecta en gran medida a las relaciones sociales, por tanto, ambas dimensiones van de la mano.

El cierre de los centros educativos y el confinamiento domiciliario prolongado supuso un cambio muy importante en las rutinas y los hábitos de los niños. La escuela, además de la formación académica, desempeña una importante labor en la socialización de las niñas y los niños, el ejercicio de distintos roles y el desarrollo de sus habilidades interpersonales. El centro escolar, favorece el desarrollo de las habilidades sociales, por lo que suprimir la escolarización presencial y el ocio fuera del domicilio mermó bastante su desarrollo social.

Debemos recordar que el ser humano es un ser social, necesita relacionarse con los demás para su correcto desarrollo, sobre todo en la infancia. La socialización será el resultado de la interacción con el grupo social y supondrá la adquisición de costumbres, roles sociales y valores que la sociedad le exige y transmite. Dentro de su grupo de iguales ejercen gran influencia sobre ellos los compañeros. La interacción con los compañeros, potencia la capacidad para desarrollar modelos eficaces de expresión emocional y para evaluar la realidad social. Muchos niños al verse privados de estos contactos dejaron de socializarse de forma correcta, ya que en muchas ocasiones, no tenían hermanos ni niños de su misma franja de edad con los que compartir, a los que imitar, con los que socializar de manera adecuada.

Para López y otros (2001) la interacción entre los niños precipita los procesos socializadores y esta socialización va a depender tanto del medio como de la sociedad. Resulta obvio, que las personas necesitamos de otras personas para poder desarrollarnos, crecer y madurar. Los otros contribuyen al desarrollo de nuestras capacidades más básicas, y son el pilar fundamental para el desarrollo posterior. Esto, en los primeros años de vida, se hace aún más importante ya que las relaciones sociales son imprescindibles para que el niño se desarrolle de forma equilibrada.

Para Paricio del Castillo y Pando (2020) el aislamiento social de pares se asocia a sentimientos de soledad y frustración; especialmente, en las etapas de infancia escolar y adolescencia, cuando el sujeto busca y necesita la interacción con iguales para su correcto desarrollo psicosocial. Debido al confinamiento y a las medidas de distancia social decretadas por la pandemia de covid19, las relaciones con iguales de las niñas y los niños prácticamente desaparecieron de su vida cotidiana.

La vuelta a la escuela supuso para los niños algo complicado, ya que tenían que aprender una nueva forma de interacción a través de las mascarillas, a interactuar sin tocar, aprender en muy poco tiempo nuevas reglas, normas y rutinas, nuevas formas de trabajar y en general de socializar.

Esto último especialmente para los niños no supone mucha dificultad, ya que ellos son socializadores innatos que se adaptan a las nuevas reglas del juego sin mucha dificultad, pero recordemos que vienen de estar encerrados, de socializar solo con su ámbito familiar más cercano y que el abrir tan repentinamente ese círculo supuso, para muchos niños algo estresante, que les afectó a nivel psicológico. Si a esto le sumamos las tensiones de los padres (por el miedo al contagio, a abrir el círculo, a la incertidumbre de la nueva realidad y al desconocimiento de la enfermedad), que son captadas como bombas a punto de explotar por los niños, no es de extrañar que los índices de estrés, tensiones y depresión hayan aumentado tanto en los niños en los últimos años.

Otra cuestión a la que nadie le concede importancia, y que pasa de desapercibido en muchas ocasiones es el gran cambio que han tenido que vivir los niños con respecto al compartir con los demás, a juntarse con todos los niños, al abrazarse… Ahora hemos pasado de todo a nada, no podemos tocar las cosas de los demás, no se comparten materiales ni cosas personales, hay que mantener una distancia de seguridad, no puedes abrazar ni besar…

Aunque para nosotros es algo muy comprensible, para ellos es algo que escapa de su comprensión, sobre todo en los más pequeños y que sin duda alguna va a repercutir en el desarrollo de su personalidad, por lo que es importante que les expliquemos bien por qué hacemos esto, por qué no pueden compartir sus cosas y si lo hacen, debe ser con sus personas cercanas, con las que mantienen una relación constante.

Dimensión lingüística

Esta es una de las dimensiones más afectadas por la pandemia. Aunque no hay suficientes datos recogidos sobre el impacto que la pandemia está teniendo en el desarrollo del lenguaje en los niños, son muchos los logopedas que avisan de esta afectación. Muchos niños comenzaban a hablar cuando de repente las guarderías y escuelas cerraron, las interacciones con los demás niños de su edad cesaron casi por completo, las visitas de los familiares… esto hizo que muchos niños frenaran su aprendizaje del habla y su desarrollo lingüístico se vio trabado.

A la reducción de interacciones que los niños tenían le hemos de sumar ahora el tener que aprender a hablar, a vocalizar, a pronunciar sin ver las caras, la boca, las expresiones. Recordemos que los niños aprenden principalmente por imitación, son pequeñas esponjas que reciben todo y que en consecuencia repiten todo. A partir de su primer año de vida, los niños, se centran en los movimientos de los labios de los adultos cuando hablan. En ese momento es cuando empiezan a balbucear y decir sus primeras palabras e imitar los movimientos de la boca que han visto hacer a los adultos que les rodean. En este periodo es muy importante la información visual recibida, a través de ella, distinguen sonidos, expresiones, pero ahora su mirada se da de bruces con una mascarilla.

Por otro lado, el hecho de interactuar solo con los padres o personas muy cercanas que conocen sus intenciones, sus gestos, que saben lo que están diciendo sin que lo digan todo o de forma correcta, hace que los niños no se esfuercen en aprender a hablar correctamente, porque si los demás lo entiende así, no necesitan mejorar. Esto supuso un gran aumento en las necesidades lingüísticas de los niños en la vuelta a las aulas en el anterior curso 2020-2021.

El confinamiento y las restricciones de la actividad social ayudan a controlar la transmisión de la Covid19 y a proteger la salud de la población, pero paradójicamente están deteriorando los hábitos de salud y el bienestar de los niños y niñas. El cierre o las limitaciones en las escuelas, entidades deportivas y de ocio y otros centros comunitarios en todo el mundo, está completamente justificado para controlar la expansión del coronavirus, pero al mismo tiempo está dañando los hábitos saludables y el bienestar de las comunidades en general, así como determinando de forma relevante el desarrollo de los niños y niñas, especialmente de los que crecen en un entorno de vulnerabilidad socioeconómica.

Como docentes, no solo tenemos ante nosotros la responsabilidad de enseñar contenidos a los niños, sino además favorecer el desarrollo de todas las dimensiones del mismo sin dejar de lado la dimensión afectiva y emocional del alumnado, ya que el equilibrio emocional es fundamental para el desarrollo equilibrado del alumnado.

Las emociones nos ayudan a ser, a sentir, a crecer y a expresarnos para poder afrontar los problemas que nos puedan surgir en nuestra vida cotidiana, de una manera emocionalmente inteligente. Esta dimensión especialmente tras el confinamiento y en la pandemia que aún estamos viviendo, adquiere una especial relevancia, debemos ayudar a nuestros alumnos, a nuestros hijos, a explotar al máximo esta dimensión, ayudarlos a sentir, a expresar y a comprender a los demás. No permitamos que esta pandemia pueda con nosotros, llevémosle la delantera, cuidando a nuestro mayor tesoro, nuestros niños y niñas. Cuidemos además de su salud física, su salud mental, ya que esta será determinante para su felicidad y para desarrollar una personalidad fuerte y equilibrada.

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